Incrementar la recaudación y ajustar el gasto: la vía para salir más fuertes
La economía española solo ha presentado una única estructura presupuestaria en la que los ingresos superaban a los gastos entre los años 2005 y 2007.
Desde hace meses la economía española viene experimentando los efectos de la que será, muy probablemente, una de las mayores crisis de la historia reciente de nuestro planeta. Y sí, digo de nuestro planeta por el hecho de que, como podemos observar en los informes que se han ido publicando a lo largo de estas semanas a través de los organismos multilaterales, la evolución de otras economías ajenas a la economía española, de la misma forma y en la misma línea que esta, ha sido similar a la del país peninsular, cosechando contracciones similares en todas ellas; destacando entre estas la contracción experimentada por Reino Unido. Contracciones que se han ido dando de forma generalizada en toda la economía a nivel global, aunque, posteriormente y entre las economías de la Unión Europea, sea España la economía más deteriorada y la que menor ritmo de crecimiento en la recuperación presenta en su contraste.
Esto, tanto para nuestro país como para el resto, ha puesto de manifiesto la necesidad de actuar, así como de llevar a cabo acciones que, con el objetivo de contener las pérdidas ocasionadas por el COVID, doten de recursos a las economías para actuar ante semejante suceso. Una dotación de recursos que ha dado mucho que hablar, al haber tenido que responder la Unión Europea con una movilización histórica de recursos, ante la incapacidad de determinados países para, de forma unilateral, responder a la pandemia con recursos propios. Y es que, como decía, las divergencias entre países, en lo que al estado de sus cuentas públicas se refiere, ha dado mucho que hablar en esta pandemia. Sobre todo, cuando los países del norte, a los que llamaron frugales, se opusieron a entregar, sin condición alguna, más de 140.000 millones de euros a economías que, como España o Italia, presentaban precedentes en la gestión del gasto público que no animaban al dialogo y la credibilidad.
Para ello, debemos ser conscientes la situación que presentaba España antes de verse inmersa en una crisis de tales dimensiones. En este sentido, pese a cosechar años de bonanza económica, la economía española, a diferencia de otras como Alemania u Holanda, ha ido ensanchando su nivel de deuda hasta que la ratio deuda/PIB, tal y como muestra el Instituto Nacional de Estadística (INE), se ha situado en el 99%; una ratio que muestra cómo el nivel de deuda de nuestra economía ya supera el valor de toda la producción en el país durante un año; todo ello, debido a una gestión pública que no se ha privado de “caprichos”, en tanto en cuanto se iban privando el resto de socios europeos. De la misma forma, por otro lado, el déficit público que presenta el país, tal y como establece la Unión Europea, se ha fijado en el 2,8%. En este sentido, el mayor déficit público en años, el cual se acerca al límite que establecen los Pactos de Estabilidad y Crecimiento (PEC) de la Unión Europea, incapacitando el poder incrementar dicho nivel aún más.
Todo ello, como vemos, dejaba a España en una situación de incapacidad para hacer frente a la pandemia de manera unilateral; es decir, por sus propios medios. Su escaso fondo de maniobra para adoptar políticas expansivas que, en cierta forma, permitiesen inyectar capital, en la línea de los socios europeos, con el fin de estimular nuestra economía, nos llevó a solicitar, nuevamente, ayudas a la Unión Europea. Ayudas que paliasen esa incapacidad de la economía española a responder para contener lo ocurrido. Unas ayudas que generaron tensiones entre los países miembros, pues, teniendo en cuenta los precedentes que comentábamos, la economía española solo ha presentado una estructura presupuestaria en la que los ingresos superaban a los gastos entre los años 2005 y 2007. Desde entonces, el gasto en España, por norma general, ha sido siempre superior al ingreso que, por otro lado, recibía el país.
Para hacernos una idea de lo que comentamos, haciendo referencia al ejercicio pasado, en 2019, los gastos sumaron 521.949 millones de euros. Esto, con relación al nivel de PIB, supone más de un 40% de dicho volumen. Por su parte, los ingresos, pese a haberse situado, como recogen los principales portales estadísticos en el país, en niveles máximos a cierre del 2019, se quedaron en 476.974 millones (un 39%). Esto, sumado a un escenario en el que, debido al incremento de gasto, tampoco hemos podido aprovechar los años de crecimiento para reducir deuda pública, nos deja, como decíamos al inicio, en un escenario en el que cualquier tensión de los países europeos queda justificada.
Y es que, con el deterioro que prevé experimentar la economía española en materia de deuda y déficit, así como los precedentes con los que cuentan sus gestores políticos, la solución para España parte de dos premisas: incrementar la recaudación o, por otro lado, ajustar el desorbitado gasto que presentan nuestras cuentas. En este sentido, dos opciones que, con la vista puesta en el medio plazo, se presentan como dos grandes retos. Todo ello, teniendo en cuenta el compromiso político y las políticas sociales prometidas a los exigentes electores, así como, por otro lado, el posible contrafáctico que resultaría de incrementar sustancialmente los impuestos en un escenario en el que las empresas están descapitalizadas y, como recoge el último estudio del Banco de España, con un 25% de estas en situación de quiebra técnica.
Por tanto, de atender al economista y profesor de Harvard, ya fallecido, Alberto Alesina, sabemos que el ajuste de gasto, o lo que el autor denominaba “austeridad expansiva”, puede ayudar a controlar mejor dichos ajustes. Sin embargo, una reducción del gasto en un escenario en el que además no incrementemos la recaudación, teniendo en cuenta la apuesta realizada por Europa, los malos resultados empresariales y los años de despilfarro que presenta España, podrían perpetuar dicha situación, a la vez que podría devolvernos a la misma situación de malestar en la que se encontraba el país antes de dicha crisis. Una solución que, ante semejante tesitura, llevará a España años de trabajo hasta alcanzar una situación óptima de presente, pero también de futuro.