La realidad de un comedor social: así trabajan quienes alimentan a más de 120 personas
Dan de comer diariamente a más de 120 vecinos. En España, más de 6,2 millones de personas sufren inseguridad alimentaria.
Hace 22 años que Maite es voluntaria en el Comedor Social La Casita, ubicado en Fuenlabrada, el único abierto actualmente en el municipio. “Una señora del pueblo (Fuenlabrada) lo abrió junto a un sacerdote hace justo 25 años”, comienza Maite el relato para El HuffPost.
Durante los dos primeros años, el comedor estaba ubicado en otro lugar del municipio. La voluntaria cuenta que “un matrimonio del pueblo se enteró de que pagaban alquiler y decidieron ceder de manera gratuita (a la causa) un local que tenían en propiedad”. La única condición para esta gratuidad, según explica, es que el uso del establecimiento fuese precisamente la de llevar a cabo alguna labor social de este tipo.
En la actualidad hay 25 voluntarios que de lunes a viernes dan de desayunar, comer y cenar a un centenar de personas en riesgo de exclusión. En algunas épocas del año como Navidad, el número de voluntarios aumenta porque, durante estas fechas, también incrementa la gente que necesitar hacer uso de este servicio.
Debido a que esta situación la sufren millones de personas a nivel mundial, cada 17 de octubre se celebra el Día Internacional de la Erradicación de la Pobreza, que busca “dignidad para todos”.
Crisis alimentaria, en datos
Cuando el comedor abrió, 60 eran las personas que solían hacer uso de él de manera regular. En la actualidad, a raíz de la pandemia provocada por la Covid-19, la cifra asciende a 120, aproximadamente. Maite asegura, además, que el perfil de las personas que hacen uso del comedor ha cambiado mucho en los 25 años que lleva abierto.
Un estudio elaborado por la Universidad de Barcelona con el apoyo de la Fundación Carasso y publicado a su vez por la iniciativa AlimentaODS refleja que en España un 13,3% de los hogares experimentaban, en el periodo comprendido entre julio de 2020 y julio 2021, algún nivel de inseguridad alimentaria. Esto representa casi 2,5 millones de hogares españoles, que equivale a más de 6,2 millones de personas.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) determina que una persona sufre inseguridad alimentaria cuando “carece de acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales y para llevar una vida activa y saludable”.
Según señala la organización neoyorkina no gubernamental Human Rights Watch en un informe publicado este mismo verano, documento basado en las cifras facilitadas por la Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL), solo en 2020 se tuvieron que distribuir un 48% más de alimentos que en 2019 por el aumento de personas que carecían de recursos suficientes.
Los datos facilitados por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES) reflejan una situación similar. A día de hoy, más de 13 millones de personas se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión. Si comparamos los datos de 2020 y 2021 ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), observamos que el porcentaje de población afectada ha aumentado casi un punto.
La pandemia, el ‘talón de Aquiles’ para muchos
En los años anteriores a la pandemia, este comedor no solo tenía el clásico servicio de alimentos, sino que, además, permitía a las personas sin hogar ducharse y asearse diariamente. A día de hoy no es posible por el riesgo de infección de Covid-19 que existe todavía. De hecho, el comedor físico permanece cerrado también desde principios de 2020 porque no tiene medios suficientes para evitar contagios.
Aunque las vacunas podrían haber sido el punto de partida para reabrir de nuevo el comedor, tampoco ha sido posible porque mucha gente de la que acude al lugar vive en la calle, aclara Maite: “El problema es que no podemos saber si tienen el virus o si lo han pasado. El Ayuntamiento de Fuenlabrada se ofreció a ponerles las vacunas y asignó un colegio para que acudiesen allí, pero solo asistieron 22 personas, y el resto nada”.
Lo único que Maite y los voluntarios del comedor tenían y tienen claro es que, a pesar de los inconvenientes, “estas personas no se van a quedar nunca sin comer”. Por eso, tras haber estado un mes sin actividad debido al confinamiento, consiguieron organizarse de tal manera que en la actualidad ofrecen a diario el mismo alimento para llevar en tápers.
Pero la pandemia no solo ha provocado que la realidad de las personas sin hogar empeore, sino que también ha motivado que cualquier ciudadano pueda necesitar este servicio, asegura la voluntaria: “Hay personas en el comedor que jamás pensamos que acabarían viniendo, pero la situación les ha hecho obligado”.
Uno de los aspectos más gratificantes de esta situación es que, a pesar de que, en general, la situación que atraviesan los españoles no es especialmente buena, la ciudadanía es más solidaria que hace unos años y, en palabras de Maite, “los que más dan son los que menos tienen”.
La voluntaria cuenta que mucha gente le dice que algunas de las personas que acuden al comedor “tienen muy buen aspecto”, a lo que ella siempre responde que “hay que saber lo que hay detrás”, y es que hoy en día puedes encontrar a cualquier persona en las colas del hambre.
Tradicionalmente, a los comedores sociales acudían, sobre todo, “jóvenes con problemas de alcohol y drogas”. Ahora, Pilar asegura que acude gente de todo tipo: “Hay personas que tienen una pensión pequeña, la utilizan para pagar el alquiler de una habitación en un piso, no les llega para comer y tienen que acudir aquí. Otras incluso viven en hostales. Ahora ha llegado mucha gente también de Sudamérica porque allí no tienen libertad, y prefieren vivir seis en una habitación que morir por salir a la calle”.
El éxito se lo deben a la organización
Cada vez que un vecino llega nuevo al comedor, se le abre una ficha para conocer en qué situación se encuentra y, a partir de ahí, determinar qué tipo de alimentos se le pueden ofrecer, ya que no recibe lo mismo una familia con hijos que una pareja de adultos, por ejemplo. En este último supuesto, la cesta de alimentos es más grande.
Si la persona acude regularmente durante dos o tres meses, finalmente se le asigna un número para garantizar y contar siempre con ese turno de comida. De esta forma, nunca se desperdicia alimento porque preparan las cestas justas para los que hacen uso del servicio diariamente. En cualquier caso, “nadie se queda sin comer”, por lo que, si aparecen personas necesitadas sin previo aviso, se les improvisa un menú en el momento.
La comida de mediodía suele ser caliente y se prepara a diario en cuatro cazuelas grandes, pero también se elaboran bocadillos y se ofrecen bricks de leche y frutas variadas para poder estar alimentado durante todo el día.
“Fuenlabrada es un municipio muy solidario”, asegura Maite, porque a diario reciben productos tanto de vecinos como de supermercados de la zona. Además, a lo largo del año se organizan campañas de recogida de alimentos por parte de los colegios de la zona, la policía del lugar y el ayuntamiento del pueblo, entre otros.
En 2017 también se llevaron a cabo obras en el comedor para ampliar, sobre todo, los lugares donde se almacena la comida y la cocina, ya que este último espacio se había quedado “bastante pequeño”, una reforma que costearon, conjuntamente, la Caixa y el Ayuntamiento de Fuenlabrada.
La voluntaria se enorgullece del pueblo del que forma parte, algo que manifestó varias veces durante la visita de El HuffPost al comedor. Se puede decir que el municipio forma “una piña”, como una gran familia.