Esto suena a chino
La expresión cuando no se entiende lo que dice alguien es diferente en cada país.
En Génesis 11 se nos dice que “Jehová los esparció desde allí sobre toda la superficie de la tierra”. Se refiere, obviamente a los idiomas y es un relato, como otro cualquiera, para poder explicar el origen de los pueblos.
Actualmente hay un consenso entre los historiadores sobre que Nabucodonosor II ordenó construir un zigurat, la construcción más emblemática de la antigua Mesopotamia, en la ciudad de Babilonia.
El zigurat de Nabucodonosor, al que se le ha dado el nombre de Etemenanki, debió tener siete pisos y una altura de unos noventa y un metros, con un templo de Marduk en su cúspide. La función de esta construcción sigue sin estar clara todavía a día de hoy.
Según las Escrituras la población de la Tierra se dividió en los días de Péleg, que nació unos 250 años antes que Abrahán, es decir, la confusión lingüística tuvo lugar hacer unos 4.200 años.
Y ya que hablamos de idiomas, el más políglota de nuestros monarcas ha sido, sin duda, Carlos I (1500-1558), el rey de España y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Sus posesiones comprendían el entonces Reino de Castilla, el Reino de Aragón, Nápoles, Sicilia, las llamadas Indias, los Países Bajos y los territorios austríacos. Un imperio extenso en donde se hablaban diferentes idiomas y para ser un buen emperador había que conocer, al menos, algunos de ellos.
En cierta ocasión le preguntaron al soberano qué idioma era el que utilizaba más a menudo. La verdad es que no lo dudó ni un momento: “Hablo francés a los hombres, italiano a las mujeres, español a Dios y alemán a mi caballo”.
Imagino que esa contestación no gustó lo más mínimo a los teutones. ¿Será por eso por lo que cuando no entienden lo que dice una persona utilizan la expresión “me suena a español”? El equivalente a nuestro “esto suena a chino”.
La verdad es que esta expresión va por barrios. En el siglo XVI se hizo muy popular la locución “It is Greek to me” —me suena a griego— con la obra de teatro Julio César, de William Shakespeare.
En ella aparecía un conspirador preguntándole a otro qué había dicho Cicerón, y el primero le respondió que no había entendido nada porque “para mí, eso estaba en griego”.
Parece ser que esta expresión no la eligió el bardo inglés de forma casual, durante la Edad Media, tras la caída del Imperio Romano de Occidente (476), el latín siguió empleándose, pero el griego tan sólo se utilizaba en la parte oriental.
De esta forma, en los monasterios de la Europa Occidental no era infrecuente encontrar en los manuscritos algunas anotaciones de este porte: “Graecoum est, non legitur” —es griego, no se lee—. De este modo, y con el inexorable paso del tiempo, el griego pasó a ser sinónimo de impenetrable.
A nuestros vecinos los franceses lo incomprensible les “suena a hebreo”, pero cuando alguien habla muy mal el francés siempre recurren a los mismo, dicen que lo habla como “una vaca española”. Como si nuestro ganado vacuno no supiera hablar idiomas.
Probablemente, si tuviésemos que dar el premio al idioma más políticamente correcto le correspondería al indonesio, porque allí cuando no hay forma de hacerse entender se usa la expresión “suena a extraterrestre”.
Por cierto, y con esto ya terminamos, los chinos también tienen su propia expresión, faltaría más, para ellos lo incomprensible les suena a “lenguaje celestial”. Bueno, cuestión de gustos.