Inteligencia Artificial: ¿dónde están las mujeres?
Que las mujeres estén infrarrepresentadas en los avances tecnológicos punteros desembocará en que esos avances no serán igualitarios.
La lista de aplicaciones de la revolucionaria inteligencia artificial (IA) crece y crece sin parar, a una velocidad de vértigo. Biotecnología y salud, operaciones comerciales, estudios de marketing, servicios financieros, aplicaciones educativas, telecomunicaciones, transportes... Aunque no nos demos cuenta, todo ello está teniendo impacto en nuestra vida diaria. Si aún queda alguien que no haya oído hablar de la IA, es solo cuestión de tiempo el hecho de que una de sus múltiples aplicaciones mejore su vida.
Llevamos varios años siguiendo de cerca este continuo desarrollo. Así que la pregunta es, ¿aún nos queda más por ver de la inteligencia artificial? La respuesta es muy sencilla: sí, mucho. La prestigiosa revista MIT Technology Review, la pionera global en estos temas, destaca entre las diez tecnologías emergentes que según el MIT van a cambiar el mundo en 2020 dos que están directamente relacionadas con la IA.
Una de ellas es una IA diminuta. Se trata de una nueva forma de abordar esta tecnología que promete menos emisiones de energía, y más velocidad y privacidad. Si podemos utilizar algoritmos igualmente potentes, pero directamente desde nuestro teléfono inteligente (sin tener que pasar por la nube), los asistentes de voz y las cámaras digitales que tenemos en nuestros móviles mejorarán mucho.
Otra tecnología emergente destacada en esta lista es una inteligencia capaz de descubrir moléculas. Esto va a suponer una revolución para la medicina: los algoritmos pueden encontrar nuevos compuestos, buscando entre todas las posibles combinaciones de moléculas. El resultado será el diseño de prometedores fármacos en mucho menos tiempo de lo que se necesita ahora… y por menos dinero.
Todos estos avances en la inteligencia artificial ―y los que quedan por venir― nos llevan a un futuro que ya es presente. Por eso, y para no perder (todavía más) este presente, la Comisión Europea acaba de dar a conocer el libro blanco que establece las bases de un modelo europeo de Inteligencia Artificial y Estrategia de Datos. Lo que la Comisión y el Parlamento Europeo queremos es recuperar el tiempo perdido y poner los cimientos de una tecnología que esté al servicio de los ciudadanos. Para ello, debemos conseguir que este escenario digital sea seguro y útil, pero también justo e igualitario.
Y es que en Inteligencia Artificial también es necesario hablar de igualdad, porque las cifras demuestran que no existe. El AI Now Institute de la Universidad de Nueva York (EEUU) elaboró el año pasado un estudio sobre género, raza y poder en la IA con algunas conclusiones preocupantes. Solo el 18% de conferenciantes líderes en inteligencia artificial son mujeres. Más del 80% de profesores de IA son hombres. Si hablamos de presencia en los departamentos de investigación de IA en grandes gigantes tecnológicos, las cifras son aún peores: 15% en Facebook, 10% en Google.
¿Cómo afecta esto a la realidad y al futuro de los ciudadanos?
Si la inteligencia artificial es inteligente es porque el ser humano ha plasmado en ella su conocimiento; porque ha entrenado sus algoritmos con datos que ha elegido. En la medida en que en esta ecuación no estén incluidas las mujeres, el resultado estará desequilibrado. En otras palabras, que las mujeres estén infrarrepresentadas en los avances tecnológicos punteros desembocará en que esos avances no serán igualitarios.
Los algoritmos aprenden los sesgos de los que los crean; beben de la desigualdad de las bases de datos de las que se alimentan. Hay muchos ejemplos que lo demuestran: uno de los más conocidos fue la herramienta de reclutamiento de Amazon, que mostraba prejuicios en detrimento de las mujeres y descartaba con más facilidad sus currículos. También funcionan peor los sistemas de reconocimiento de voz y facial con voces y caras femeninas.
Desde Europa tenemos que construir un ecosistema que garantice que las aplicaciones de la inteligencia artificial lleguen a todos los ciudadanos de la misma manera: con seguridad e igualdad.
Hay que eliminar esta brecha y potenciar las carreras científicas y tecnológicas entre las mujeres, y los datos no son tranquilizadores, por mucho que se haya avanzado: en universidades tan importantes como las de Stanford y California en Berkeley (EEUU), solo una cuarta parte de los estudiantes de inteligencia artificial son mujeres. En Europa, una de las mejores universidades para estudiar IA es la de Edimburgo, en Escocia: solo en torno al 30% de sus estudiantes son mujeres. Estas cifras tienen que cambiar.
La inteligencia artificial, ya lo sabemos, ha venido para quedarse. Las investigaciones sobre el trabajo del futuro nos dicen que de los estudios relacionados con ciencia, tecnología y matemáticas saldrán las profesiones del mañana. Si no corregimos las estadísticas que acabamos de mencionar, si no modificamos este desequilibrio en universidades ―que se traducirá en puestos de trabajo―, las mujeres seguiremos estando infrarrepresentadas. Y la igualdad no llegará a espacios fundamentales de la vida diaria en nuestras sociedades.