La Europa que queremos: sostenible y justa
Es momento de actuar para conseguir legar a nuestros hijos e hijas el planeta que queremos: un lugar en el que se vela por la sostenibilidad y la justicia social.
El pasado mes de diciembre la Comisión Europea presentó en el pleno del Parlamento Europeo la que será, sin duda, una de las piezas clave del mandato de la institución dirigida por Ursula von der Leyen: el Pacto Verde Europeo (conocido como Green Deal por su nombre en inglés). Esta ambiciosa propuesta, cuyo desarrollo requerirá de un estrecho trabajo entre las instituciones europeas, no tiene otro objetivo que el de convertir a Europa en adalid de la defensa de la protección mediomabiental, de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y de la contribución a la lucha para frenar el cambio climático que tantos efectos está generando en el planeta y en la salud de las personas. Se trata, a su vez, de defender un cambio de paradigma en el sistema productivo que no es solo bueno, sino que, sobre todo, es necesario.
Nos dirigimos hacia un punto de inflexión de cuyas desastrosas consecuencias, por desgracia, somos testigos cada día: temporales como el padecido en el Levante español hace tan solo unos días, todo tipo de fenómenos meteorológicos extremos y olas de calor históricas verano tras verano. Son solo un ejemplo de las señales que el medio ambiente nos está lanzando para indicarnos que, si no actuamos ya, será tarde para frenarlo.
El Pacto Verde Europeo no es más que la materialización de un sentimiento que lleva ya tiempo instalado entre todos los europeos: es necesario movilizarse ya desde las instituciones y la UE debe liderar esta batalla a nivel mundial. Con este acuerdo la Unión Europea ha dado un importante paso para convertirse en abanderada internacional en la lucha contra el cambio climático. El proyecto planteado requerirá de un importante esfuerzo por parte de todas las instituciones, tanto europeas como nacionales, ya que su transversalidad requiere de una estrecha colaboración para conseguir que en 2050 la Unión Europea logre la neutralidad de emisiones.
Los ámbitos de actuación en los que se basa este acuerdo incluyen: una ambiciosa apuesta por las energías limpias; un cambio en el modelo industrial para hacerlo más sostenible; un sector de la construcción mucho más eficiente energéticamente; una clara apuesta por la movilidad sostenible; el cuidado de la biodiversidad; una clara estrategia para alcanzar una agricultura más responsable con el medio ambiente del que se nutre y una decidida apuesta para eliminar la contaminación de las urbes europeas.
En este gran acuerdo, los Estados miembros partimos de diferentes posiciones en función del compromiso manifestado y materializado por cada uno de ellos. En España, por ejemplo, hemos ido dando pasos previos en la defensa de un modelo mucho más sostenible que ayude a mitigar el cambio climático. De hecho, tenemos muchos ejemplos de procesos de transición de una producción y consumo intensivo y contaminante a otro más sostenible y eficiente. No ha sido fácil y, sin duda, está por concluir, pero estamos transitando en la buena dirección. Sin ir muy lejos, en regiones como la mía, Castilla-La Mancha, hemos trabajado desde hace años para que el 75% de la potencia energética instalada sea renovable. Sin embargo, no podemos negar que esta transformación ha requerido, y sigue requiriendo, un gran esfuerzo económico y social.
Es necesario personalizar lo que significa este cambio de paradigma y ser conscientes de lo que hay detrás de las grandes cifras que a menudo se ofrecen como titulares. Cada cierre de industrias contaminantes y cada reconversión sectorial llevan estampadas las caras de miles de europeos y europeas. Todos esos números escoden las historias de varias generaciones criadas en Mieres (Asturias) y que no han conocido otro oficio que el de la mina. También la de los habitantes de la comarca leonesa de Laciana, que durante décadas han tenido como única forma de vida sumergirse a 800 metros de profundidad bajo tierra en las explotaciones mineras. Un problema que comparten con los vecinos y vecinas de la comarca de Andorra (Aragón), donde, además, es necesario ofrecer alternativas a las industrias contaminantes para evitar que se acentúe el acuciante problema de la pérdida de población. En definitiva, es indispensable tener en cuenta el relato de los miles de europeos que quieren ser parte de este cambio de paradigma pero que necesitan de la ayuda de la UE para lograrlo.
No podemos posponer el cambio de paradigma, pero no podemos permitir dejarlos atrás. Es necesario una ley justa que los tenga en cuenta y que los ayude a reincorporarse a un nuevo mercado laboral enfocado en la lucha contra el cambio climático. Desde el Parlamento Europeo trabajaremos para que esta nueva estrategia se convierta en una oportunidad también para estas personas, que reciban todas las ayudas necesarias para formarse y ser una parte más en esta revolución para frenar el cambio climático.
Es momento de construir la Europa que queremos. Desde la Eurocámara los y las socialistas trabajaremos para apuntalar este Pacto Verde y lograr que este importante reto que tenemos ante nosotros se lleve a cabo desde una perspectiva social para conseguir que este acuerdo se transforme en una oportunidad para todos y cada uno de los europeos.