La circunscripción exterior como única vía para dar voz a los emigrantes
En la primera semana posterior al 28 de abril, Pedro Sánchez se está reuniendo con los partidos políticos más votados en estas elecciones.
Se reunirá con partidos de ámbito nacional y también con partidos nacionalistas que tendrán gran poder en las decisiones y tendrán también en su mano la longevidad del nuevo gobierno.
La suma de votos obtenidos por cinco de estos partidos (Esquerra Republicana de Catalunya, Partido Nacionalista Vasco, Junts per Catalunya, Coalición Canaria y Bildu) suman 2 millones y trescientos mil votos, 34 escaños.
Nadie duda del poder que tradicionalmente estos partidos muy localizados, y con un programa que solo se preocupa de sus votantes en sus comunidades autónomas, tienen en la formación del futuro y pasados gobiernos. Aznar llego a hablar catalán en la intimidad, para así ganarse los votos del “honorable” Pujol.
Pues, sin dudar del poder ganado legítimamente por estos partidos en las urnas, y expresando aquí los sueños de muchos en el exterior, a mí me gustaría que los emigrantes tuviéramos ese mismo poder de persuasión y negociación en nuestros partidos políticos.
No olvidemos que somos más de 2 millones y medio de españoles fuera de nuestro territorio nacional. En los últimos 10 años esta cifra ha aumentado en 1 millón más de españoles, que vivimos, por elección propia, por nacimiento (al ser hijos de emigrantes), o por haber sido expulsados por la falta de posibilidades de trabajar y de tener una vida digna en nuestro país.
¿Se imaginan un partido político que fuera por y para emigrantes, en una utópica circunscripción exterior? Y digo utópica no por creer que sería inviable, sino porque los partidos mayoritarios no tienen ningún interés en que esto llegue a ser una realidad.
¿Se imaginan que españoles nacidos en Rabat, Berlín, o Canberra pudieran representar a toda la emigración y pudieran desde sus escaños forzar la mano a un Gobierno, para agilizar las mejoras que desde el exterior llevamos reclamando décadas?
Pues esta propuesta, ante una España que envejece, pero que crece y mucho en el exterior, tendrá que empezar a coger fuerza para así lograr que lo que no nos han dado legítimamente a través de una institución totalmente olvidada y menospreciada, como es el Consejo General de la Ciudadanía Española en el exterior (CGCEE) llegue a través de nuestra voz clara y directa desde un asiento en el Congreso de los Diputados y se obtenga.
Muchos consejeros han pasado por este órgano consultivo del Gobierno (el CGCEE), trabajando de manera voluntaria y aprobando propuestas que luego se quedaron en el cajón. Mucha dedicación altruista, sin las retribuciones, dietas y mamandurrias que a los diputados se les otorga sin pestañear. Ese trabajo es igualmente o quizás más representativo de los españoles que les votan en sus países de residencia, (pues se les elige también en los Consejos de Residentes de Españoles de las demarcaciones consulares).
En los próximos cuatro años, quizás, si se reivindica y se escucha, de manera frecuente y alta, la exigencia de una circunscripción exterior (la provincia 53), quizás pase de ser una idea de” algunos de afuera” a una posibilidad a tener en cuenta, una opción a ser discutida por el gobierno y la oposición.
No hablamos de Zimbabue, de San Marino, o de Omán, países que demuestran que esta idea es posible. Hablamos de Italia, Francia o Portugal, países que probablemente se asemejen más al nuestro, y que ya recogen la circunscripción exterior como parte de su sistema electoral.
En Francia, la Circunscripción de Ultramar designó en las últimas elecciones de la UE a 3 de los 72 eurodiputados que le corresponden a este país. De un total de 577 escaños, la representación “del exterior” en la Asamblea Nacional francesa es de 27 representantes.
En Italia son 12 los miembros de la Cámara de Diputados que son elegidos por sus emigrantes, de un total de 630.
Cuando vemos estos datos, estos escaños, estas voces que hasta ahora no se han oído en el Congreso de los Diputados de nuestro país, no podemos contentarnos y estar de brazos cruzados con las migajas que se nos conceden; por eso, es hora de exigir lo que nos corresponde.
Quizás el primer paso sea formalizar la queja y proponer un nuevo modelo a las instituciones; quizás simplemente se ha decidido ignorarnos y hemos pinchado en hueso, y nada podrá salir adelante en esta materia, ya que no hay voluntad política para redistribuir unos 30 escaños en países donde los grandes partidos no se aseguran el control de estos asientos.
Y quizás la Unión Europea podría tomar cartas en el asunto, para asegurarse de que no hay discriminación entre los ciudadanos de diferentes países que la conforman, debería asegurarse de que la lucha por los derechos civiles de sus ciudadanos lleva a obtenerlos homogeneizándolos en todos los países miembros, y dando el mismo valor al voto de un ciudadano español en Bogotá, que al de uno francés en la Martinique, o al de un italiano en Nueva York.
Si España no nos escucha, intentemos influir con nuestros votos en las próximas elecciones de la Unión Europea del 26 de mayo, a que ganen partidos que, desde Bruselas, fuercen a nuestro gobierno a seguir el ejemplo marcado por nuestros vecinos, hacia un modelo de representación que escuche a los emigrantes.