La estrategia del PSOE y Unidas Podemos para evitar nuevos choques
Los dos partidos quieren "anticiparse" ante los futuros roces.
“Anticiparse más a las diferencias”. Esta es la principal conclusión a la que han llegado el PSOE y Unidas Podemos ante la primera (mini) crisis de Gobierno vivida esta semana. Se acaba ya esa luna de miel que había vivido el Ejecutivo de coalición desde que echara a andar el pasado mes de enero.
Hasta ahora todo había ido viento en popa e, incluso, en privado miembros del Ejecutivo de Pedro Sánchez reconocían que la cohabitación estaba saliendo mucho mejor de lo que esperaban. Pero esta semana se han producido los primeros choques entre socialistas y morados: los protagonistas han sido las políticas de inmigración y la futura ley de libertad sexual.
Es normal, como reconocen fuentes gubernamentales, que entre ministerios pueda haber choques. Es ley de vida en cualquier Ejecutivo. Pero lo que se quiere ahora es que no se evidencien como ha sucedido durante estos días y que no afecte a la buena marcha del Gobierno de coalición. Y, sobre todo, prepararse para las próximas que llegarán y actuar de una manera diferente.
“Anticiparse, anticiparse”
Todo esto explotó además a la vez que se celebraran las reuniones de las comisiones gubernamentales y parlamentaria PSOE-Unidas Podemos para ver el seguimiento del pacto. Esas citas, según fuentes de la negociación, fueron bien y salieron contentos los intervinientes. Pero, especialmente, concluyeron que hay que “anticiparse” ante las próximas divergencias que puedan llegar.
Es decir, por ejemplo, que si se sabe que va a salir una sentencia de algún tema que pueda enfrentar a los dos socios tienen que hablarlo antes, saber la posición de cada uno y ver cómo actuar ante ese choque para que no pase como esta semana, tanto a nivel de contenido como comunicativo.
El principal choque vino a través de la futura ley de libertad sexual. El Ministerio de Igualdad, dirigido por Irene Montero, había pisado el acelerador para presentarlo en el Consejo de Ministros del 3 de marzo, unos días antes de la celebración del 8-M. Con la propuesta estrella prometida de incluir una reforma de los delitos sexuales y consagrar que solo sí es sí. Pero se encontró con discrepancias con el Ministerio de Justicia, dirigido por el socialista Juan Carlos Campo, más proclive a incluir este punto en la amplia reforma del Código Penal que está preparando el Gobierno. Hubo tensión entre ambas partes, llamadas y reuniones al máximo nivel, incluyendo a Pedro Sánchez, Carmen Calvo y Pablo Iglesias.
Ante el ruido generado, Moncloa zanjaba el asunto con un mensaje: “La ley de libertad sexual tiene un consenso total en el Gobierno de coalición. Es un proyecto legislativo ilusionante, que estará listo en los plazos previstos”. Por lo tanto, se imponía la intención de Igualdad de llevarla al Consejo de Ministros dentro de dos semanas. Desde el Ministerio de Justicia se ha negado que se intentara paralizar en ningún momento y que eran meros trámites normales como con todas las normas.
El otro roce venía con la política inmigratoria, un tema en el que las dos partes saben que van a chocar nuevamente. Especialmente por cómo se afrontará la sentencia dictada por Europa que avala las devoluciones en caliente. Desde Unidas Podemos se pretende convencer al Gobierno para que no se repita este tipo de práctica y liderar esta postura en Europa.
El PSOE y Unidas Podemos dan por zanjada esta primera crisis. Fuentes del grupo parlamentario morado hacen esta reflexión: “Se ha demostrado que los mecanismos de coordinación funcionan, cuando hay discrepancias nos reunimos y las solucionamos. La valoración de la coordinación de las relaciones entre ambos partidos de Gobierno es positiva”.
Entre las cosas que se ha hablado entre los partidos es intentar que esa coordinación pase también por llevar bien engrasadas las propuestas que se voten en el Congreso. Es decir, que no se tengan que incluir las aportaciones sólo en base de enmiendas ya en la tramitación. Las propuestas de PSOE y de UP, por ejemplo, se trasladan al secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Antonio Montilla, dependiente de la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, para que emita su opinión.
En el PSOE y Unidas Podemos tienen también muy claro que una de las pruebas de fuego será la ley de presupuestos generales. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, tiene muy buen trato con los ‘morados’ y se espera que la lleven al Consejo de Ministros y al Parlamento muy consensuada para luego no estar cambiando partidas con enmiendas de millones de unos capítulos a otros.
Lo mismo pasa con las proposiciones de ley. Desde el PSOE en el Congreso se ha impulsado la de regulación de eutanasia, que cuenta con el apoyo de Unidas Podemos. Y el grupo parlamentario ‘morado’ va a presentar alguna también que esté en sintonía con los socialistas.
Pero también saben que se avecinan algunas curvas peligrosas. Los dos partidos saben cuáles son los temas en los que llegarán nuevas discrepancias de fondo. Unas serán en temas laborales, aunque por el momento Trabajo, dirigido por Yolanda Díaz (UP), ha aprobado medidas prometidas como la subida del SMI. También surgirán problemas si Podemos quiere apretar en un tema que pica en el PSOE: ser más estrictos disciplinariamente con los grandes poderes económicos. Puede hacer tambalear los cimientos del Gobierno el debate sobre nuevas figuras impositivas.
Pero, tras estos tensos días, ambas partes están vendiendo que también se han alcanzado posturas que antes se hacían imposibles como que el PSOE aceptara una mesa de diálogo en Cataluña o que se defienda desde todo el Gobierno que el problema de origen de los agricultores está en el precio de origen.
La otra cara de la moneda: también los dos socios valoran aspectos después del 10-N. Los socialistas están cómodos con el tono institucional que han tomado Pablo Iglesias y los suyos, con gestos hasta con el rey, mientras que los morados entienden que los socialistas están siendo valientes en las primeras medidas acordadas. Y existe otro pegamento: la dureza de la oposición con un PP en sus posiciones más extremas por la presencia de Vox en el Congreso.
Ambas partes también son conscientes de que es el primer Gobierno de coalición tras la II República y que hay mucha expectación por ver cómo funciona. Es algo nuevo, no hay fórmulas escritas y hay que crear las dinámicas día a día. Y en eso están.