Las claves para entender lo que está pasando con el vertido de Repsol en Perú
1,65 millones de litros de petróleo están esparcidos por 26 playas y su mar, con un daño ecológico aún sin valorar. La refinería está paralizada hasta que dé garantías.
Perú vive un negro episodio ambiental. No es el primero ni, auguran los ecologistas, será el último, porque la presencia de firmas de refinería en el terreno y un pasado de escasa atención al entorno e impunidad en las multas lo hace temer. De momento, 26 playas siguen bañadas en fuel, que tratan de limpiar a marchas forzadas los especialistas y los voluntarios, y cada día que pasa los números y la relevancia real del accidente, empeoran.
La fuga se produjo en la tarde del sábado 15 de enero, cuando el buque italiano Mare Doricum -tanqueado con más de 900.000 barriles de petróleo brasileño- descargaba a las tuberías submarinas de la refinería La Pampilla, operada por la empresa española Repsol y ubicada en el distrito de Ventanilla (en la región de Callao), a unos 25 kilómetros del centro de la capital.
El primer informe de la firma a la autoridad ambiental local indicó que el derrame estaba “controlado” y había afectado 2,5 metros cuadrados de mar, con 0,16 barriles de crudo, de modo que las autoridades peruanas no conocieron la magnitud del desastre hasta que el día siguiente comenzó a llegar el crudo a las playas de Ventanilla. El domingo 16 la mancha iba con rumbo norte, sin control, debido a las corrientes. Se cree que el vertido final fue de al menos 10.396 barriles de crudo (1,65 millones de litros), aunque la cifra puede llegar a los 11.900 según las estimaciones menos conservadoras.
Ahora se sabe que el petróleo derramado se ha esparcido a lo largo de unos 50 kilómetros de costa, desde Ventanilla, en el Callao, la región portuaria aledaña a Lima, hasta la población de Chancay, en el norte del departamento de Lima. En superficie, el crudo se ha extendido por 11,9 kilómetros cuadrados entre playas y agua, según el último reporte ofrecido por las autoridades peruanas, cita la Agencia EFE. El crudo está comprometiendo el ecosistema de las Áreas Protegidas Zona Reservada de Ancón y los Islotes de Pescadores, perteneciente a la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras, con lo que se amenaza la flora y fauna de la zona y el sustento de los pescadores de la zona y el turismo, denuncia Greenpeace.
La decisión del Gobierno
El Gobierno de Perú paralizó este lunes las actividades de carga y descarga de barcos petroleros en la Refinería La Pampilla. El ministro de Ambiente, Rubén Ramírez, considera que “Repsol no ha dado la certeza de que pueda afrontar un nuevo derrame” desde su factoría, la de mayor volumen del país al procesar diariamente unos 120.000 barriles de crudo.
Ramírez señaló que esta paralización se mantendrá hasta que la empresa brinde a las autoridades nacionales “las garantías técnicas de que no se va a producir otro daño en el mar de los peruanos”, lo que incluye la modificación de los planes de contingencia con acciones más drásticas.
Asimismo, Repsol deberá presentar “un plan de gestión ante derrames de hidrocarburos en mar” y sus instalaciones tendrán que ser certificadas nuevamente por las autoridades competentes para validar su integridad.
El buque Mare Doricum continúa fondeado en la bahía del Callao con una orden de inmovilización bajo fianza de 150 millones de soles (unos 34,5 millones de euros).
¿De quién fue la culpa?
La paralización de la planta, dictada a través de una resolución del Organismo Fiscalizador de Evaluación Ambiental (OEFA), contempla los cuatro terminales marítimos que tiene la refinería para abastecerse de crudo, incluida la moderna monoboya instalada en 2019, la primera de su tipo en el país. A diferencia de la monoboya, donde el buque puede moverse en torno a ella durante la operación de descarga, los otros terminales requieren que los buques tengan una posición fija, anclados a diversas boyas en torno a la plataforma de colectores de petróleo.
Fue en el terminal número 2 de ese tipo donde se produjo el accidente que causó la catástrofe medioambiental, al soltarse o desprenderse presuntamente la plataforma de colectores. La pregunta que todos se hacen estos días en Perú es por qué se soltó, si por un fallo de ajuste, de calibre, de materiales, de seguridad... o si toda la culpa la tiene el supuesto nivel inusitado del mar a causa del tsunami generado por la erupción volcánica en Tonga.
Hay declaraciones contradictorias. El capitán del Mare Doricum, Giacomo Pisani, firmó ocho cartas de protesta desde que notó el derrame, el sábado 15, y en una de ellas afirmó que la barrera de contención que colocó el personal de la refinería no era suficientemente larga para cubrir el perímetro de la embarcación. Entre otros fallos, también pasaron varias horas hasta que un buzo de Repsol inspeccionó la zona donde ocurrió el derrame, ha denunciado, según El País.
La empresa se aferra a la idea del oleaje, que califica de “anómalo”, pero esa versión ha sido desmentida también por la Marina de Perú, por veleristas que se encontraban a la hora del derrame frente al buque y por el propio capitán del buque, quien declaró ante tres ministros y un congresista que no había más de tres nudos de viento ni olas en ese momento.
Cómo va la limpieza
Independientemente de la culpa, hay polémica por las actuaciones a posteriori, para tratar de frenar el daño ambiental. Sobre las acciones emprendidas por Repsol para remediar las zonas afectadas, el ministro Ramírez afirmó el lunes que la empresa “no ha evidenciado acciones claras de limpieza y de remediación frente a lo ya sucedido”. El titular de Medio Ambiente ya había anticipado el viernes que no están satisfechos con el trabajo de la empresa y que tomarían las medidas necesarias con la Fiscalía y el OEFA.
Por su parte, el OEFA señaló que Repsol ha incumplido los primeros plazos impuestos para la limpieza del derrame, por lo que advirtió que la compañía se expone a varias multas que pueden ascender hasta los 18,4 millones de soles (4,7 millones de dólares).
Sin embargo, Repsol detalló el domingo que tiene desplegados más de 6.100 metros de barreras para contener el crudo flotante en las playas de Ventanilla más afectadas, y espera alcanzar los 10.000 metros en los próximos días, cuando lleguen nuevos equipos adquiridos por la empresa.
La compañía también tiene sobre el terreno más de 2.000 personas contratadas para la limpieza de las playas, así como 144 unidades de maquinaria pesada, 10 skimmers (succionadores), 32 embarcaciones grandes, 44 embarcaciones pequeñas y 26 tanques de almacenamiento
En los próximos días llegarán otras 200 toneladas adicionales en equipos de limpieza y contención del derrame, que han supuesto para Repsol una inversión de cerca de 28 millones de dólares.
Ha recurrido, además, a los servicios de consultoras como Lamor y Oil Spill Response Limited (OSRL), especializadas en proveer soluciones frente a incidentes medioambientales, y además usa la tecnología satelital más avanzada para hacer un seguimiento a las labores de limpieza.
No es un caso aislado
Según denuncia Greenpeace, “este vertido no es en absoluto un caso aislado”. “Repsol tiene en Perú un amplio historial de impactos socioecológicos, denuncias de malas prácticas y violaciones de derechos humanos, siendo especialmente graves los impactos de su actividad de extracción de hidrocarburos en la región amazónica de Camisea. Aunque la tendencia mundial de este tipo de accidentes es a la baja, los daños son muchas veces irreparables”, añade. Por eso reclaman a la firma que “haga público su Plan de Contingencia y rinda cuentas por la ineficacia de las medidas de contención desplegadas”.
“La extracción, refinado, comercialización y quema de combustibles fósiles (del que vive Repsol y otras corporaciones energéticas) son responsables de la crisis climática y de los eventos atmosféricos extremos que estamos viviendo”, abunda.