La historia detrás de la voluntaria de Cruz Roja que ha emocionado a España
Luna Reyes, de 20 años, fue fotografiada asistiendo a un migrante que acababa de llegar a la costa de Ceuta.
Su imagen abrazando y atendiendo a un migrante que acababa de llegar exhausto a la costa de Ceuta ha traspasado fronteras y ha puesto la piel de gallina a millones de personas. Ese momento, protagonizado por la voluntaria de Cruz Roja Ceuta Luna Reyes, se ha convertido en todo un símbolo de solidaridad y afecto en medio de una terrible crisis migratoria y humanitaria.
Esta joven mostoleña de 20 años solo atendía y daba cariño a una persona agotada cuando fue fotografiada, tal y como hacen los voluntarios de Cruz Roja en la zona en su día a día. La única (y gigantesca) diferencia es que ahora se encontraba desbordada por la crítica situación.
Pero ni un gesto como este se libra de los insultos, el odio y el racismo que hay en las redes sociales. Reyes se ha tenido que cerrar sus cuentas, ya que además de descalificaciones también han empezado a publicar detalles de su vida personal e imágenes de su familia y amigos. La reacción de Twitter ha sido ejemplar y los usuarios han convertido en tendencia el hashtag #GraciasLuna.
Su padre, Luis, defiende a su hija y recrimina la actitud de los que aprovechan una situación como esta para atacar a voluntarios que ayudan a salvar vidas humanas: “Siento un poco de tristeza de que haya sujetos que intenten aprovechar y darse notoriedad respondiendo a comentarios positivos sobre ella metiendo cosas falsas. Siento impotencia”.
Emocionado por el gesto de su hija, reconoce que desde que se publicaron las imágenes en todos los medios de comunicación las muestras apoyo han sido mayores y más emocionantes que las de odio. “Hemos recibido mucho cariño de personas anónimas y se nos han abierto las carnes al verlas”, asegura. Entre los mensajes positivos que ha recibido hay algunos como que “con acciones como esta el mundo todavía merece la pena”.
Luis pone en valor el gesto de Luna y destaca que no es nada premeditado y que es algo espontáneo que le ha salido del corazón. “Para mí tiene muchísimo valor”, reconoce casi entre lágrimas, antes de reiterar que “solo hay una mirada para ver ese tipo de actos y lo demás no merece la pena ni tenerlo en cuenta”.
En las últimas horas ha mantenido varias conversaciones telefónicas en las que le pedía que saliera a tomar una cerveza con sus amigas para intentar distraer la cabeza. De su hija solo recibía respuestas negativas: “Me decía que no le salía ir a tomarse algo porque seguía viendo a niños exhaustos en la calle. Está realmente impactada”.
“Le da muchísima pena cómo está llegando la gente que va buscando un futuro mejor. Ella hace lo que deberíamos hacer cualquiera, que es tranquilizarlos y atenderlos. Es gente que viene muy jodida de pasar realidades muy duras”, afirma Luis.
Además, ella también está cansada física y emocionalmente por la situación. El lunes, el día del estallido de la crisis, se acostó más allá de las 4:00 y a las 9:00 estaba de nuevo en la playa del Tarajal para trabajar todo el día. “Repartían alimentos por la noche, atendían a los más desfallecidos... y por la mañana otra vez igual”, relata.
“Yo le decía que en Móstoles me costaba hacerla que saliera a esa hora de la cama, pero la motivación lo es todo”, bromea su padre, orgulloso de la labor de su hija.
Una madrileña en Ceuta
Luna llegó a Ceuta el pasado mes de marzo. Aprovechando que su madre es ceutí y tenía casa en la ciudad, decidió hacer en Cruz Roja Ceuta las prácticas no remuneradas del grado superior de Integración Social [había terminado previamente el grado medio de Atención a personas dependientes] . Hizo las maletas y junto a otras tres amigas cambió el sur de Madrid por el norte de África.
Cuando llegó, comenzó a hacer unas prácticas en las que atiende a los menores no acompañados que están en el centro del Tarajal. Con ellos hace actividades de acompañamiento o alfabetización.
Le gustó todo lo que hacía, así que a los pocos días de trasladarse decidió combinarlas y ofrecerse también como voluntaria. La metieron dentro del grupo de emergencias que, como explica su padre, se ocupa de dar una primera atención a las personas que llegan.
Que las personas a las que ayuda puedan tener coronavirus no es algo que, en palabras de Luis, le preocupe en exceso: “Ella cumple las medidas. Le han hecho varias pruebas de antígenos por intervenir con población de riesgo”.
“Mi hija siempre ha sido echada para adelante y no ha estado aterrada por el virus. Si hay que salir a ayudar a una persona al aire libre y abrazarla con la mascarilla pues lo hace, porque no va a ser el lugar de riesgo más grande para contagiarse”; apunta su padre, que señala que Luna ya ha recibido la primera dosis de la vacuna de AstraZeneca.
De momento y hasta junio (como mínimo, en caso de volver a Madrid), Luna va a seguir la estela de sus padres, ambos han participado en entidades sociales, y va a continuar asistiendo a los migrantes para demostrar que aún se puede creer en el ser humano.