La "dieta planetaria", el próximo apocalipsis zombi
Multinacionales del sector de la alimentación nos quieren hacer creer que sus productos son verdes.
La epidemia del COVID ha sacudido nuestro mundo de un modo que jamás habríamos imaginado. El aparente salto de un virus entre especies es posiblemente el origen de la dramática situación que estamos atravesando a día de hoy, en la que parece que vivamos en una especie de “día de la marmota” donde escasean los encuentros sociales exteriores y abunda la vida familiar y en la que, de manera general, la alimentación ha supuesto un refugio, un pequeño disfrute que fugazmente nos ha permitido evadirnos de la caótica situación exterior.
Lo cierto es que este pequeño disfrute que hemos encontrado alrededor de la alimentación no es nuevo en nuestro país, pero se ha visto exacerbado en este momento, haciendo valer la enorme variedad y calidad de los productos que tenemos a nuestra disposición.
Sin embargo, si pensabas que nada similar al COVID podría ocurrir, te equivocas y mucho. Se prepara un nuevo apocalipsis zombi, nada espontáneo, al contrario, cocinado con premeditación y alevosía, solo por unas pocas y poderosas manos. Aquellas que tratarán de arrebatarte el disfrute en familia, con amigos, de nuestra dieta mediterránea. Una estrategia que pretende ni más ni menos reformar nuestra manera de comer y relacionarnos, transformándola en un nuevo modelo alimenticio denominado por estos pocos, la “dieta planetaria”.
Se trata de un telefilme al más puro estilo hollywoodiano: nos podemos remontar a la firma de un acuerdo en 2019 entre Naciones Unidas y el Foro Económico Mundial (organización que involucra a líderes políticos, empresariales, culturales y de otro tipo para dar forma a las agendas mundiales, regionales y de la industria), para acelerar la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, un conjunto de metas globales establecidos por la ONU en 2015 para erradicar la pobreza, proteger al planeta, asegurar la prosperidad a todos y… transformar el modelo alimenticio mundial.
La dieta elegida por el Foro Económico Mundial para 2050, la dieta planetaria, es una dieta semi-vegetariana que ha sido propuesta por la Comisión EAT-Lancet donde carne, huevos, pescado y/o lácteos tengan una presencia muy reducida. Los autores también respaldan un enfoque vegetariano completo o vegano suplementado, eso sí, con vitamina B12 sintética.
Es una debacle alimenticia donde muchos de los productos que vemos habitualmente en nuestros platos están abocados a desaparecer. ¿Pero quién conforma esta Comisión EAT-Lancet que plantea desbaratar nuestra manera de alimentarnos? Se trata de un entramado formado por científicos que trabajan íntimamente con FreSH, una alianza del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD), organización global dirigida por directores ejecutivos de más de 200 empresas líderes que trabajan juntas para acelerar la transición hacia un mundo sostenible. En definitiva, un poderoso pilar industrial y económico de alianzas empresariales encabezado por multinacionales del sector de la alimentación, unidas ¿altruistamente? para transformar nuestra manera de comer y relacionarlos.
EAT-Lancet no esconde su pretensión. De hecho, se autodenomina en sus redes sociales el “Davos de la alimentación”, y en 2021 pretende impulsar su agenda política para empezar a cambiar drásticamente nuestra pirámide alimenticia bajo el pretexto de cuidar de nuestra salud y del planeta. Sus pretensiones ya se han hecho eco incluso entre las políticas europeas donde podemos leer gran parte de sus argumentos y objetivos en la recientemente lanzada Estrategia de la Granja a la Mesa del Green Deal.
Tampoco sorprende que una de las retóricas recurrentes de alguna de las multinacionales miembro de FreSH sea el mensaje anti-carne. De hecho, están poco a poco presionando al consumidor a posicionarse entre lo animal y lo vegetal, ocultando que el verdadero problema de salud pública de nuestra sociedad se encuentra en el consumo creciente de productos ultraprocesados.
EAT se plantea cambios en las políticas mundiales que promuevan paulatinamente el descenso del consumo de carne y leche para sustituirlos, entre otros, por carne producida en el laboratorio y productos elaborados a base de plantas. Entenderán ahora mejor el supuesto carácter altruista de FreSH o que el premio medioambiental más prestigioso que concede Naciones Unidas tuviera por destinatario en 2018 a la empresa Impossible Foods, una compañía centrada en la producción de proteína alternativa de laboratorio y cuyo CEO afirmaba recientemente su intención de empujar a la ganadería hacia la espiral de la muerte tras hacerse con una parte importante del mercado de la carne de vacuno. ¿Será esta la salvación del planeta que pretende la ONU?
¿Pero realmente estos productos son más sanos y sostenibles? Lo cierto es que sabemos muy poco de ellos, pero si leemos la etiqueta de alguno de los que encontramos en el mercado, la composición principal de estos productos ultra-procesados no son las plantas, sino más bien aditivos y extractos, cuyos beneficios para la salud deberían estudiarse más en detalle. Pero además el coste medioambiental de su fabricación está todavía por determinar, lo cual hace imposible su comparación con la ganadería.
Lo dramático es que a pesar de la falta de información respecto a los efectos y el impacto tanto para la salud o para el cambio climático de lo planteado por la dieta planetaria, sus objetivos de reducción para carne o leche ya los han asumido incluso un conjunto de ciudades llamado C40, entre las que se encuentra Barcelona, y que plantean un objetivo progresivo de reducción respecto a algunos productos básicos de nuestra alimentación para 2030 e incluso su total desaparición para 2050.
Los argumentos parecen imbatibles: cambio climático, salud, bienestar animal… y lo preocupante es que los adolescentes están comprando su retórica con increíble facilidad, pero las alternativas planteadas y los intereses privados que los manejan son el auténtico problema. Afortunadamente, cada vez hay más científicos alertando de estos planteamientos, pero las presiones son enormes, como afirmaba recientemente Frederic Leroy, profesor de la Facultad de Ciencias y Bioingeniería de la Universidad Libre de Bruselas.
Ahora mismo es innegable la necesidad de trabajar en un modelo económico mundial que sea más sostenible, esto concierne a la alimentación, sí, pero hay muchos otros sectores con un impacto mucho mayor respecto al cambio climático en los que es más prioritario trabajar. Estoy segura de que en el futuro seremos más conscientes del origen y la manera en que se producen los alimentos para tratar de cuidar mejor del planeta, pero discrepo totalmente que la dieta planetaria sea la solución, al menos en España, uno de los países con la mejor y más sana dieta del mundo, según Bloomberg. ¿Se imaginan un nuevo confinamiento sin poder ni siquiera poder disfrutar con libertad de nuestra dieta mediterránea en familia?