'La verbena de la Paloma', la zarza ardiente de Pablo Messiez
¿Qué es lo que puede hacer que se concentren tantos profesionales de la escena un domingo por la mañana en el Teatro de la Zarzuela? Gentes tan relevantes para el teatro español como pueden ser Lluís Pasqual o Alberto Conejero. Eso lo consigue el Proyecto Zarza. Un proyecto de zarzuela hecha por y para jóvenes que está abierto a todas las edades. Esta vez no solo ha elegido un título popular como La verbena de la Paloma de Tomás Bretón, sino que además ha contratado a Pablo Messiez para dramatizarla y dirigirla.
Daniel Bianco, el director artístico del teatro sabía lo que se hacía contratando a este apreciado director de escena que como suele ser habitual en él se ha dado toda la libertad del mundo. Una libertad muy responsable. Pues si bien es cierto que ha hecho lo ha querido con la historia de Don Hilarión y la rubia y la morena, hijas del pueblo de Madrí, nadie del público asistente podrá decir que no se ha enterado de qué va esta zarzuela, pues se la cuentan y en la parte más seria, se canta de forma canónica hasta en la vestimenta. Ni si quiera lo dice esa señora cercana a la setentena que se pasa la obra diciendo que es una verbena muy rara, pero que al final aplaude como la que más mientras su acompañante, un varón de parecida edad, repite que le ha parecido muy buena.
Y es que el asunto del amor y de los celos está muy presente en este montaje. Tanto como lo está el espíritu de verbena, de juerga cañí. El amor y los celos como lo ven los jóvenes, los chavales, de hoy en día, en los que el gimnasio del cole o el insti, al más puro estilo de la serie y las películas de High School musical, se ha convertido en su centro de operaciones. Es decir, donde sucede la verbena de la vida, la suya, la que tienen que vivir. Como antes sus abuelos la vivieron en las praderas.
Por eso no es de extrañar que esta verbena ocurra en un gimnasio. Un gimnasio que la concejala de turno quiere inaugurar con, entre otras actividades, algo tan castizo como una zarzuela. Pero como los cantantes contratados se retrasan, y la orquesta (mejor dicho, la banda) ya está allí y si no tocan se van (que tienen otro bolo), se lían la manta a la cabeza y los asistentes a la inauguración van y se la cantan.
Tráiler oficial de La verbena de la Paloma.
Así, el montaje se convierte en un canto a la diversidad de cuerpos que pueden ser amados. Desde los musculosos y musculados a los que les rebosa el michelín. Desde las estilizadas y delgadas hasta las robustas mujeres a lo Bridget Jones. Desde unas razas a otras. Desde una ideologías a las otras, hay hasta un representante de la emergente Vox. Y en ese cruce amoroso, también cabe toda la diversidad de combinaciones de la atracción y el deseo, hasta hablar de poliamor. ¡Quién lo iba a decir de la verbena! Puestos en escena porque de eso les hablaban los chavales de instituto que entrevistaron para hacer la dramaturgia y les preguntaban por el amor, los celos y la verbena (que algunos no sabían ni lo que era y confundían con ese plato tan tradicional llamado zarzuela de marisco).
Si después de leer lo anterior alguien piensa que esto es un escándalo, se equivoca. Pablo recurre al humor, al espíritu de la verbena, puesto en chándal, a la fiesta castiza que tanto hace falta en este Madrid y en esta España que los políticos se empeñan en poner tan seria como si todos los días y por casi cualquier cosa nos la jugásemos. Lo consigue creando escenas realmente divertidas como ese número de todos, ellas y ellos, con tutú haciendo las barras de ballet. Y aprovechando, siempre que puede, para crear imágenes bellas, hermosas. Como esa soleá que Óliver Díaz, el director musical y adaptador, hace algo jazzy, tan bellamente vestida por Elisa Sanz y montada y que acaba en un piquito lésbico como el comentado en una de las últimas ediciones de Operación Triunfo. De el OT más joven.
A todo esto se le añaden muchos otros factores. Como son un montón de cantantes jóvenes, hasta una venida de Hong Kong, con ganas, a los que si hay que ponerles una pega es que alguna vez sin queriendo se van a la tesitura de los musicales. Cantantes que han sido seleccionados entre los 300 jóvenes que se presentaron. Una banda formada por 7 músicos y un piano repetidor que suenan muy bien. Y una escenografía, el recién inaugurado gimnasio, que permite el cambio teatral de lugar con solo decir una palabra bien dicha o una la letra musical bien cantada.
Factores todos ellos que, quizás, habrán creado unas expectativas en los lectores de esta crítica. Expectativas que no se podrán satisfacer porque cuando se publique coincidirá con el último día y última hora de representación. Y esa es la primera pregunta, la que también hizo un espectador en el encuentro con el público, ¿por qué una temporada tan corta a la vista del entusiasmo y el gran aplauso final? Porque la segunda pregunta es, viendo este buen montaje ¿podemos permitirnos el perder algo tan de aquí, tan nuestro, que solo se produce de forma regular en nuestro país?
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