Hemos ganado: #LasPeriodistasParamos
Érase una vez un grupo de mujeres valientes que vivían en el país de la nunca plena igualdad. No es un cuento de hadas y todos los finales no son felices, porque la realidad es perra. Eran relatoras de desigualdades, de brechas salariales, de acosos, de falta de corresponsabilidad y de techos de cristal irrompibles al esfuerzo, al mérito y la capacidad. De trabajos ingentes y salarios de miseria, de realidades que no soportan el brillo de las luces de un plató, que distorsionan las ondas, que emborrona las líneas de una realidad inexistente que no admite ya más edulcorante.
Y esas mujeres nos unimos dispuestas a transformar la realidad. No hay mejores líneas que las redactadas tras la victoria en la lucha por las causas justas, y no hay justicia mayor que ser capaces de aunar esfuerzos en luchar por algo tan básico como la igualdad. Hemos demostrado algo tan inusual como la generosidad, la colaboración, la sororidad, el respeto mutuo a la diversidad ideológica, de respeto al miedo y la indecisión que impide avanzar a algunas y nos convertimos en la voz de quienes no tienen voz porque están ahogadas en miedo o simplemente se la arrebataron. Luchamos contra el acoso laboral, contra la violencia machista y luchamos por las que no pueden luchar. Luchamos por nuestro presente y por el futuro porque la precariedad de hoy es la miseria de mañana.
Confieso que se me han saltado las lágrimas cuando el miedo a molestar se ha convertido en ilusión por avanzar, cuando la pasión se ha convertido en energía renovable y transformadora de una realidad que no es estática y de la que, guste o no, ya hemos empezado a remover desde los cimientos. Miles de manos femeninas y feministas removiendo la pesada losa de la desigualdad, de la invisibilidad y la cosificación que quienes padecemos brechas que se convierten en socavones insalvables y techos de cristal para nosotras y de espejo para ellos donde reflejarse y poder seguir sintiéndose únicos e imprescindibles.
Las mujeres periodistas, paramos porque queremos ser redactoras del sentir de una sociedad que no teme enfrentarse a la desigualdad y la injusticia, que une sus manos para levantar a la que cae y que aúna el esfuerzo para que nuestras líneas sean capaces de contar que hubo un día que unidas logramos cambiar el mundo, que nos hicimos dueñas de nuestros derechos. Queremos dejar de ser lo que otros quieren para enseñar lo que realmente somos, el motor de nuestra profesión, el motor que ha permitido que nuestros mundos no cayeran a sus pies.
Hemos ganado porque nos hemos conocido, admirado y respetado. Y eso ya no tiene marcha atrás. El 8 de marzo no acaba nada, empieza todo.
Y hemos ganado porque hemos decidido que, tras una vida a la japonesa, queremos empezar a vivir y dejar ya de sobrevivir, porque estamos encantadas de que nuestras diablas saquen a sus demonios a pasear.
No, no nacemos víctimas, sólo desiguales. Pero la desigualdad es una enfermedad que se cura luchando y nadie puede darnos lecciones de lucha. Hemos ganado porque somos capaces de hacerles comer sus argumentarios falaces y que se les atraganten, porque no nos importan los epítetos de las ideologías y no nos conformamos con las migajas.
Hay quien no se ha enterado de que la lucha no comenzó ayer, ni anteayer, que la lucha silente dura siglos, que nuestras lágrimas de dolor y humillaciones han llenado pantanos, hay quien cree que la igualdad se puede predicar pero no es digna de ocupar los espacios de los boletines oficiales y que, como somos rubias teñidas, seguimos tragando con los trucos de los tocomochos de los machitos de turno.
Machitos y machitas, porque en el machismo más necio hay quien piensa que nos tenemos que conformar, que nuestra máxima vital y nuestra contribución al giro terráqueo es seguir limpiando los culos de mayores y pequeños al tiempo que salimos con la lengua fuera a ser sometidas a vejaciones, acosos y abusos en nombre de la paz social y del mantenimiento de las rancias y abolengas tradiciones, que tenemos que seguir tapando con nuestras manos las grietas de ellos, estando sometidas a la "generosidad" de su asqueroso paternalismo, de sus soeces palabras, de su plena ignorancia del significado del pluralismo, de quienes piensan que el feminismo debe ser inclusivo con aquellos que llevan practicando toda una vida la desigualdad.
Paramos las periodistas, las estudiantes, las deportistas, las científicas, las abogadas, las mujeres de la escena, las amas de casa, todas paramos porque si paramos nosotras, se para el mundo.