Joe Biden, César Chávez, la reforma migratoria y el poder de los hispanos
La política “de tolerancia cero” se ha centrado en castigar duramente a familias migrantes con el propósito expreso de desanimar a otros hispanos a ir a EEUU.
A la vez que ha indicado que la reforma migratoria es una de sus más altas prioridades, Joe Biden ha puesto un busto del famoso activista César Chávez en el Despacho Oval como visible homenaje a los hispanos, que serían sus principales beneficiarios, ya que constituyen la mayoría de los once millones de inmigrantes indocumentados que hay en Estados Unidos.
La situación de los inmigrantes indocumentados es muy precaria al carecer de todo tipo de derechos, a pesar de las enormes contribuciones que hacen a la economía. La razón por la que no se ha hecho nada al respecto es la falta de consenso entre los partidos, ya que los republicanos no desean legalizarlos, entre otras cosas, porque los inmigrantes en general y los hispanos en particular, suelen decantarse por los demócratas cuando se les permite acudir a los comicios. Y los demócratas por sí solos no han tenido poder para efectuar la reforma migratoria, ya que en las dos últimas décadas no han controlado la presidencia, el congreso y el senado a la vez más que durante los dos primeros años del mandato de Barack Obama, quien dedicó toda su energía al difícil proyecto de sacar adelante la reforma sanitaria. El haber ganado ahora el senado, y tener también el congreso y la presidencia, les permite a los demócratas actuar sin tener la aquiescencia de los republicanos.
¿Qué es lo que ha hecho que la reforma migratoria se convirtiese en una prioridad tan fuerte en estos momentos? Sin duda han proporcionado un fuerte sentimiento de urgencia el racismo y la xenofobia manifiestos de Donald Trump, quien hizo de la persecución de los hispanos el lema de su presidencia. El famoso muro que empezó a edificar en la frontera sur, aunque de poco valor práctico, tenía un alto valor simbólico. Este mensaje hostil fue acompañado de un comportamiento desecrable. El público encontró particularmente repugnantes por su crueldad las acciones de Trump respecto a los niños.
Primero, Trump intentó quitarles a los llamados “soñadores” del programa DACA las protecciones que Obama les había dado, amenazándoles con deportarlos a sus países de origen. Estos jóvenes son inmigrantes indocumentados que fueron llevados por sus padres a Estados Unidos de niños y no conocen más país que éste. El programa les permite estudiar y trabajar sin miedo a ser deportados. Una serie de pleitos puestos en nombre de los “soñadores” por universidades y otras entidades han logrado frenar la deportación, aunque no la angustia y zozobra que les causa su constante inseguridad. Cualquiera que haya tenido a “soñadores” como alumnos en sus clases sabe que el espíritu cívico, el talento y la energía que poseen son enormes. Intentar expulsarlos es poco inteligente, aparte de muy cruel.
Pero lo más cruel que ha hecho Trump es separar a niños de sus padres, deportando o encarcelando a éstos. Esta política llamada “de tolerancia cero,” estaba centrada en castigar duramente a las familias con el propósito expreso de desanimar a otros hispanos a ir a Estados Unidos. Cuando las imágenes de niños rodeados por mallas metálicas dieron la vuelta al mundo, Trump tuvo que abandonar esta política. Pero, para entonces les había perdido la pista a los padres de más de quinientos niños, que llevan ya varios años sin saber nada de ellos. Estos actos fueron condenados fuertemente por la Iglesia Católica y Biden le prometió al Papa Francisco que acabaría con los abusos en la frontera sur en cuanto llegase a la Casa Blanca. Parece que tiene intención de cumplir su palabra.
Biden se propone no solamente regularizar la situación de los “soñadores” y unificar a las familias separadas por la política de “tolerancia cero,” sino también proteger a los refugiados y ofrecer la oportunidad de regularizar su situación a todos aquellos inmigrantes indocumentados que reúnan ciertos requisitos, así como facilitar a los alumnos de postgrado extranjeros la permanencia en Estados Unidos. La reforma pone énfasis en el uso de la tecnología para proteger la frontera, abandonando la construcción del muro, y contempla proporcionar ayuda a los países centroamericanos, cuya desesperada situación obliga a sus habitantes a abandonar su tierra.
El nombramiento de la respetada ex embajadora de Estados Unidos en México Roberta Johnson como coordinadora de la frontera sur es un paso hacia la reparación de las relaciones con el mundo hispánico. Biden desea cambios profundos en este sentido. Por eso ha propuesto para su equipo a prominentes hispanos como Alejandro Mayorkas, para Secretario de Seguridad Nacional, Xavier Becerra, para Secretario de Salud y Miguel Cardona para Secretario de Educación. Nunca antes había habido tan fuerte representación hispana en la Casa Blanca.
Y es que los hispanos, que se han ido extendiendo por todo el país, han alcanzado masa crítica en el plano político. Son la minoría étnica más numerosa y dos terceras partes de sus miembros favorecen a los demócratas. Aunque su papel no sea tan visible como el de los negros, los hispanos aportan muchos votos. Las elecciones no se habrían ganado sin su apoyo y no solamente en estados de tradición hispana como California, Nevada, Arizona, Colorado y Nuevo México, que controlan los demócratas gracias en gran parte al voto hispano, sino también en estados de tradición anglosajona que han pasado a manos de los demócratas con su ayuda como Georgia, donde los hispanos son ya casi el 10% de la población, o como los tres estados bisagra, Wisconsin, Michigan y Pennsylvania, donde los hispanos ahora representan entre un 7% y un 5% de la ciudadanía. En votaciones muy ajustadas, su presencia puede ser decisiva. La importancia que Biden le ha dado a la reforma migratoria, reivindicada durante décadas por los hispanos, indica que éstos han logrado por fin llegar al centro del poder. La colocación de un busto de César Chávez en el Despacho Oval es una apta representación de ese logro.