Estructuras movilizadoras
El 5 de octubre de 1988, una multitud de manifestantes asediaba la sede del Consejo Ejecutivo o gobierno provincial en Novi Sad, la capital de la provincia autónoma de Vojvodina, Yugoslavia. Hacían lo que hoy llamaríamos un escrache. Su aspecto era el mismo que tenían los que apoyaban a Milošević en Kosovo un año y medio antes: trabajadores de todos los tipos, hombres de aspecto popular, con barbas mal afeitadas, en mono de trabajo, pequeños funcionarios de la administración. En un momento dado comenzaron a lanzar envases de yogur contra el edificio mientras gritaban: "¡Abajo los apoltronados!". A continuación, lo asaltaron y lo desalojaron. A eso se le denominó la "Revolución del yogur".
Los improvisados proyectiles los habían sacado de un camión de reparto que pasaba por allí. Pero el trasfondo de la escena no era tan desenfadado y espontáneo como pudiera parecer. Aquella masa de contestatarios había sido llevada hasta el lugar por los "hombres para todo" de Milošević, organizados en la vojna linija, es decir, la "línea militar", u "organización de combate", en traducción más libre.
Aquel día de otoño tuvo un papel clave Mihalj Kertes, conocido como "Hermanito", que contribuyó a la manifestación sacando a los obreros de las fábricas de Bačka Palanka, a cuarenta kilómetros de Novi Sad. Desde allí organizó la marcha de los manifestantes con autobuses, tractores e incluso a pie. O el carismático Miroslav Šolević, que lideró a los contestatarios sobre el terreno y que ya contaba con experiencia en todo ello, adquirida durante las protestas de Kosovo contra los nacionalistas albaneses, en 1987. Desde las alturas del poder, la vojna linija tuvo un apoyo muy valioso en el general Petar Gračanin, por entonces presidente de Serbia, que bloqueó el envío de fuerzas del orden público para desalojar a los manifestantes de la "Revolución del yogur".
La vojna linija organizó varias de esas protestas, conocidas colectivamente por entonces como "Revolución antiburocrática". Supuestamente, en Serbia había llegado el momento de la gran renovación, no sólo en un sentido nacionalista, sino también social. Se podría decir que en todo ello subyacía un verdadero sentimiento nacional-socialista, con todas las reminiscencias inquietantes que se quieran. Pero, para los serbios de la época, aquellas protestas callejeras reforzaban la imagen de Milošević como un "nuevo Tito", un hombre providencial que "resolvía problemas", que lograba movilizar a las multitudes como no se había visto desde hacía cuarenta años. Frente a la imagen de los dirigentes colocados en el poder rutinariamente por la tediosa maquinaria de la Constitución, Milošević se había impuesto a sí mismo y, aparentemente, con ayuda del pueblo.
Así, el nuevo líder fue colocando a sus partidarios en la administración regional e incluso republicana. Controlando las directivas de Vojvodina y Montenegro, Belgrado sumaría tres de los ocho votos de la federación, uno por cada república y provincia.
La vojna linija prefiguraba en otros países del mundo a las futuras estructuras movilizadoras de algunos partidos, aunque externas a ellos y, por lo tanto, ajenas al control parlamentario o al voto ciudadano. Era un recurso no tan nuevo en los países del Este: en la Rumania de Ceauşescu ya existió la gospodăria del partid (del Partido Comunista Rumano), siempre con sobrados recursos que nadie sabía nunca cómo o para qué se gestionaban. Y en Rusia, Yeltsin impulsó la denominada Agencia Federal de Información, en 1993, para influir en los medios de comunicación durante su pugna contra la oposición rojo-negra. Por supuesto, estaba financiada directamente desde la presidencia y dirigida por un hombre para todo de Yeltsin: Mijail Poltoranin. Frente al gobierno y sus intereses, la misteriosa y ubicua organización Trudovaya Russia (Rusia Trabajadora) liderada por el comunista y sindicalista Viktor Anpilov, funcionaba como plataforma transversal y de activación entre los sectores rojos y pardos. De forma que desde los neonazis de Pamyat a la Unión de los Comunistas, solían participar conjuntamente, entre otros, en las acciones de esa organización que a veces parecía surgir de la nada.
Las estructuras movilizadoras de "hombres para todo", capaces de mover recursos, alquilar autobuses y sacar a partidarios por las calles, marcaron toda una nueva época que, desde el Este, se insertó en la política populista que estaba naciendo en Europa. Era la "revolución desde arriba". Pero precisamente ese concepto había sido utilizado previamente por Ronald Reagan en los años ochenta con su "Revolución conservadora". Fruto de ello, en 2009, fue una plataforma transversal, dinamizadora, antiburocrática y de debate ideológico, mucho más sofisticada que las del Este y más de abajo hacia arriba, pero que también tendría su influencia en Europa: el movimiento Tea Party.