La selección marroquí son las madres o por qué el orgullo súbito de hijos de migrantes en el Mundial
Las victorias de Marruecos en Qatar emocionan a la población española de origen marroquí: “Cuando vemos a sus madres, vemos a nuestras madres”.
El 6 de diciembre, una mayoría de españoles estaba convencida de que la selección española echaría a su homóloga marroquí del Mundial de Fútbol de Qatar. Algunos lo pensaban, sin más; otros lo verbalizaban o lo ponían por escrito en redes; otros escupían mantras racistas, xenófobos e islamófobos para sostener esta postura. Finalmente ganó Marruecos, y mientras ciertas personas auguraban delincuencia y batallas campales en las ciudades españolas con mayor población de origen marroquí, la noche acabó simplemente en fiesta, alegría y celebración por parte de quienes se sentían justos vencedores.
Ahora Marruecos se enfrenta en unas históricas semifinales contra Francia tras haber derrotado a Portugal, de nuevo, contra todo pronóstico. Y la población de origen marroquí en España lo celebra como nunca, no sólo por lo que ha hecho esta selección, sino por todo lo que representa para migrantes e hijos de migrantes que viven lejos de sus raíces y que han sufrido y sufren discriminación en su país de acogida. Tanto, que las victorias de la selección de Marruecos se han convertido ya en símbolo para el colectivo antirracista en España, igual que las imágenes de los futbolistas celebrando con sus madres en el campo. Y todo esto, pese a que algunos les echen en cara contradicciones.
Youssef M. Ouled, rifeño venido a España con 5 años, reconoce esas “contradicciones” en sí mismo. Ni le gusta el fútbol, ni se siente identificado con la “patria” marroquí, ni mucho menos con el sistema de Marruecos, ni aprueba que este Mundial se haya construido en Qatar “sobre cadáveres”. Y aun así, en el partido de España contra Marruecos, Ouled ni siquiera tuvo que pensarlo: “En un ejercicio instantáneo, de repente me interesa el partido y deseo que gane el pueblo marroquí”. “No es reflexivo, es puramente emotivo”, explica el joven. Dice que no podría identificarse como español cuando el exterior –los españoles– nunca lo ha considerado como tal.
“Si sales a la calle y la policía te identifica por tus rasgos raciales, si vas a la escuela y describen a tu pueblo como el enemigo a lo largo de toda la historia, si vas a buscar un trabajo o un piso y no te cogen porque ven que eres una persona racializada… si tu cotidianidad te grita a diario que no eres español, que no formas parte, ¿cómo vas a sentir la mínima afiliación por un país que te expulsa del espacio público, que encierra a tus semejantes en CIEs o que organiza redadas policiales?”, se plantea Ouled. “La propia estructura del Estado español nos niega, así que sientes esa pertenencia más hacia tu lugar de nacimiento, hacia la cultura de tus padres y la historia de tu pueblo, que por otro lado difieren absolutamente de la identidad del Estado marroquí”, señala. Ouled recalca que él celebra las victorias de la selección como una “victoria del pueblo marroquí”, y no del sistema.
“Les parece mal que los magrebíes celebremos”
El caso de Ramia Chaoui es distinto. Ella nació en España, de padres marroquíes, y asegura que igual que celebra ahora las victorias de Marruecos, también salió a las calles cuando España ganó el Mundial en 2010. La diferencia es que, entonces, en ocasiones se sintió “cuestionada”, “excluida”, “extranjerizada”, como si no fuera lo ‘suficientemente española’ para poder celebrar esa victoria. Y ahora, celebrando la trayectoria de Marruecos en este Mundial, se siente “apreciada, comprendida, y no juzgada, ni criticada, ni tengo que escuchar comentarios violentos contra mi persona”, dice.
Ramia Chaoui lamentó los “comentarios racistas” que tuvo que escuchar antes del España-Marruecos. “Se dio a entender que los ciudadanos de origen marroquí en España son gente incívica, violenta o propensa a realizar actos vandálicos. Hemos demostrado que no. Todos esos racistas que decían que íbamos a hacer estas cosas… al final ha caído por su propio peso. Era un prejuicio racista más”, comenta.
Chaoui tampoco entiende a esa gente a la que “no le parece bien que una población minoritaria en España celebre la victoria de Marruecos”. (Recordemos que en España viven casi 800.000 personas de origen marroquí, la comunidad migrante más numerosa en el país). “Los españoles celebran sus victorias allá donde están. Y cuando vienen los guiris a celebrar cualquier cosa, e incluso se lían a tirar sillas, borrachos, y a mear por las esquinas, eso nadie lo critica. Pero cuando es la población magrebí todo el mundo se lleva las manos a la cabeza. Les parece mal que celebremos. Es hipócrita, absurdo y racista”, critica Chaoui.
“Cuando vemos a sus madres, vemos a nuestras madres”
Y luego está la cuestión de los jugadores de la selección, que han ido desarrollando un carisma y una empatía en la gente al mostrar de dónde vienen, al volver a sus raíces pese a haberse criado en otros países, al reivindicar a sus madres y su lucha tras vencer a un rival. Así lo hizo el defensa Achraf Hakimi, nacido en Getafe hijo de un hombre que se dedicaba a la venta ambulante y de una mujer que limpiaba casas. Saida, esa mujer, fue quien recibió la camiseta de Hakimi y un beso del jugador en la frente cuando la selección marroquí derrotó a Bélgica.
También protagonizó una escena así el delantero Sofiane Boufal, nacido en París, que sacó a bailar a su madre al campo de Doha cuando Marruecos venció a Portugal en cuartos. De los 26 jugadores del equipo marroquí, 14 nacieron fuera del país.
“La madre lo es todo”
Ramia Chaoui explica que “las madres son muy importantes en el islam” y “una pieza fundamental en la sociedad marroquí”, “el pilar, el motor de cómo funciona la sociedad”, describe. Chaoui cree que los jugadores “las valoran y las apoyan tanto” tras una victoria porque “aprecian todo el esfuerzo que esas mujeres han hecho por ellos”, por su lucha, por sus sacrificios, por su esfuerzo.
Chaoui prosigue: “La madre lo es todo, y esa es una manera de reivindicarlas, de decir: estas son nuestras madres, muchas han tenido que migrar, muchas son iletradas, han trabajado en condiciones muy difíciles, se les han negado muchos derechos laborales, pero aquí están, después de haber sido ninguneadas, despreciadas, después de haber escuchado comentarios racistas e islamófobos, y aquí estamos nosotros, que somos el fruto de todo su esfuerzo”. La mujer reconoce que esto es “algo que nos mueve desde muy dentro”. “Sobre todo cuando nos convertimos en adultos, nos damos cuenta de lo que han tenido que batallar, lo que han tenido que sufrir lejos de sus países para que nosotros pudiéramos tener un futuro mejor y disfrutar de los privilegios de los que disfrutamos a día de hoy”, dice.
Youssef M. Ouled siente algo parecido cuando ve esas imágenes de madres e hijos exultantes: “Nos reconocemos en esos chavales porque cuando vemos a sus madres, vemos a nuestras madres”. “A lo largo de mi vida, de los 23 años que llevo en España, jamás, o muy pocas veces, podría decir que he visto a una madre mora, como mi madre, celebrando algo como en esas imágenes”, cuenta.
Coincide además con el análisis de Chaoui en que las madres y los padres “son quienes han sufrido primeramente toda la violencia, el racismo, y todas las desigualdades” cuando han migrado. “Han hecho un esfuerzo enorme para que nosotros tengamos un presente mejor. Ver esa alegría en ellas y ver cómo los jugadores le dan un valor tan grande a la madre, teniendo en cuenta lo que es ser una mujer musulmana en el contexto europeo, te invita a conectar con esta alegría”, admite Ouled.
Para Chaoui, esas imágenes son “poderosas y significativas” tanto para las mujeres como para las niñas. “Esa imagen de mujer no blanca, racializada, con un cuerpo no normativo, con una vestimenta no normativa, y que su imagen dé la vuelta al mundo”, describe Chaoui. “Todas somos válidas y tenemos que tener cabida en el mundo. Es algo superpoderoso como mensaje. Siempre hemos estado bastante invisibilizadas”, defiende.
Los jugadores “hablan la lengua de sus padres”, no dariya
Por su parte, Youssef Ouled confiesa que, aunque no se identifica especialmente con “estos chavales que son millonarios y dan patadas a un balón”, sí entiende por qué, pese a residir en otros países, o incluso pese a haber nacido fuera, ellos “sienten que Marruecos es el sitio al que pertenecen” y deciden jugar con su camiseta. “Igual que muchos de nosotros, no se sienten del todo parte de los países en los que viven. Tanto si eres una persona obrera como si eres un jugador de fútbol, el racismo atraviesa tu vida y te condiciona”, sostiene Ouled.
La selección marroquí es también muestra de diversidad, esa que el propio Estado marroquí se ha empeñado históricamente en borrar. Así, Marruecos es la selección del Mundial con más jugadores que no nacieron en el país, y Ouled recalca que muchos de esos “chavales” que han nacido fuera “ni siquiera hablan dariya”, la lengua del Estado; “hablan la lengua de sus padres, hablan amazigh, hablan chilha” –enumera–, los idiomas de “pueblos que están integrados dentro del Estado marroquí” y que no siempre se visibilizan. “Esto también nos permite identificarnos: es una manera de reconocer esa diversidad”, resume Youssef Ouled.