La danza, el patito feo de la Cultura en España que quiere ser cisne
Los pocos espectáculos y la ausencia de un teatro estable, algunas de las razones por las que algunos bailarines españoles emigran.
Se habla de la crisis de las salas de cine, la música en vivo lucha por recuperarse después de la crisis de la pandemia y la cultura en general pide a gritos más apoyo institucional. Mientras, la danza continúa siendo invisible y en una situación precaria en España.
A día de hoy, las compañías públicas, es decir, la Compañía Nacional de Danza y el Ballet Nacional de España carecen de lo más básico, un teatro donde presentar sus propuestas. Además, son centenares los bailarines que dejan el país para desarrollar sus carreras en el extranjero. Tamara Rojo, José Carlos Martínez, Lucía Lacarra o Alicia Amatriain son estrellas internacionales y todos han tenido que emigrar para poder dedicarse a la danza.
Aitor Arrieta también es uno de ellos. El vasco dejó la Compañía Nacional de Danza por el English National Ballet de Londres, donde ahora es bailarín principal. “Me di cuenta de que quería bailar más. En mi tercer año con la compañía hicimos Don Quijote, que era mi primer ballet completo. Me di cuenta de que quería hacer mas ballets completos y acostumbrarme a subir al escenario más, para estar más cómodo en él”, relata el bailarín, que mientras trabajaba en España era consciente de que la danza “era la última de la fila”.
“La situación de la danza en España no es buena”, declara rotunda Ana Abad Carlés, historiadora y profesora del Grado en danza en la UCAM. “La situación es global. Desde la caída del muro de Berlín, cuando el ballet era un emblema cultural entre el bloque soviético y Occidente, las artes, y en particular la danza, han sufrido mucho en las inversiones públicas. Las artes ya no se ven como algo necesario. Pensábamos que la pandemia iba a cambiar esto, pero no ha sido así. Por eso, en un contexto de repliegue, la danza en España, que no ha tenido tradición, sufre todavía más.”, añade Abad Carlés.
La historiadora, que ha estudiado el impacto de las compañías nacionales en el legado cultural del país, consultó hace años las notas de prensa del INAEM sobre Ballet Nacional de España Clásico (hoy Compañía Nacional de Danza) durante la Transición. “La compañía nace con la idea de que ningún bailarín tuviera que marcharse fuera de España, algo que evidentemente no ha funcionado”, cuenta Abad Carlés, que cree que hay un problema de base desde la creación de las compañías públicas. “En la Transición, parece que vieron que otros países tenían compañías y debieron pensar, ‘pues nosotros también’, pero no pensaron cómo, ni pusieron objetivos para las mismas”, añade.
Para Abad Carlés, para fundar una compañía nacional hay que tener dos cosas básicas que vienen de la herencia de Diaghilev, el fundador de los ballets rusos. Son la escuela y el teatro, y ahora mismo la CND y el Ballet Nacional, que reparten sus actuaciones entre giras por España, el teatro de la Zarzuela y una presencia anecdótica en el Real, carecen de ellas.
Sin teatro estable para las compañías nacionales
La petición de un teatro para las compañías nacionales es una demanda histórica que lleva años demorándose y que, parece, comienza a ver la luz al otro lado del túnel. El pasado abril, el Ministerio de Transportes anunció que el proyecto entraba en fase de ordenación de los terrenos de la antigua estación de Delicias, en Madrid, donde está previsto que se ubique la sede del Ballet Nacional de España y Compañía Nacional de Danza.
“Los orígenes del acuerdo para la ubicación Teatro Nacional de la Danza en los terrenos de la antigua estación de Delicias se remontan a octubre de 2018, fecha en la que ya se firmó un Protocolo general de Actuación que establecía las bases para destinar la zona a uso público y con equipamientos sociales y culturales, entre los que se planteaba un nuevo proyecto de infraestructura escénica del Ministerio destinado para la difusión y promoción de la danza y como sede futura a largo plazo de las compañías nacionales de danza”, explican desde el Instituto de las Artes Escénicas (INAEM), sobre la naturaleza del proyecto.
Como reconocen desde el organismo, que regula las artes vivas dentro del engranaje del Ministerio de Cultura, el proyecto todavía está en una fase “muy incipiente”. La idea es que además de un teatro donde las compañías puedan tener temporadas largas y estables como en resto de Europa, sea el lugar para hacer iniciativas de difusión y de aprendizaje, aunque se desconoce si se incluirá la creación de una escuela.
Para Abad Carlés, el teatro es fundamental para que la ciudadanía sepa que las compañías existen. “Hay poca visibilidad. En España no existe un concepto de qué es una compañía como en otros países de Europa, no hay una realidad escénica. Tampoco hay formación para el público, porque aquí no se puede hacer lo que se hace en Londres de ir a ver un espectáculo cuando quieras. Entonces si no hay una realidad escénica, es como si no existiera”, reflexiona. La historiadora insiste en que “no pueden presentarse unos días, unas cuantas veces al año. Deben ser compañías con un teatro estable en el que poder estar toda una temporada que puede durar meses o todo el año, según los modelos existentes”, y que es necesario que haya un objetivo, una buena gestión y unas directrices claras marcadas desde el ministerio sobre lo que debería ser la esencia de la compañía.
Poder bailar más es una de las razones por las que Arrieta decidió dejar España. “José Carlos Martínez, mi director en aquella época, me ayudó muchísimo y crecí mucho artística y técnicamente gracias a él, pero llegó un momento que necesitaba irme para poder crecer más y tener diferentes experiencias con diferentes coreógrafos. También sentí que quería irme a una compañía mas grande, que tuviesen más espectáculos durante el año”, relata el bailarín.
Otro de los problemas de no tener una línea clara de actuación, según Abad Carlés, es que después de 40 años de historia “no hay escuela ni repertorio porque no ha habido continuidad”. “De los programas originales de la compañía no queda nada, con lo cual no hay una idea de legado artístico. Las compañías nacionales tienen que tener nuevas creaciones, pero también tienen un valor casi museístico de conservación para mantener la cultura e identidad de la compañía. Pero a ese valor histórico y artístico no se le está dando relevancia, no se le da peso”, añade la historiadora.
Para la profesora, si hubiera un teatro donde hay temporadas estables, sería más fácil poner precios asequibles y que el público pudiera conectar con la danza. “Que se vea como algo elitista nos mata, porque lo saca de la vida diaria”, sentencia. “Necesitamos entradas asequibles, y danza todas las semanas para todos los públicos. Fuera de España esto está normalizado y se da. La entrada principal puede ser más o menos cara, pero la más barata no puede costar 60 euros porque eso no hace público. Estamos fallando en la base, porque el público se crea y se educa. Es un trabajo de pico y pala”, insiste.
La precarización del sector y de los bailarines
“Yo ya no vivo de mis espectáculos, he tenido que buscar alternativas para sobrevivir”. Lo cuenta Samuel Retortillo, bailarín, coreógrafo, gestor y director de FIVER, que ha pasado por varios campos del sector. Él define la situación de la danza como “compleja” y pone el foco en el bienestar de los bailarines, la precarización en la que se encuentran y la necesidad de una red de apoyos para que puedan desarrollar en buenas condiciones sus carreras.
Para Retortillo, la danza siempre ha tenido “dificultades históricas porque es un arte de final de espectáculo”. ”Lo que se espera de un bailarín es que actúe, pero hay un problema invisibilizado porque dices, dónde entreno, no tengo dinero ni para comer. Si un bailarín se pone enfermo, va a volver a enfermar, porque no se ha cuidado y no tiene sistema inmunitario. Hay que cuidar bien la materia prima que es el cuerpo, profesionalizar al bailarín”, reflexiona el coreógrafo.
“La danza tiene muy poca fuerza, no tenemos cultura de valorar a los artistas. Un artista normal tiene miedo a reclamar, se siente mal y el que programa le dice ‘¿Cómo te voy a pagar 1.000 euros por unos saltos?’ Es un mundo precario porque no ha habido presión ni desde el punto de vista institucional ni desde la profesión para buscarle un encaje en la sociedad. La danza en España tiene un problema de relato”, añade Retortillo.
El gestor cree que es necesaria una “mirada de cuidados, autocrítica y un plan a medio-largo plazo anticipándose, para que el futuro sea mejor de lo que es el presente”. “Cuando los jóvenes terminan sus estudios de danza es un gran tortazo. Necesitamos encajar y ser queridos. Que no nos pregunten con cuarenta años, ’¿A qué te dedicas?”.
Políticas para que la danza exista
Desde el INAEM, informan de que este mes de abril se ha realizado “un incremento histórico del 42% en las ayudas ordinarias al sector, que por primera vez alcanzan los 20 millones de euros. En concreto, este año 9.424.892 euros se destinarán a las subvenciones de música, lírica y danza; lo que supone una mejora del 52% respecto al ejercicio anterior (en el que se destinaron 6.205.482 euros para esta modalidad)”.
Sin embargo, para Abad Carlés, Retortillo y Arrieta hacen falta más esfuerzos y que las líneas de actuación no se limiten a dar dinero sin más. “Puedes dar ayudas para dinamizar al mercado, o ayudar de otras formas, porque además la centralización no ayuda. Sería bueno que la danza ocupara otros lugares, como el mundo rural”, defiende Retortillo, que señala la relación de la danza con el deporte.
“El cuerpo es nuestra herramienta, pero en el caso del deporte tienen muchas ayudas estructurales, la danza no. Por ejemplo, los polideportivos con dinero público para entrenar y prepararse. ¿Por qué no se hacen polideportivos de danza con espacios flexibles y con salas de ensayo? Solo las ciudades grandes tienen sus espacios, pero todos dependiendo de algo, como los Teatros del Canal (Madrid). Hacen falta centros coreográficos independientes”, señala el gestor, que propone exportar las cosas buenas de otros países. “Francia tiene una red impresionante de centros de danza por todo el territorio, e Inglaterra tiene un Dance Council para que la danza forme parte de la interacción social”, explica.
Para Arrieta, hay que convencer al gobierno y a las instituciones de que la Cultura es uno de los pilares de un país, y denuncia que en España apenas hay compañías de danza con salarios fijos. “En otros países como Alemania hay compañías en casi todas las ciudades. Creo que si hay mas compañías el público crecerá, ya que, ya hay un gran público en España”, opina el bailarín, que también menciona la aportación económica del Arts Council, cuyo primer presidente fue Keynes, en Reino Unido.
“Desde el propio sector tampoco las voces han sido muy reivindicativas”, apunta Abad Carlés, que cree que si no se pelea desde dentro, el problema no llegará las instituciones.“Si no hay visibilidad, ¿qué relevancia va a tener? La danza un arte muy invisibilizado en España”, añade.
“Hay que repensar el sistema entero o, más bien, plantearlo por primera vez. Crear un ecosistema en el que los artistas puedan vivir. “Si queremos que la danza sea relevante, tenemos que reivindicarnos como artistas y eso se hace por la educación de públicos y artistas y por la creación e interpretación del repertorio. Si no hay un buen suelo, no puedes plantar”, concluye Abad Carlés.