La enfermedad de Parkinson: 200 años de avances e incertidumbre
La historia del médico que describió la enfermedad y cómo la ciencia sigue trabajando para desentrañarla.
"Es una condición lamentable, en la cual el movimiento es inestable y no obedece al control voluntario. Impide al enfermo deambular con rectitud, como si caminara por una fuerte pendiente". No es necesario forzar mucho la imaginación para darse cuenta de que Galeno, el médico griego al que pertenecen estas líneas, se estaba refiriendo a la enfermedad de Parkinson, cuyo Día Mundial se conmemora este martes 11 de abril.
El clásico cuyas ideas dominaron la práctica médica durante casi un milenio escribió esas líneas en el siglo II. No fue el único: documentos griegos, egipcios y chinos incluso más antiguos que los escritos de Galeno contienen descripciones que encajan punto por punto con la sintomatología de la enfermedad. No fue hasta el siglo XIX, sin embargo, cuando un doctor se decidió a estudiar en profundidad la enfermedad de los temblores.
Se llamaba James Parkinson y la dolencia lleva su nombre porque fue él, en 1817, quien hizo su primera descripción completa. El médico tuvo una atribulada vida debido a sus simpatías políticas y llegó a estar en la picota por defender públicamente a los acusados de participar en un complot para asesinar al rey Jorge III, pero no abandonó su curiosidad científica. Por eso, observó con detenimiento y anotó todos los detalles sobre lo que bautizó como "shaking palsy".
Su ensayo cumple 200 años y eso es lo que da a este Día Mundial un cariz especial. En ese paper, sólo una "exploración", según él mismo advertía, Parkinson relataba los casos de seis pacientes diferentes, después de hacer una descripción general de la enfermedad. Una de las cosas más curiosas de este documento es que dos de los casos que describe no eran de personas que hubiesen pasado por su clínica, sino de individuos a los que observó detenidamente por la calle, en paseos recurrentes.
En su texto, Parkinson da una lección de honestidad: no sólo reconoce que su conocimiento de la enfermedad es primario y que su objetivo es animar a la investigación, sino que escribe una interesante introducción en la que recoge todas las referencias clásicas al síndrome de los temblores. El tiempo le dio justa recompensa a ese gesto honorable con otro gesto honorable: el de Jean-Michel Charcot, el "Napoleón de las Neurosis", uno de los padres de la neurología moderna, que muchas décadas después bautizó a la enfermedad con el apellido del hombre que por primera vez le prestó atención científica.
EL ORIGEN DEL MAL
Lo hizo a pesar de que Parkinson erró en sus teorías sobre la causa de la enfermedad. Para el médico inglés, la dolencia debía atribuirse "a una anomalía de la médula espinal"; pero reconocía no saber nada más: "Cuál es la naturaleza de esa anomalía y si se produce en la médula misma, en sus membranas o en su contenido sigue siendo objeto de duda".
En las últimas décadas, el conocimiento sobre la enfermedad ha experimentado avances significativos. El más importante de ellos es el descubrimiento de las diferencias químicas en los cerebros de los pacientes de Parkinson. Ese hallazgo permitió enfocar la investigación en la dopamina. Es un neurotransmisor fundamental para el movimiento del cuerpo. Por eso, si el cerebro no dispone de la suficiente, los mensajes acerca de cómo y cuándo deben moverse los músculos se transmiten erróneamente, lo que lleva a los característicos problemas de movilidad de los pacientes.
A través de esa vía fue posible entender que una deficiencia de dopamina provocaba la muerte de las células nerviosas que caracteriza al Parkinson y también permitió investigar y diseñar los primeros tratamientos eficaces contra sus síntomas. Más adelante se descubrió que la enfermedad también afecta a otros neurotransmisores diferentes a la dopamina: la serotonina, la noradrenalina o la acetilcolina. Eso explicaría los síntomas no motores de la dolencia.
El conocimiento sobre los mecanismos internos de la enfermedad, sobre sus implicaciones, sobre los tratamientos más efectivos, no ha dejado de crecer en las últimas décadas. Sin embargo, aquella incertidumbre de la que Parkinson se confesaba preso sigue rodeando al mal que lleva su nombre. Por eso, este 11 de abril es una buena oportunidad para revitalizar la esperanza que él mismo expresó en su histórica investigación: "Aunque en la actualidad no conozcamos la naturaleza exacta de la enfermedad, eso no debe ir en contra de nuestra esperanza de encontrar un remedio. Al contrario, hay razones para confiar en que hallaremos una cura".