¿Hablamos de salud mental?
Cuando la puesta en escena de un tabú nos salvó la vida.
El 15 de marzo de 2020 nos cambió la vida a todos. Eso sí, debemos ser estrictamente justos para afirmar que no de la misma manera. El impacto de una tesitura así no se puede medir por la misma vara, el prisma no debe estar acotado a nuestra forma particular de vivir o comprender el mundo. No sería justo ni creíble.
Es por ello que para abordar un tema que es base no solo en el desarrollo de nuestra vida, sino también de nuestra forma de convivir y relacionarnos con quienes nos rodean, tenemos que enfocarlo desde un punto de vista particular e íntimamente personal, sin hacer juicios desfasados que solo lograrían distorsionar el trabajo de quienes realmente se dedican al análisis de nuestro comportamiento y desarrollo mental como seres humanos. Y en ese punto de encuentro entre el desconocimiento y la necesidad que sugiere el tema me ubico yo.
Cuando menciono la palabra desconocimiento no me refiero a la falta de información. Todos tenemos acceso a ella, lo importante es captar la necesidad de buscar, de indagar, y así, poder paliar en cierto modo el dolor e inseguridad de los tiempos que corren. Reivindico la urgente necesidad de saber sobre la salud mental que tenemos en nuestro país. Si bien es cierto que desde que entramos en la escuela hasta que salimos hay muchos aspectos en los que no se nos enseña, yo creo que deberíamos adquirir cierta base de conocimiento sobre el proceso mental que nos acompaña durante nuestro desarrollo en la vida, ya que es un punto que, en momentos críticos de nuestra historia, puede llegar a convertirse en una cuestión vital. Se han perdido muchísimas vidas a causa del virus, pero también a causa de la grave falta de salud mental —a la vista está el aumento del ratio de suicidios—.
En esta misma línea, cuando escribo la palabra necesidad, me estoy refiriendo al aspecto empírico (experiencia y observación de los hechos), lo que tantísimas familias y el que suscribe hemos vivido en esos primeros meses de desconcierto donde en ocasiones parecía que todo nos superaba, e incluso podía darnos la sensación de que no íbamos a poder recuperarnos del golpe nunca. ¡Qué equivocados estábamos! Claro que podemos afrontarlo. Pero para ello también hace falta algo de formación, ciertas nociones que nos abran la puerta al entendimiento sobre qué estamos sintiendo y por qué.
En mi opinión, si todo el país remara en una misma dirección para luchar contra esta problemática, el resultado para los ciudadanos que lo viven en primera persona sería no solo el de sentirse comprendidos, sino también acompañados. Porque el acompañamiento es fundamental para articular las correctas vías de salida de una depresión, de la ansiedad, de lo que vivimos con preocupación y desesperación. A nadie le gusta sentirse solo.
Es aquí donde me acordaría de tantos profesionales sanitarios que han tenido la obligación y responsabilidad de aislarse después de cubrir tantas y tantas horas de trabajo para salvarnos la vida. Un cóctel de insomnio y ansiedad, lo que da lugar a la falta de concentración y productividad laboral que puede llegar a empujar hacia el abandono del propio puesto de trabajo.
También necesito acordarme de las familias que han sufrido un aumento de vulnerabilidad a causa de la pérdida del trabajo, de los autónomos que se han sentido abandonados ante el inminente cierre de sus negocios sin que nada ni nadie pudiera remediarlo, de quienes en casa tienen familiares con algún tipo de discapacidad, autismo, etc. Para ellos va mi máximo reconocimiento y solidaridad.
Muchas veces nos hace falta vivir algo de cerca para sentirlo, para potenciar una cualidad que pensaba que era innata al ser humano, pero que ha caído en el olvido. Hablo de la empatía, la intención de comprender los sentimientos y emociones, intentando experimentar de forma objetiva y racional lo que siente otro individuo. Y partiendo de esta definición, te hago la siguiente pregunta: ¿Has sido empático hacia quienes están sufriendo los daños colaterales de esta pandemia? Reflexionemos.
Para cuidarnos en salud mental hace falta inversión pública, no podemos permitir que las familias se vean excluidas del sistema sanitario a causa de las interminables listas de espera y de la escasa atención profesional. Estoy obligado a denunciarlo y seguiré en la lucha. Desviar a esos colectivos vulnerables hacia un coste privado es injusto e inadmisible. Y aquí pongo en valor la valentía que ha tenido un partido emergente como es Más País para llevar al Congreso de los Diputados este tema, quién lo diría.
Tenemos una cuenta pendiente con la salud mental de los españoles, y la solución depende de nosotros. ¿Estaremos a la altura?