Juan Rulfo, un siglo de un creador interdisciplinar y un autor contemporáneo
Hay vidas que se alegran de dejar el pasado y se entristecen de llegar al futuro. Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno nació con los resuellos de la Revolución mexicana el miércoles 16 de mayo de 1917, en Sayula, Jalisco. Creció con esos ecos revolucionarios mientras empezaba a dejar la niñez tras la muerte de su madre a los 7 años, y luego a los 11 la de su padre. Se hizo adolescente con la zozobra de las guerras cristeras, vivió la juventud con trabajitos oficiales aquí y allá, pasó a la adultez recorriendo su país como empleado de una compañía de llantas. De ese rebuscarse la vida salieron dos libros inolvidables: El llano en llamas, en 1953, y Pedro Páramo, en 1955. Su nomadismo continuó al trabajar para el Estado en proyectos clave para la modernización del país que le permitieron ser testigo del péndulo de la gracia y la desgracia del progreso. Luego afianzó su etapa con el cine, donde tuvo tantos amigos y tantos aprendieron de él. Entre trabajos y escrituras recreó su arte de la fotografía. Juan Rulfo murió el martes 7 de enero de 1986, en Ciudad de México, donde quiso vivir desde los 15 años.
Nadie con tan poco consiguió tanto. Nadie con tan poco ha influido tanto.
Juan Rulfo viajaba horas y horas. Veía el mundo desde la ventanilla de autobuses y carros abarrotados de bullicio, de historias personales, y se internaba en los silencios de ese México impetuoso y solitario que empezaba a abandonar el campo para ir tras el progreso. Fue testigo privilegiado del tiempo en movimiento y su rastro en el rastro que dejaba la gente por ir en pos del cambio.
Vivencias, imágenes y voces que cobraron vida en sus cuentos y su novela breve. Páginas pobladas de seres vivos y no vivos como ánimas en pena. Y, como muchos, impulsados e ilusionados por sus sueños nobles o vengativos.
Su literatura ha influido a muchos escritores en español. Y a millones de lectores. Fue un amor infantil a primera lectura en el caso de Cristina Rivera Garza. Fue el impacto de leer Pedro Páramo en la secundaria. Desde entonces, la escritora mexicana ha estado prendada de la obra de Juan Rulfo. Su sombra la acompaña, o la suya a él.
En el camino, Rivera Garza reescribió palabra por palabra Pedro Páramo.
Todo empezó con una lectura preadolescente, siguió con otra en su etapa juvenil y continuó con un viaje de no regreso para seguir las huellas de su Juan Rulfo en busca de las raíces de su creación literaria. De los lugares que pudieron inspirarlo. Lo que empezó como un viaje tras Rulfo, terminó convertido en una mirada histórica sobre México a través de Rulfo, sobre sí misma y sobre el arte silencioso de un artista interdisciplinar.
Un periplo literario, social, histórico y personal recogido en el libro Había mucha neblina o humo o no sé qué (Literatura Random House). Un artefacto con formas y sonidos literarios que van desde la novela o el cuento, hasta el ensayo, pasando por el monólogo, los testimonios, los análisis, la crítica y demás recursos narrativos bajo el influjo rulfiano.
Si en Pedro Páramo Rulfo pone a hablar a los difuntos sobre sus vidas y a través de ellos este mundo y el otro, en su centenario habla de él una lectora, escritora e investigadora de su vida-obra en una suerte de monólogo. La voz que impulsó esta búsqueda en Rivera Garca fue la del argentino Ricardo Piglia en El último lector: "La verdadera historia de la literatura puede encontrarse en los reportes de trabajo de los escritores. En efecto, entre vivir la vida y contar la vida hay que ganarse la vida". Y tras esa idea fue Rivera Garza como lo cuenta aquí:
"Es difícil recuperarse de una lectura como la de Pedro Páramo. Nos lo dieron a leer sin demasiada guía, como parte de las lecturas del colegio. Fue el shock de saber que algo monumental estaba pasando. Después,en la universidad, lo volví a leer y, sin darme cuenta, empecé a investigar y a escribir sobre Rulfo. Un día reescribí la novela letra por letra.
Me impactó tanto que quise habitar ese espacio. No entendía mucho cuando empecé a leer a Rulfo, pero lo que sí entendía es que yo cabía ahí. Había un espacio para mí como lectora en ese lugar. Así es que tenía que regresar no tanto para entender o capturar qué es este libro, sino para habitarlo como un espacio, para ir a pensar, para ir a rumiar ideas, para ir a reflexionar sobre la literatura, pero también sobre el mundo que está ahí y que estoy viviendo.
A medida que escribía Había mucha neblina o humo o no sé qué, me pregunté: si estamos o estoy viviendo en un país que se está cayendo a pedazos, ¿qué hago yo pensando en Rulfo? Después de hacer los recorridos, después de tener las entrevistas, después de hacer esa especie de autoetnografía que incluye este libro, después de ir a los archivos, me di cuenta de que es un libro en el que hay un interés obvio por Rulfo, pero también hay un interés de atravesar Rulfo y ver esta producción de condiciones materiales que hacen posible no solo su obra si no que hacen posible nuestra existencia. Nuestro habitar ese espacio hoy.
Nos han enseñado a leer la obra de Rulfo por apartados. Viéndolo como escritor o fotógrafo; o si su obra es de ficción o de no ficción. Pero para abrazar una obra tan compleja como esta, hay que movernos fuera de este o una cosa o la otra. Debemos dejar de preguntarnos por qué dejó Rulfo de escribir y mejor preguntarnos qué más hizo, qué otra cosa estaba haciendo.
Por ejemplo, fue un gran editor de libros. Editar es una tarea tremendamente creativa, un lector de antropología, de literatura; pero también de historia, de geografía. Yo no veo a una persona en pausa que ha decidido callar. Veo a una persona que está hablando de otra manera. Una vez, en el proceso de investigación platiqué con un chico alemán que conoció a Rulfo como fotógrafo. No sabía que había escrito. Cuando le dije que Rulfo había escrito dos libros muy buenos contestó: "¡Wow, también escribió!".
Rulfo fue un artista interdisciplinario. O un artista de medios múltiples. Alguien que estaba buscando distintos soportes para continuar con una exploración personal.
En esa investigación sobre Rulfo también hay aspectos problemáticos, claro. Tenemos, por un lado, la idea de que es un Rulfo del sector rural y, sin embargo, lo vemos disfrutar la Ciudad de México. Tenemos la idea de que Rulfo es un escritor de cierto estado, pero realmente lo que lo vemos es deslizarse con gran libertad por todo el territorio. Tenemos la idea de un Rulfo que habla del machismo y nos olvidamos de la sexualidad y el amor en su obra. Había mucha neblina o humo o no sé, que sigue este método de ver esa rendija por donde se escapa, por donde hay la posibilidad de llevarse el libro y la historia a otro lado.
He hecho una lectura no tradicional porque me da recursos para leerlo de manera más amplia. Esta es mi lectura. Este es mi Rulfo mío de mí. Un aporte a una conversación más amplia sobre Rulfo que siempre es necesaria.
Hay cosas que me ha interesado introducir a esta conversación tan larga que tenemos en México y, en general, la literatura en español a cerca de Rulfo. Es una lectura muy contemporánea. Yo aprendí a leer a Rulfo cuando chica. Me decían que era un texto donde patriarcas y caudillos de sectores rurales de México se aprovechaban y violentaban a las mujeres, y, ciertamente, hay una evidencia empírica en el libro y fuera del libro de que eso es cierto. Sin embargo, hay una serie de elementos en este trabajo que problematizan esta visión tan vertical, la de un macho masculado. Intento abrir el panorama: en Pedro Páramo se expresa de una manera bastante explícita el deseo por el cuerpo masculino, hay espectros que de repente nos dicen que los podemos nombrar en masculino y femenino y que en eso no hay una diferencia, hay cuerpos de mujeres menstruando, hay amores carnales, hay todo ese tipo de cosas que me parecía que había que analizar.
Es importante su complejidad del cuerpo en sí y del cuerpo en relación a otros cuerpos y que le da mucha fuerza a la novela. Hay todo un discurso de la propiedad del cuerpo como objeto y la propiedad del cuerpo femenino. Son precisamente esos pasajes los que invitan a relecturas constantes. Hay una lectura desde el género, una lectura incluso desde el feminismo, una lectura que presta atención a este tipo de conceptos.
Los sentimientos del macho se normalizan. Querer no significa que no haya machismo, son cosas distintas
La investigación me permitió estar frente a un autor muy complejo. Rulfo es testigo del desarrollo de México, del desalojo de comunidades indígenas durante el gobierno de Miguel Alemán. Encontré fotografías suyas que documentan eso. Son los dilemas que tiene que enfrentar Rulfo y que se le presentan a cualquiera que haya tenido que ver con el proyecto. Hay que entender la situación de Rulfo. Entender que, en algunos casos, la intervención de ese estado modernizador mexicano puede representar cierta ayuda. Juan Rulfo no negaría que es un proyecto problemático que implica un conflicto social enorme. Rulfo tampoco está diciendo, fingiendo, que ha solucionado el dilema. Gran parte de su obra, y estoy hablando de los libros y las fotografías y todo lo demás, tiene que ver con sostener este dilema como tal. Y tiene que ver con el corazón mismo de esta modernización mexicana cuyo fracaso estrepitoso plagado de violencia es lo que estamos viviendo en México.
Estamos ante una persona con demandas bien concretas: un padre de familia que tiene que trabajar y pagar la luz y producir una vida y, además, un hombre interesado en producir una obra. El identificar los dilemas, el trabajar dentro de sus linderos es tremendamente problemático.
Como recuerdo en el libro, Rulfo se ganó la vida de diferentes maneras, a la vez que legitimaba y cuestionaba la modernización del país que borraba el país rural sobre el cual hizo su obra. Antes de sus libros, las llantas sobre las carreteras; después de sus libros, los trabajos de la comisión: dos empleos de enorme importancia a nivel personal y social. Sigo con la impresión de que el mundo del novelista continúa sosteniéndose sobre los cimientos de estos dos empleos. La estética va de la mano de la vida cotidiana, y del pie, también de la política. ¿Es posible concebir la producción de una obra y la producción de una vida sin que una esté supeditada a la otra?
Las preguntas que plantea Rulfo, que no son preguntas directas, pero por ser tan problemáticas y tan punzantes, son las preguntas que también me permiten ver el México de hoy como entrelazado como una continuidad de esas mismas problemáticas.
Todo esto empezó con mi investigación de lectora. Hasta que llegué a Lubina, la población azteca. En el momento en que un arriero abrió el portón para poder entrar al pueblo. Es ahí cuando encajó la frase provocadora de Ricardo Piglia que está en el centro de mi libro: "La verdadera historia de la literatura puede encontrarse en los reportes de trabajo de los escritores. En efecto, entre vivir la vida y contar la vida hay que ganarse la vida".
Me gusta hablar de un Rulfo muy urbano que disfruta y padece la Ciudad de México; de un Rulfo nada sedentario, de un Rulfo nómada que está continuamente moviéndose y deslizándose por un país en su proceso mismo de formación; un autor muy interesado y muy atento a todas las vicisitudes de la carnalidad y del cuerpo. Me gusta pensar en un autor aventurero, y me refiero no solo a la experiencia personal, sino también a su relación con la literatura, con sus medios, con sus materiales. Creo que es un autor profundamente interdisciplinario, alguien que no deja de buscar distintos soportes para llevar a cabo una exploración muy personal. Juan Rulfo es un autor de múltiples medios, un autor definitivamente contemporáneo".
Nadie con tan poco consiguió tanto. Nadie con tan poco influyó tanto.