La receta contra el populismo: políticos comprometidos y protestas ciudadanas
Según explica en un informe la ONG Human Rights Watch.
El populismo autoritario parecía imparable en la política mundial, de Donald Trump a Rodrigo Duterte, pasando por las ultraderechas de la Unión Europea. Pero sólo lo parecía: cuando se le ha plantado cara, desde la política y desde la sociedad, el fenómeno ha acabado por debilitarse. Es la principal conclusión que se extrae del informe anual de la organización Human Rights Watch, que sintetiza en su eslogan lo logrado: "Luchar por los derechos ofrece resultados exitosos". "Cuando estuvieron acompañados por una sociedad movilizada y actores multilaterales que actuaron con eficacia, estos líderes mostraron que el ascenso de gobiernos que desprecian los derechos no es algo inevitable", remarca.
El informe mundial 2018, que consta de 643 páginas, analiza las prácticas de derechos humanos en más de 90 países; aparte de las violaciones sistemáticas que se dan y perpetúan especialmente en las zonas en conflicto, en esta ocasión se ha destacado esta conclusión positiva porque rompe con los mensajes agoreros que se llevaban escuchando en Occidente en los dos últimos años y ponen en primera línea la necesidad del trabajo de las ONG y el tejido social para cambiar las tornas.
El director ejecutivo de HRW, Kenneth Roth, remarca en la introducción del estudio que "cuando los líderes resisten con firmeza a los políticos que demonizan a las minorías, atacan los derechos humanos y socavan las instituciones democráticas, pueden coartar el avance de los populistas". Sin embargo, a renglón seguido expone su alerta al ver que los partidos mayoritarios -los clásicos que se han repartido el poder históricamente en las grandes naciones- "sucumben a un mensaje de odio y exclusión", lo que en la práctica empodera a los populistas autoritarios.
"El último año se hizo evidente la importancia de oponer resistencia a la amenaza que suponen los demagogos y sus políticas abusivas", destacó Roth. "En ocasión del 70º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos en 2018, la forma más acertada de reivindicar sus principios es defenderlos enérgicamente de aquellos líderes que pretenden obtener una ventaja política privando a sectores marginados de los derechos inherentes a toda personas".
Desde el racismo, el miedo al diferente, los temores inflamados en tiempos de crisis y falta de empleo o el rechazo al Islam con el crecimiento del terrorismo yihadista, se ha ido construyendo un mensaje de ultranacionalismo y sectarismo, alerta HRW, con el que el populismo y sus líderes (los nuevos y los reconvertidos gracias a la coyuntura) "lanzaron un ataque de lleno a los valores de inclusión, tolerancia y respeto que son centrales a los derechos humanos y pretenden reemplazar la democracia —un gobierno electo limitado por derechos y por la supremacía de la ley— por su propia interpretación oportunista de los deseos de la mayoría". Si no por completo, ese discurso antinmigración y xenófobo, por ejemplo, se ha ido colando en los programas electorales de las formaciones más conservadoras, una victoria en toda regla.
MACRON FRENTE A TRUMP
Francia ha sido, según este informe, quien mejor ha representado la resistencia exitosa frente populismo, lo contrario de lo ocurrido en Austria y Holanda, donde numerosos líderes de partidos de centroderecha capitularon y "optaron por competir adoptando posturas racistas y contra los inmigrantes y la comunidad musulmana, y de esta forma incorporaron políticas populistas y abusivas".
El presidente Emmanuel Macron adoptó una postura distinta, al "adherir abiertamente a los principios democráticos" y mostrar un "firme rechazo" a la campaña de odio impulsada por el Frente Nacional contra musulmanes e inmigrantes. Su posterior victoria demostró que los electores franceses rechazaron de manera abrumadora las políticas divisivas lideradas por Marine Le Pen. Conquistado el Elíseo, queda el desafío de "gobernar conforme a los principios que defendió". En sus primeros seis meses de gobierno tuvo un "desempeño mixto", sostiene HRW, tanto en el plano internacional como interno, y se pueden mencionar como "preocupantes" sus políticas antiterroristas y la ausencia de críticas durante su visita a China.
Frente al centrismo de Macron, que se entendió como el punto de inflexión mundial en la pelea contra el populismo creciente, tenemos el primer año de mandato de Trump en la Casa Blanca, con sus políticas que generan la división racial, contra los inmigrantes y a favor de la guerra contra las drogas. Su puño firmaba decretos pero, en paralelo, se producía un movimiento social insólito, con una "amplia reivindicación de los derechos humanos" y una "multitudinaria resistencia" a tales políticas por parte de organizaciones populares y cívicas, periodistas, abogados, jueces e incluso miembros electos del propio partido del magnate.
En Europa central, repasa Human Rights Watch, también hubo resistencia a gobiernos populistas autoritarios. En Polonia, hubo protestas multitudinarias y duras críticas de la Unión Europea y el Consejo de Europa contra los intentos por socavar el estado de derecho y la independencia judicial. En Hungría, la amenaza de acciones legales de la UE y el repudio internacional obstaculizaron los planes del gobierno de cerrar la Universidad Centroeuropea, un bastión del pensamiento independiente que se opone a la "democracia antiliberal" propugnada por el primer ministro Viktor Orbán.
¿Y EN ESPAÑA?
En el caso de España, la ONG incluye una ficha sobre el estado de los derechos humanos en el país que recuerda el referéndum ilegal del 1 de octubre en Cataluña en el que, sostiene, "la votación se vio empañada por el uso excesivo de la fuerza por parte de la Guardia Civil y agentes de la Policía Nacional". El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos instó a las autoridades españolas a garantizar investigaciones exhaustivas, independientes e imparciales sobre todos los actos de violencia, recuerda el informe, que da cuenta de la disolución del Gobierno autonómico y de la aplicación del artículo 155 y la nueva convocatoria electoral del pasado 21 de diciembre, sin añadir más calificativos.
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De seguido, hace referencia a los atentados de Barcelona y Cambrils de agosto del pasado año y que acabaron con la vida de 16 inocentes, ataques tras los que se advirtió por la posibilidad de que generasen "islamofobia". HRW da cuenta de un asalto a un niño marroquí de 14 años.
Cierra su capítulo alertando de la llegada de migrantes a las costas españolas, que no están recibiendo el tratamiento adecuado a los que en muchas ocasiones no se les deja pedir asilo, y denunciando que se atiende a menos refugiados de lo esperado: España había reubicado a 1.257 solicitantes de asilo de los 9.323 que se había comprometido a tomar de Grecia e Italia hasta septiembre, dice. Si bien se comprometió a reasentar a 1.449 refugiados de fuera de la UE, hasta el momento de la redacción del informe había reasentado apenas a 631.
HRW recuerda, además, que en octubre el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) condenó a España por la devolución en caliente a Marruecos de dos inmigrantes en la valla de Melilla sin ser identificados, "una expulsión de carácter colectivo", contraria al Convenio Europeo de Derechos Humanos, y también añade que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea emitió dos fallos contra España por prácticas hipotecarias desleales, "allanando el camino para las demandas de los consumidores contra los bancos".
VOCES QUE CONQUISTAN, VOCES SILENCIADAS
El informe destaca, a su vez, que en 2017 ha sido muy importante el levantamiento popular en Venezuela, en protesta "ante los esfuerzos del presidente Nicolás Maduro de vaciar la democracia y la economía". "Numerosos países de América Latina abandonaron su renuencia histórica a criticar a naciones vecinas, e intensificaron las presiones a favor de reformas de derechos humanos en Venezuela", resalta, igualmente.
También en el continente americano, HRW encumbra a las mujeres que marcharon contra las políticas de Trump, "un fenómeno mundial que convocó a millones de personas en apoyo a los derechos de la mujer". Incluso antes del movimiento #MeToo (Yo también), Canadá incorporó a la igualdad de género como un aspecto central de sus programas de asistencia, y Francia anunció nuevas medidas para combatir la violencia de género y el acoso sexual. Túnez, Jordania y el Líbano derogaron disposiciones que permitían a quienes violaban a mujeres eludir la pena contrayendo matrimonio con sus víctimas. Los gobiernos escandinavos, holandés y belga impulsaron iniciativas para crear un fondo internacional que sustituya los recortes anunciados por Estados Unidos al financiamiento de programas de salud reproductiva, y Suecia implementó una política exterior feminista.
En cambio, cuando los gobiernos reprimieron la resistencia interna y no se expresó consternación internacional, los populistas y otras fuerzas que desprecian los derechos consiguieron prosperar, explicó Roth. El presidente Recep Tayyip Erdoğan diezmó el sistema democrático de Turquía mientras que la UE, en cambio, se centró mayormente en asegurar su colaboración para detener la fuga de refugiados hacia Europa y la cooperación en materia de seguridad.
El presidente Abdulfatah al Sisi aplastó el disenso público en Egipto sin que hubiera demasiada interferencia de parte de EEUU o la UE, que aceptaron su afirmación de que estaba actuando para generar estabilidad. En China, el presidente Xi Jinping llevó a cabo una intensa represión de voces independientes, mientras otras naciones se mostraron renuentes a denunciar la situación por temor a perjudicar lucrativos contratos con este país.
Roth advierte en el informe acerca del repliegue de gobiernos que podrían defender los derechos humanos, como Estados Unidos, así como sobre el hecho de que el Reino Unido esté abocado a cuestiones vinculadas con el Brexit y de que los países europeos estén lidiando con la influencia del populismo xenófobo. Esta falta de determinación ha dejado un vacío que permitió que ocurrieran atrocidades masivas, a menudo sin ningún tipo de freno externo, en países como Yemen, Siria, Birmania y Sudán del Sur.
NUEVOS ABOGADOS MUNDIALES
No obstante, Roth destacó que varios países pequeños y medios han tomado la iniciativa. Cuando las principales potencias siguieron apoyando a la coalición abusiva saudita en Yemen —donde la población civil, asolada por los ataques aéreos de la coalición encabezada por fuerzas saudíes y asediada por el bloqueo, sufrió además cólera y desnutrición aguda—, los Países Bajos intercedieron para encabezar el reclamo de que la ONU realice una investigación. Con el apoyo de Canadá, Bélgica, Irlanda y Luxemburgo, presionaron a Arabia Saudita a que aceptara una investigación, que intensificará la presión a favor de un mejor comportamiento en el conflicto. Los Países Bajos y Noruega también aplicaron un embargo de armas a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes Unidos, respectivamente.
Dado que Rusia se niega a permitir que el Consejo de Seguridad de la ONU actúe para asegurar medidas de justicia en Siria, Liechtenstein conformó en diciembre de 2016 una coalición amplia para obtener una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. Con una votación de 105 a 15, crearon un mecanismo para recabar evidencias y fundamentar demandas judiciales, lo cual supone un importante compromiso para que se haga justicia por crímenes de guerra perpetrados en Siria.
"La principal enseñanza que dejó el último año es que los derechos humanos pueden ser protegidos del peligro populista", apuntó Roth. "Lo que se necesita es oponer una defensa comprometida en vez de ceder ante esta realidad, y un llamado a la acción, en vez de un lamento de desesperación", concluye.
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