La igualdad derribando techos de hormigón
Las mujeres gitanas somos las grandes transformadoras de nuestra realidad
Hoy en día el movimiento feminista ha evolucionado y se ha desarrollado de manera incontestable. Un movimiento que defiende y representa la lucha por los derechos de la mitad de la población del mundo, y que destaca por su propia diversidad, porque el feminismo tiene más de un rostro, más de un perfil.
Antes del nacimiento de este movimiento como tal en el siglo XIX, a lo largo de la historia tenemos muchos ejemplos de mujeres que ya eran conscientes de la opresión y desigualdad a la que estaban sometidas, y contra las que se rebelaron abriendo un camino para el futuro.
Hoy, tenemos la obligación de recordar y agradecer a todas esas valientes que, sin saberlo, protagonizaron la lucha por la igualdad mucho antes de que el concepto o la idea del feminismo existieran, sirviendo de inspiración para miles y millones.
Recordamos y defendemos cada 8 de marzo, como el que acabamos de celebrar, el papel que el feminismo tiene en la lucha por la conquista de los derechos de igualdad y la justicia social. Papel que también ha marcado el devenir de la historia, rompiendo con las cadenas que oprimen a las mujeres por el hecho de serlo.
Y en esta lucha histórica las mujeres gitanas hemos sido representadas como un contraejemplo de la virtud y honradez de las mujeres no gitanas, marcadas como mujeres promiscuas y hechiceras, que fuimos condenadas a la hoguera, esclavizadas, perseguidas, esterilizadas y presas del franquismo, hemos protagonizado una revolución que ha sido silenciada para la sociedad, pero que ha resultado de vital importancia para nuestro pueblo.
Somos las grandes transformadoras de nuestra realidad y, del mismo modo, la garantía de conservación de los elementos positivos que tenemos para mantener viva nuestra cultura. La negación de nuestra historia es la mayor injusticia del patriarcado.
El feminismo lo atraviesa todo, pues múltiples son las caras de la discriminación machista. Nuestra sociedad, aparentemente igualitaria —o al menos así se autodenomina—, levanta de manera consciente esos muros de desigualdad que nos afectan a todas. Las mujeres tenemos los mismos derechos, las mismas virtudes, pero parece que tenemos nuestro destino ya marcado de antemano por el patriarcado cultural: ocupar un papel secundario en el desarrollo de la humanidad.
Las mujeres en general, y las gitanas en particular, estamos librando todavía una gran batalla contra una estructura social donde parece que los techos que impiden nuestro desarrollo no son de cristal, sino de hormigón, ya que si fueran de cristal estaríamos en condiciones más idóneas de superarlos, aunque afrontemos el riesgo que supone quebrar algo que te rompe a ti misma.
El mensaje que debemos trasladar a toda la sociedad es claro: las mujeres estamos liderando las grandes transformaciones de nuestro tiempo. Por eso, el Partido Socialista ha sido el gran impulsor de los profundos cambios sociales que ha experimentado nuestro país en las últimas décadas, especialmente en materia de agenda feminista. Y por eso también, los y las socialistas enarbolamos la bandera del feminismo, que es sinónimo de progreso y avance. Nuestro combate siempre será contra todos los planteamientos reaccionarios y retrógrados, que no quieran aceptar que la igualdad es el único carril democrático por el que circula nuestra sociedad.
Pero para poder ejercer ese papel transformador de la sociedad, no debemos dejarnos atrás a las mujeres que padecen esa múltiple discriminación. No podemos olvidar a las mujeres gitanas, a las mujeres inmigrantes o a las mujeres que experimentan rechazo social por ser pobres. Todas tenemos el derecho a protagonizar, en pie de igualdad, el cambio social tan necesario en defensa de la plena igualdad, sin miedos y sin complejos.
En este punto, creo absolutamente necesario reivindicar el papel de muchas mujeres inconformistas y luchadoras, que pelearon contra el patriarcado dominante, y que se enfrentaron con todas sus fuerzas a esos techos de hormigón. Gracias a esas luchadoras e inconformistas el mundo ha progresado, y no solo debemos tenerlas presentes y recordarlas, sino que debemos cuidar y proteger el camino que ellas sembraron para las generaciones futuras.
En el feminismo con memoria hay que rescatar figuras pioneras como Pastora Imperio, una mujer gitana, madre soltera y artista, que fue la primera mujer que se divorció en nuestro país en tiempos en los que no estaba socialmente aceptado, y firmante del primer manifiesto en favor del voto femenino y la igualdad de las mujeres promovido, entre otras, por Clara Campoamor. El derecho al voto fue una de las primeras luchas del movimiento feminista en España, y ahí estaba Pastora Imperio.
Por eso, en días como este, tenemos que dar especialmente las gracias a las feministas que han dado su vida por las demás mujeres; a todos los que se posicionan en favor de la igualdad de género; a quienes trabajan intensamente contra esa lacra que nos golpea con tanta crudeza, como es la violencia de género; y muy especialmente a nuestras referentes, a quienes dieron el primer paso para visibilizar a las mujeres que, por sus condiciones personales, han tenido que trabajar muchísimo más para que sus voces sean escuchadas, y sus derechos reconocidos.
Como ha señalado el presidente Pedro Sánchez, la movilización del 8 de marzo es “por y para las mujeres que sufren cualquier tipo de discriminación, opresión o humillación. Mantengamos nuestra voz levantada reclamando más feminismo hasta alcanzar un mundo libre de machismo. Porque no hay más victoria que la igualdad real”. Entre todos y todas, hagámoslo posible.