La receta para los días negros
Si existiera un examen de certificación como experto en días negros, yo estaría dispuesto a presentarme. Llevo tanto tiempo analizándolos que tengo la sensación de que podría aprobarlo sin estudiar el temario. Al menos en mi caso, llegan casi con la puntualidad de un reloj suizo. Una vez todos los meses. Y analizarlos en detalle me ha permitido aprender a gestionarlos. Esta es la receta con las medicinas para superarlos.
Medicina uno. Cuando atravieses un Día Negro, te sentirás como un león que ruge, patalea, se queja del estado en el que está y que incluso querrá mandar toda su vida al garete. Ese día, recupera este Peldaño, léelo varias veces y tómalo como un tranquilizante a inyectar a ese león para convertirlo en gatito. ¿Por qué? Porque el león representa la furia. El gato, la tranquilidad. Y en días así, tu medicina es lo segundo.
Medicina dos. Contén tu deseo de hacer algo drástico para poner fin a tu situación y simplemente no hagas NADA. Este es el único punto del libro en que no hacer nada es más inteligente que hacer algo. No hacer nada en un día así es complicado, ya que, cuando estás desesperado, lo que más quieres es «acción», y según cómo de negro sea el día-N, se apropiará de ti el deseo de tomar decisiones sobre tu vida, tu futuro e incluso tu presente y ponerle solución. Combate ese impulso, y pase lo que pase, no saques conclusiones de nada. Sacarlas en un día-N es como sacarlas cuando se está ebrio. Tu capacidad de discernimiento está temporalmente perjudicada. Sé consciente de ello a fin de posponer el tomar decisiones para después de tu resaca.
Medicina tres. Llénate de aceptación.
#LaInteligenciadelÉxito
Lo que se necesita para atravesar un bache no siempre es prisa
por eliminarlo sino paciencia para aceptarlo.
@Anxo
—¡No me lo puedo creer! ¡Acaba de empezar a llover! ¡Qué rabia!
—Tengo una solución.
—¿Cuál?
—Da un paso al frente.
—¿Te has vuelto loco?
—Da un paso al frente.
—Pero ¡no tengo paraguas!
—Da un paso al frente.
—¡Me voy a empapar!
—Hazlo.
—Me estoy mojando.
—Da otro.
—Esto es ridículo.
—Da otro.
—¿Por qué me pides esto?
—Porque acabas de resolver tu problema.
—¿...?
—La lluvia sólo afecta al que no está mojado. Y ese no es tu caso.
A nuestro amigo podrán caerle mil gotas de camino a casa y ni una sola podrá empeorar su situación, dado que ya está empapado. La lluvia se ha quedado sin fuerza. Ese es el poder de la aceptación como remedio para la desesperación. Aceptas el problema y el problema pierde su poder.