Jorge Dezcallar: “Estados Unidos no se fija en España”
Entrevista al exdirector del CNI y embajador: “Echo de menos una respuesta política del Gobierno en Cataluña”
Un día se puede estar en Despacho Oval en la Casa Blanca, otro en el del Papa en Roma. Se pasar de comer caviar en una época a probar los gusanos. Todo ello salpicado con cenas con estrellas de Hollywood, conversaciones con ministros españoles nerviosos e inseguros en Marruecos, saludos a Nelson Mandela y reuniones secretas con temibles jefes de espías sirios.
Jorge Dezcallar (Palma de Mallorca, 1945) ha decidido "volver a vivir" escribiendo sus memorias diplomáticas en El anticuario de Teherán. Una vida en la que se mezclan sus experiencias como embajador en Washington, Rabat y la Santa Sede como su paso por el CNI como jefe de los espías españoles. Un hombre acostumbrado a vivir fuera del país y a saber secretos de Estado. Así ve el país y el mundo hoy ya jubilado. Ya se lo dijo personalmente el propio papa Benedicto XVI: Haz todo lo que tengas que hacer antes de jubilarte porque luego te faltará tiempo.
¿Qué lugar ocupa hoy en España en la escena internacional?
España es un país que tiene tres ejes esenciales en su política exterior tradicionalmente: Europa -donde nos jugamos los cuartos cada día-, el Mediterráneo -donde tenemos problemas de seguridad serios- y Latinoamérica, donde tenemos una proyección económica y cultural muy importante. A mí Hillary Clinton me dijo una cosa cuando era embajador en Washington que me impresionó cuando me hizo esta pregunta y yo le contesté esto.
¿Qué le dijo?
'Es curioso, embajador, porque nosotros les vemos a ustedes como una política emergente en África occidental, con creciente influencia'. Y es verdad, España es un país que se ha gastado mucho en hacer unas políticas para controlar la inmigración irregular y con una presencia en Mauritania, Senegal, Malí, Níger...
Creo que el papel de España en este momento podía ser más grande de lo que es. España tuvo una política exterior muy fuerte, muy ambiciosa, en la que me honra mucho haber podido colaborar tanto en la época de Felipe González como de José María Aznar. Luego, como consecuencia de la crisis económica y el problema catalán, esa política exterior ambiciosa ha pasado a un segundo plano porque otros problemas han acaparado la atención de los gobiernos.
En este momento en el que Alemania ha formado Gobierno, Francia tiene un presidente fuerte y los dos países están empezando a hablar del futuro de Europa, el Reino Unido se ha ido e Italia está entretenida en sus problemas internos, España tendría mucho que decir y su aportación sería muy valorada. Pero me da la impresión de que España no está ahí o en la forma en la que podría estar ahí. Como profesional me duele.
¿Cree que a Mariano Rajoy no le interesa la política internacional?
No sé si le interesa o no le interesa mucho. Lo que sé es que probablemente está más cogido por los problemas de la crisis económica y el tema catalán, que son más prioritarios. España, en este momento, no tiene el peso en Europa... La prueba está en que no hay españoles en los órganos de decisión. En el pasado no era así.
Habla de Cataluña, ¿está afectando este problema a la imagen de España?
Yo creo que sí. El Ministerio de Asuntos Exteriores lo ha hecho muy bien en el sentido de que ha explicado las razones que tenemos y ha hecho que nadie reconociera la autoproclamada república catalana. No los pongo en pie de igualdad, una cosa es el que cumple la ley y otra cosa el que no la cumple, el Gobierno tiene que dar una respuesta jurídica y judicial y lo está haciendo. Me parece que es necesario pero no suficiente. Aquí la política la está haciendo un lado, el otro está dando una respuesta más en el plano judicial.
Por eso no creo que haya sido una derrota del Gobierno la decisión del tribunal de Schleswig-Holstein, es un asunto entre jueces. Pero también creo que los independentistas están manejando con mucha habilidad sus instrumentos de propaganda y hay un terreno donde el Gobierno puede hacerlo mejor. Para eso tiene que aplicar política y no solo judicialización. Echo de menos una respuesta no solo judicial, sino también política. A esos dos millones de catalanes que no están cómodos hay que preguntarles qué les pasa y procurar ver si logramos darles un poco de cariño para que estén cómodos.
Por cierto, en su época al frente del CNI tenían alguna intuición de que el tema catalán podía derivar en la actual situación.
No. Vamos a ver, recuerdo a Francisco Fernández Ordóñez, cuando era ministro de Exteriores, un día decirme cuando había habido un atentado de ETA: 'Jorge, lo que está pasando con los vascos no es nada. El problema serio que tenemos en España de vertebración es el catalán'. Eso ya lo decía Ortega y Gasset cuando hablaba de la conllevancia. Cataluña es un gran país, con ocho millones de personas, con una tradición cultural, intelectual y literaria de mucho peso, y eso hay que tenerlo en cuenta. Creo que es un desafío muy serio en este momento que desgraciadamente ha desbordado los límites de la ley y la Constitución para entrar en un terreno no sé de qué. A mí la perspectiva de convertirme en Albania cuando sea mayor no me resulta nada atractiva. Los mallorquines tenemos una frase que dice que no hay ningún loco que tire piedras contra su propio tejado. Creo que aquí hay demasiada gente tirando piedras al tejado común y es malo para todos.
Usted que ha tenido contacto directo con casi todos los presidentes españoles, ¿quién ha sido el mejor?
Creo que cada uno ha tenido sus cosas y sus lados positivos y negativos. Hombre, yo trabajé muy a gusto con Felipe González, como director general doce años. Con Aznar trabajé como embajador y también como director del Centro Nacional de Inteligencia. Eran hombres de carácter muy diferentes pero los dos tenían una ambición para España. Estuve muy cómodos con los dos, más cómodo quizá con Felipe pero mis responsabilidades eran menores con él que con Aznar.
¿Y con José Luis Rodríguez Zapatero?
Era embajador en Santa Sede y la verdad es que fue una época apasionante allí como consecuencia de las políticas del Gobierno. Pensaba que me mandaba a un retiro para quitarme de en medio y me dieron una embajada que tuvo mucho contenido. Fue muy interesante. Y luego Washington. Llegué en un momento en el que las relaciones con Bush eran muy malas y luego mejoraron con Obama, intenté contribuir a ello. Zapatero era una persona enormemente agradable, muy fácil de trato. Lo que pasa es que tuvo que torear en un momento en el que le soltaron en la plaza todos los miuras de la crisis al mismo tiempo y le complicó mucho la vida.
Y la llegada de Rajoy le dejó fuera de juego, ¿no?
No me dejó fuera de juego porque me cesaron cuando llegó. No me dio tiempo ni a quedarme fuera de juego ni nada. Como en aquel momento no contaban conmigo, para no irme a los pasillos del Ministerio, pedí la jubilación anticipada y fue una gran decisión.
¿Le dieron alguna explicación?
No, tampoco me dieron ninguna explicación. Las formas es una cosa que últimamente están fallando en este país.
Fue jefe del CNI, embajador en Washington... ¿Cuánto hay de leyenda o verdad de que Estados Unidos intenta influir en la política española?
Estados Unidos no se fija en España. No seamos tan optimistas. EEUU apenas se fija en Europa, mejor dicho, tampoco se fija en Europa. Se fija en Alemania, en el Reino Unido y, a veces, en Francia. Y punto. A los demás tiende a no vernos, las cosas como son. Cuando uno es embajador en Washington, hay 180 más. O eres el embajador de China, Rusia o Afganistán, el que interesa en ese momento... No intenta influir Estados Unidos en la política española. Son el imperio del siglo XXI y lo que pretenden es que sus directrices se sigan. Marcan tendencias.
En este momento, mi impresión es que, a diferencia de la época de Obama, no hay una política exterior. Hay una serie de tuits que se contradicen unos con otros, que obedecen al estado anímico del día y no hay una política exterior coherente. Lo que sí hay es una decisión de cesar como potencia hegemónica mundial, en el sentido de liderazgo moral y político. Eso sí lo noto. Está en un proceso de introversión, de elevar muros, de establecer barreras y desconfiar de la ONU y la OTAN. Es un proceso que nos llevará a un mundo diferente del que hemos conocido hasta ahora.
Desde su experiencia, ¿cuáles son los socios más fieles y leales con España?
Tenemos una relación muy buena con Alemania, con Francia, con Portugal y también con el Reino Unido. Los países de nuestro entorno, incluido Marruecos. Hay una relación que puede ser complicada en algún momento, pero en el ámbito de seguridad tiende a ser muy buena. Asimismo, tenemos buenas relaciones con países de América del Sur y con EEUU y Canadá.
¿Y cuáles son las grandes amenazas internacionales para España?
Son las mismas que tienen los países de nuestro entorno. Primero, tenemos una gravísima: el cambio climático. Luego, la proliferación nuclear. Y también una amenaza gravísima con todo lo que tiene que ver con el terrorismo internacional. Además, los flujos de inmigración irregular que se están viniendo hacia el occidente del Mediterráneo.
¿Y qué imagen da España?¿Qué dicen de nosotros fuera?
He pasado mi vida fuera de España y debo decir que España tiene una imagen atractiva. Me sorprende una cosa, lo tremendamente autocríticos que somos, solo nos superan los israelíes. Tenemos como una crisis de confianza en nosotros mismos. Desde fuera nos ven como un país con una capacidad de influencia y proyección muy superior. Eso explica que seamos tan tímidos a veces en el momento de intentar participar y dar nuestras opiniones sobre problemas de alcance mundial. Y si hay una cosa que se envidia de España en el mundo, es la calidad de la vida y esa capacidad de disfrutar se tenga o no dinero.
¿Cuál ha sido el político extranjero que más le ha impactado?
Nelson Mandela, con mucha diferencia. Un hombre de una enorme estatura moral y de una enorme elegancia personal. Una combinación difícil de batir, era una señor que entraba en una habitación y la llenaba él solo.
¿Y el más impresentable?
Dentro del mundo de la inteligencia, he conocido a algún jefe... Recuerdo uno de Asad padre temible. También los he conocido en la época de Gadafi. He conocido a gente muy peculiar en el mundo de los servicios de inteligencia, gente que no me gustaría que me interrogaran.
Hablando de servicios de inteligencia, ¿cómo lo está haciendo el actual director del CNI, Félix Sanz Roldán?
Me parece estupendo. Es una persona muy competente, que lo ha demostrado en sus funciones anteriores. Es un hombre que tiene una cosa muy importante, que exigía Napoleón a sus generales, que es suerte. Lleva unos años al frente, una época pausada, que ha ayudado al Centro a recuperarse de las cicatrices y las heridas que ha sufrido en épocas recientes. Está haciendo un estupendo trabajo. Y la prueba es que los gobiernos le mantienen.
En el libro achaca su salida del CNI directamente a José Bono...
Sí, es verdad, pero no por animosidad personal. Me cesó Bono porque quería poner a una persona suya al frente y porque habíamos hablado previamente y llegado los dos a la conclusión de que éramos incompatibles. El modelo de centro que había puesto en marcha era incompatible con su deseo de ser él el que dirigiera el centro por persona interpuesta. No fue porque me tuviera manía o le cayera mal.
¿Y cuál es su ministro español de Exteriores favorito?
Tengo una predilección por Fernández Ordóñez, le quería mucho y trabajé ocho años con él. Aprendí mucho, siempre digo que hubiera sido un estupendo presidente del Gobierno de no haber fallecido. Pero tengo respeto por muchos otros, como Joan Piqué, Curro Moratinos, Abel Matutes, Marcelino Oreja
¿Conoce al actual, Alfonso Dastis?
Si, claro, es compañero mío de carrera. Foncho le llamamos. Es encantador.
Y en sus años como diplomático, ¿cuál era el político español más especial a la hora de pedir cosas cuando llegaba a una embajada?
(Risas). No quiero meterme en cosas de esas, porque especiales hemos tenido a más de uno.
Pero sí podrá contar alguna petición especial que le haya hecho...
Eso de gente que pida sábanas negras... eso no. Hay algunos que son más inseguros y nerviosos que otros, que te hacen la vida más incómoda como embajador. Por ejemplo, cuando estaba en Marruecos y venía un ministro era muy difícil saber si el rey Hassan le iba a recibir, a qué hora y en qué estado de ánimo. Había algunos, como Piqué, que lo aceptaban como parte del trabajo y otros, en cambio, que se ponían muy nerviosos y te decían '¿pero no me va a ver? ¿no te has enterado?'. Y yo les decía: 'Nadie se entera, de repente te lo comunicarán cinco minutos antes y si se levanta de la siesta de mal humor te dirá que no'. Había de todo, algunos viajaban solo para hacerse una foto.
¿Cuál ha sido la crisis democrático más difícil a la que se ha enfrentado?
La de Perejil fue delicada. Primero porque nos enfrentaba con Marruecos que es un país que quiero mucho e hicimos todo lo posible para resolverlo de manera pacífica. Hicimos que lo que creíamos que había que hacer para evitar males mayores. Otra fue la guerra de Irak y también la de Kuwait. Cuando empiezan las operaciones militares es porque los diplomáticos hemos fracasado.
¿Nos cuenta algún secreto que no haya contado hasta ahora?
Pues no. Secretos no cuento ni uno.