¿Qué está pasando con los cereales? La crisis, explicada para quien no sabe de economía
“Sin iPhone podemos vivir, pero sin comer es un poco más complicado”. ¿De verdad estamos abocados a una crisis alimentaria?
El trigo como “arma de guerra”. No era la primera vez que se usaba esta expresión, pero esta semana la pronunció el papa Francisco, apelando una vez más al fin de la guerra de Rusia contra Ucrania. “Existe gran preocupación por el bloqueo del trigo, del que dependen millones de personas, especialmente los países más pobres”, reconoció este miércoles el pontífice en la plaza de San Pedro. “Por favor, que el grano, alimento de base, no se use como arma de guerra”, pidió el papa.
Un día antes de que el papa tratara de interceder, los líderes de la Unión Europea también exigieron a Rusia que permita las exportaciones de alimentos desde Ucrania para evitar una crisis global. Cada día, la amenaza del hambre resuena con más fuerza, azuzada por el clima, los vetos y, por supuesto, la guerra, que ya ha cumplido cien días. En algunos países, no obstante, la falta de alimentos dura más. El cambio climático –sequías, inundaciones y olas de calor– ha llevado a los países de África Oriental, y más recientemente a India, Pakistán y Bangladesh, al “borde del colapso”, tal y como denuncian las organizaciones.
Como explica Ernesto Fuente, profesor de EAE Business School que cita datos del Banco Mundial y las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), los grandes desencadenantes de los problemas actuales de inseguridad alimentaria son: las conflictos de todo tipo –desde arancelarios, que empezaron con la época de Donald Trump, hasta bélicos, algunos cronificados, principalmente en África–; las duras condiciones socioeconómicas instaladas en determinados territorios; las catástrofes naturales; el cambio climático; e incluso las plagas.
A esta retahíla con final un tanto bíblico hay que sumar ahora el conflicto más reciente y que más ha desestabilizado el mundo occidental: la invasión rusa de Ucrania. La crisis llama a las puertas de Europa, y se extiende más allá a modo de efecto mariposa.
El ‘granero de Europa’, desgranado: una “tormenta perfecta”
Según Qu Dongyu, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hay medio centenar de países en el mundo que obtienen un tercio de su suministro de trigo de Rusia y Ucrania. Ahora mismo no pueden acceder a ello por dos motivos que van de la mano: el bloqueo de los barcos ucranianos en el mar Negro por parte de Rusia y el veto al comercio ruso por parte de las principales potencias.
“Rusia y Ucrania exportan el 30% del mercado de cereales del mundo”, señala Ernesto Fuente, de EAE Business School. Juntos proporcionan el 19% del suministro mundial de cebada, el 14% de trigo y el 4% de maíz. De ahí que se les considere ‘el granero de Europa’, y que las consecuencias de esta guerra sean, también, alimentarias.
Ernesto Fuente describe una “tormenta perfecta”, un colapso en la cadena de suministros –“problemas con el transporte de contenedores, barcos, cuellos de botella…”– parecido al que se vivió al comienzo de la pandemia con determinados artículos cotidianos y del sector de la electrónica. Pero ahora las implicaciones son “distintas, y diría que peores”, añade Fuente. “Porque sin iPhone podemos vivir, pero sin comer es un poco más complicado. En África, India, Pakistán y Bangladesh esto ya está ocurriendo”, afirma.
Cuál es el problema con el cereal
En realidad, es más de uno. En palabras del profesor Ernesto Fuente, “la situación se ha ido de las manos, del propio Putin y de todo el mundo”. Y ahora es difícil desenredar la maraña.
Lo primero es que Rusia tiene bloqueados los puertos ucranianos del mar Negro, que a su vez han sido minados para evitar el desembarco ruso, de modo que hay 22 millones de toneladas de grano ucraniano sin salida, de momento. Turquía y la ONU dicen estar ya cerca de un acuerdo para abrir un corredor con el que poder sacar 20 millones de toneladas de grano a los mercados mundiales. Europa ha denunciado además que Rusia ha bombardeado los silos ucranianos donde se guarda el grano y ha cubierto de minas campos cultivables. Según cálculos de la FAO, casi el 30% de las zonas de cultivo de Ucrania no podrán cosecharse este año por culpa de la guerra.
Luego está la otra cara de la moneda, la de las sanciones a Rusia. “Hay cantidad de puertos donde los barcos rusos no son bienvenidos”, apunta Fuente. “Y esto incrementa el problema”, teniendo en cuenta que Rusia exporta incluso más trigo (18%) que la propia Ucrania (7%).
Europa no es la más afectada por la carestía del cereal, pero sí el Mediterráneo más meridional: Egipto y Turquía dependen hasta en un 70% de las importaciones de cereal ruso-ucraniano.
¿Y España? Según indica el Ministerio de Agricultura, España es “un importador neto de cereales”, sobre todo para la elaboración de piensos de animales. La propia Unión Europea exporta cereales –hasta 24 millones de toneladas al año, con Francia a la cabeza de la producción–, pero también importa, principalmente maíz.
¿Se podría sacar el grano de Ucrania por tierra?
De momento, parece bastante complicado, aunque no imposible. Varios líderes europeos ya se han pronunciado al respecto. El primer ministro italiano, Mario Draghi, sostiene que “organizar el transporte por vía ferroviaria” es “más fácil que liberar los puertos”, aunque por tierra el traslado sería más lento y menos cuantioso.
Ernesto Fuente explica que existe un problema añadido para sacar el grano por ferrocarril. “Ucrania tiene un ancho de vía mayor que el europeo”, señala. Así, su salida hacia Rumanía o hacia Polonia implicaría “hacer trasbordo de mercancías en la frontera o, como se hacía antes en España, levantar el coche y cambiar las ruedas por debajo del tren”, propone el profesor, que aclara que esto sería “supercomplicado”.
Incluso aunque todo esto funcionara, “se estima que podrían sacarse 600.000 toneladas de trigo al mes” –apunta Fuente–, lo cual equivale aproximadamente al 2,5% de lo que Ucrania tiene almacenado en sus silos.
Qué tiene que ver India en todo esto
Con la crisis desatada en el llamado ‘granero de Europa’, muchos miraban hacia India, segundo país productor de trigo. Esta opción se desvaneció a mediados de mayo, cuando el país anunció que suspendía sus exportaciones de trigo de forma inmediata con el fin de controlar el aumento de los precios, que se estima en un 40% en lo que va de año.
Según datos del Departamento de Agricultura estadounidense, India posee un 10% de las reservas mundiales de grano, pero ante las sequías y las olas de calor extremo que está viviendo, sumadas al contexto de guerra, ha optado por el proteccionismo y el cierre de mercados. Ahora se teme que otros países tomen también esta vía, y que el comercio quede aún más desestabilizado.
¿Y qué ocurre con los fertilizantes?
Aunque pase relativamente desapercibido, la crisis de los fertilizantes (abonos para los cultivos) también tiene mucho que ver en todo esto. “No se habla lo suficiente, pero este tema está impactando con fuerza en la producción mundial agrícola y ganadera”, avanza Ernesto Fuente.
Por si no fuera suficiente, Rusia es el principal productor de fertilizantes del mundo. El profesor indica que más del 50% de los fertilizantes que se utilizan en el campo se producen en Rusia o Bielorrusia, siendo Bielorrusia otro país afectado por las sanciones por colaborar con el régimen ruso.
La falta de fertilizantes, y su consiguiente encarecimiento, está mermando a su vez las cosechas, pues la producción de los cultivos cae a falta de esos abonos. La urea, uno de los fertilizantes esenciales, ha incrementado su precio hasta en un 300% en los últimos meses.
Qué es lo que dice Putin
Algo así como ‘pío, pío, que yo no he sido’. El pasado domingo, Rebeca Grynspan, secretaria general de la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), se reunió en Moscú con el viceprimer ministro ruso, Andréi Beloúsov, para abordar la crisis alimentaria.
Según trascendió después, el presidente Vladimir Putin expresó su disposición para “hallar vías” de exportación de los cereales desde Ucrania, aunque descartó cualquier tipo de responsabilidad y echó la culpa de la crisis a las sanciones.
El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, añadió después que su país está dispuesto a facilitar la salida de buques cargados de grano cuando Ucrania desmine los puertos. “Si se resuelve el problema del desminado (...) la Armada Rusa garantizará en alta mar el paso sin obstáculos de estos buques al mar Mediterráneo y otros destinos”, aseguró Lavrov.
Pero este viernes, Vladimir Putin justificó que los problemas alimentarios a nivel global comenzaron “mucho antes” que la “operación militar” y defendió que todo “comenzó a perfilarse desde febrero de 2020 durante la lucha contra las consecuencias de la pandemia de coronavirus”.
El mandatario ruso culpó a las sanciones europeas y calificó las decisiones de los países europeos de “política miope” y decisiones “erróneas” contra los fertilizantes rusos. Unas medidas con las que cree que se “empeorará la situación en los mercados mundiales”.
Entretanto, ¿qué está pasando con el precio de los alimentos?
Lógicamente, que se ha encarecido. El ministro español de Agricultura, Luis Planas, hablaba hace unos días de una situación de inflación “excepcional”, que comenzó con la pandemia y se acentúa ahora con la guerra.
A escala mundial, los últimos datos arrojan una noticia buena y una mala. La primera es que, según anunció la FAO, en mayo bajó el precio de los alimentos con respecto al mes anterior, por el descenso de los lácteos y los aceites vegetales –gracias a que Indonesia, principal exportador de aceite de palma, ha suprimido su veto a la exportación–. La mala es que los precios siguen siendo un 22,8% más altos que en mayo de 2021 y es, precisamente, por la subida del cereal. El índice de precios de los cereales volvió a subir un 2,2% respecto a abril, especialmente el trigo (+5,6 %) debido a la prohibición india de exportar este cereal y al bloqueo en Ucrania.
El profesor Ernesto Fuente resume la actual crisis con un par de frases simples pero esclarecedoras: “No toda la culpa es de la guerra, pero la guerra lo ha roto todo. Así que, o la frenamos, o la cosa va a peor”.