La confesión de Íñigo Errejón sobre el 15-M diez años después de su estallido
Este sábado es el aniversario del movimiento que abarrotó las plazas en numerosas partes de España.
El líder de Más País, Íñigo Errejón, ha confesado esta mañana ante las cámaras de TVE que, echando la vista atrás, quizá durante el 15-M les sobró algo de “soberbia” y “entender al que estaba enfrente”.
“A veces nos sobró soberbia y nos falto entender que el que esta enfrente siempre tiene algo de razón”, ha asegurado. “Con treinta años, muchas veces te crees que lo has inventado todo”, ha añadido. “Quizá fue eso, un punto de adanismo y de prisa”, ha rematado.
Este sábado se cumplen 10 años de aquel 15 de mayo de 2011 en el que miles de “indignados” salieron a las calles y tomaron las plazas para expresar su hartazgo de la clase política y los poderes económicos.
Los jóvenes fundadores de Podemos fueron quienes, entre otros, planearon hacer del 15M un espacio electoral con la potencia de la figura de Pablo Iglesias, ahora de retirada. Cogiendo el guante de quienes les invitaban a presentarse a las elecciones y al grito de “Sí se puede”, se reivindicaron como herederos de ese movimiento que cuestionó los cimientos de la democracia, marcó historia y traspasó fronteras.
Para Errejón, el 15M supuso un verdadero terremoto en el sentido común español. “A partir de ese día muchos de los sufrimientos, preocupaciones y frustraciones que se vivían en silencio o como problemas privados pasaron a convertirse en problemas políticos de primer orden”, cuenta a Efe. “Y entre todos ellos se fraguó una relación -una cadena de equivalencias- que los unía entre sí. Todo eran cuestiones no solucionadas en el “país real”, de las que “el país oficial” no se ocupaba ni Nadie tenía mucha fe en que fuesen a ser solucionadas por el sistema político existente”, asegura.
“Fue una auténtica irrupción popular que puso patas arriba la política española, la esfera y la discusión pública, puso a la defensiva a las élites e hizo de las razones de los indignados las razones de una amplia mayoría social que quería refundar nuestro país. No se trató de una reagrupación de la izquierda y los convencidos, sino de un movimiento transversal y popular que conectó con los problemas de la vida cotidiana y una voluntad de regeneración nacional. Por eso tuvo tanta fuerza”, señala.
“Hoy, a una década, parece que atravesamos un clima contrario, de ofensiva cultural de los reaccionarios que no quieren radicalizar la democracia sino estrecharla. Pero la brecha entre los temas del país oficial y los del país real se ha vuelto a agrandar, la vida cotidiana se ha vuelto a llenar de inseguridad e incertidumbre y las razones y deseos de los de abajo tienen de nuevo que encontrar la forma de abrirse camino”, sostiene.
“Así avanza la democracia en la historia de los pueblos, con mareas que suben, que siempre bajan después, pero que siempre vuelven a subir. Lo importante son las conquistas en derechos que dejen las que suben, y las lecciones que dejen las que bajan”.