La gran fiesta del coronavirus que inició la pandemia
Vendrán otras pandemias. Es solo cuestión de probabilidad y tiempo.
Por Manuel Peinado Lorca, catedrático en el Departamento de Ciencias de la Vida e Investigador del Instituto Franklin de Estudios Norteamericanos, Universidad de Alcalá; y Luis Monje, biólogo. profesor de Fotografía Científica, Universidad de Alcalá:
No es posible predecir la aparición de una enfermedad infecciosa. Es un proceso accidental en el que un acontecimiento muy poco probable surge como resultado de la conjunción al azar de sucesos independientes.
La trama de la breve pero funesta historia de la actual pandemia tiene unas fases escalonadas que resume la Figura 2. En esa historia hay un día D, en el que una enfermedad endémica que había pasado casi desapercibida evolucionó primero a epidemia subcontinental y luego a pandemia mundial. Ese fue el día en el que una limitada población de contagiados por un virus desconocido alcanzó un número crítico que detonó el crecimiento exponencial.
Antes de entrar en materia, recuerden que no entender el crecimiento exponencial es «el mayor defecto del ser humano», en palabras del físico Albert Barlett. Retomemos el cuento milenario del invento del ajedrez, cuyo creador solicitó al rey que como recompensa bastaba con que se le entregase un solo grano de trigo por la primera casilla, dos por la segunda, el doble de la segunda por la tercera y así sucesivamente hasta que cada casilla recibiese su porción de trigo.
Al principio el número de granos de trigo era bastante pequeño: 1, 2, 4, 8, 16, 32, 64. En las cercanías de la sexagésima cuarta y última casilla del tablero las cifras eran asombrosas: el número final rondaba los 18,5 trillones de granos. Si tiene curiosidad por saber el cálculo que subyace en esa sorprendente contabilidad puede verlo en este enlace. Una sucesión de números como esta, en la que cada uno es un múltiplo fijo del anterior, es el fundamento del crecimiento exponencial (Figura 1).
La aparición de la COVID-19 es el resultado de una excepcional coincidencia de sucesos naturales y sociales no relacionados entre sí que llevó al primer contagio masivo (Figura 2). Todas las evidencias científicas indican que hubo un hospedador intermedio involucrado en la aparición de la COVID-19.
El SARS-CoV-2, un coronavirus estrechamente relacionado con un sarbecovirus del murciélago chino de herradura Rhinolophus affinis, podría haber infectado a varios animales, pero el pangolín es uno de los intermediarios más probables, aunque no esté definitivamente probado.
Se considera oficialmente que la COVID-19 surgió en diciembre de 2019 en el mercado mayorista de Huanan, un distrito de Wuhan. Sin embargo, los datos epidemiológicos muestran que los primeros casos de COVID-19 no estaban relacionados con ese mercado y ese no es el lugar exacto o punto cero de la infección. Los estudios filogenéticos sugieren que el SARS-CoV-2, podría haber circulado en Wuhan a principios de octubre de 2019 y que el virus se propagó lentamente de persona a persona (fase de latencia), antes de que llegara al mercado de Huanan, donde se detectó en diciembre 2019 cuando comenzó la fase de ampliación.
La localización del paciente cero, la primera infección humana, probablemente seguirá siendo una incógnita. La contaminación pudo ocurrir a través de la medicina tradicional, del comercio de animales salvajes destinados al consumo directo o como mascotas, o de cualquier otro contacto entre humanos y el reservorio intermediario del virus. El contacto inicial también podría haber tenido lugar en granjas, ya que las granjas rurales que utilizan guano de murciélagos son entornos favorables para la transmisión de coronavirus a animales domésticos que luego entran en el circuito alimentario humano.
En la fase inicial de latencia, la infección permaneció silente mientras se propagaba al azar dentro de la población sin que se hubiera detectado su presencia, porque es muy probable que los primeros pacientes fueran asintomáticos o que los casos iniciales hubieran sido tomados por los habituales brotes de gripe.
Instalada en un pequeño segmento de la población, sobrevino la epidemia, algo inevitable si se considera el contexto social específico de Wuhan a principios de 2020. Lo que desencadenó la epidemia es la coincidencia simultánea de dos celebraciones importantes en el mismo lugar, lo que situó a muchas personas sanas en contacto con personas infectadas e inició la necesaria fase de amplificación.
El brote se detectó inicialmente en Jiang’an, un distrito en el que las autoridades de Wuhan llevan veinte años promocionando un programa de autogobierno y buenas prácticas medioambientales y urbanas. En ese distrito se celebra todos los años un festival tradicional conocido como Wan Jia Yan (Gran Fiesta de la Familia). La vigésima edición de esta fiesta, celebrada el 18 de enero de 2020, coincidió con la popularísima celebración de Año Nuevo Lunar. Más de 40 000 familias, que prepararon alrededor de 14 000 platos tradicionales, asistieron a una fiesta popular que incluyó un banquete masivo.
Otro paso clave fue la movilidad. Como sucede con las festividades navideñas de Occidente, el Año Nuevo chino está asociado con una movilización masiva hacia los hogares de nacimiento conocida como Chun Yun, y Wuhan es tanto el corazón del Cinturón Económico del Río Yangtzé como un importante nudo nacional de comunicaciones conocido en China como “la puerta de entrada de las nueve provincias”. Se estima que cinco millones de personas abandonaron Wuhan durante el Chun Yun de 2020. Además, Wuhan recibe esos días 1,2 millones de estudiantes universitarios, cuya movilidad durante las vacaciones es extremadamente alta.
Culminada la fase de ampliación e iniciado el crecimiento exponencial, era demasiado tarde para detener la epidemia y las medidas no podían ser más que reacciones tardías. La expansión fue impulsada en focos secundarios por personas que viajaron desde el lugar inicial de la epidemia. En cada uno de estos focos se reiteraron los mismos procesos de latencia, amplificación y epidemia con retardos variables. Es por eso por lo que el SARS-CoV-2 no se detuvo a pesar de las medidas drásticas de contención y cuarentena.
El siguiente paso, la pandemia, fue solo una cuestión de expansión debida al comercio globalizado y a la intensa movilidad internacional de pasajeros como testimonian los más de once mil aeronaves que sobrevuelan cada minuto los espacios aéreos de todo el mundo.
Las medidas de confinamiento decretadas en todo el mundo a partir del 11 de marzo, cuando la OMS declaró la pandemia, lograron frenar la fase de crecimiento exponencial que, de haber continuado hubiera seguido el modelo de la Figura 3. Afortunadamente, el número de casos registrados el 20 de mayo en todo el mundo ascendía a 4,8 millones.
Vendrán otras pandemias. Es solo cuestión de probabilidad y tiempo. Actualmente, el riesgo de aparición proviene principalmente de coronavirus, arbovirus y virus de la gripe. La gripe está muy controlada y hay vacunas disponibles, lo que hace que los coronavirus y los arbovirus sean las principales amenazas que, como el dinosaurio de Monterroso, seguirán ahí cuando despertemos de esta pesadilla.