Esto es lo que ocurre cuando un presidente no tiene una política exterior clara
Bienvenidos a la doctrina Trump o, mejor dicho, a la no-doctrina Trump.
Tres meses han pasado desde que Donald Trump firmara la orden presidencial que prohibía durante 90 días la entrada a ciudadanos de seis países de mayoría musulmana --Yemen, Sudán, Libia, Siria, Somalia e Irán-- por motivos de seguridad y suspendía el programa de acogida de refugiados durante 120 días.
La norma creó un caos en los aeropuertos del país y un lío jurídico que ocupó los titulares más destacados de la prensa durante muchas semanas. Sobre todos, después de que dos tribunales suspendieran las partes más importantes de la orden presidencial. Se creó entonces un limbo legal que afectó a la vida y los planes de miles de ciudadanos que querían entrar en Estados Unidos.
Este lunes, Trump se ha alzado con una primera victoria en la ejecución de su veto migratorio porque el Tribunal Supremo ha aceptado que se vete la entrada en el país a las personas que no tengan relación "con personas o entidades de EEUU".
El caso del veto migratorio es uno más de los vaivenes en los que está sumida la presidencia de Donald Trump y que afectan a millones de personas en todo el mundo. Es lo que muchos analistas conocen ya como la doctrina Trump o, mejor dicho, a la no-doctrina Trump.
"No hay una doctrina Trump", sostiene Michael Kofman, del Centro de Análisis Navales, que añade que los subordinados de Trump —sin ninguna aclaración por parte de su superior— se pelearán entre sí por crear la suya propia, al menos en sus feudos. "Otros están intentando definir este espacio a través de filtraciones, declaraciones a los medios y comunicados públicos que probablemente no han pasado previamente por el presidente".
Irán ha lanzado misiles balísticos en Siria, Rusia está advirtiendo a las fuerzas estadounidenses de que sus aviones no sobrevuelen la zona, Corea del Norte hace pruebas habituales de sus propios misiles y los líderes de Europa Occidental avisan a sus ciudadanos de que ellos también podrían hacerlo.
Donald Trump lleva seis meses en la presidencia, y Estados Unidos ya está escalando en su implicación militar en Oriente Medio y creando conflictos con sus aliados tradicionales, todo ello salpicado por las a veces incendiarias declaraciones presidenciales vía Twitter.
Hace unas semanas, Trump tuiteó: "Aunque aprecio enormemente los esfuerzos del presidente Xi y de China para ayudar con Corea del Norte, esto no ha funcionado. ¡Pero al menos sé que China lo ha intentado!".
While I greatly appreciate the efforts of President Xi & China to help with North Korea, it has not worked out. At least I know China tried!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) June 20, 2017
Ni la Casa Blanca ni el Consejo de Seguridad Nacional respondieron a las consultas sobre este comunicado. Pero es precisamente el tipo de comentario improvisado que los expertos en política exterior temen que pueda tener consecuencias impredecibles y duraderas.
En abril, después de que en televisión aparecieran imágenes de los ataques del régimen sirio con gas sarín a los civiles, Trump lanzó misiles de crucero a una base aérea siria, pese a que previamente la Administración dio a entender que no le interesaba una lucha con el presidente sirio Bashar al-Assad y que sólo quería destruir al grupo terrorista ISIS.
"El ataque con misiles de crucero en Al Shayrat fue sin planear, pero luego trataron de convertir el impulso en política", asegura Kofman. "Esta política arriesgada resulta desconcertante".
Del mismo modo, lo que Trump tuiteó después de la muerte del universitario estadounidense Otto Warmbier, que fue encarcelado en Corea del Norte hace 17 meses por un delito menor de robo y posteriormente devuelto a Estados Unidos en estado de coma. Trump expresó su indignación durante una visita del presidente de Ucrania: "Lo que ha ocurrido a Otto es una desgracia total. Nunca, jamás, se debería permitir que esto ocurriera".
Sin embargo, el presidente también ha expresado en otras ocasiones su admiración por regímenes autocráticos como los de Arabia Saudí, Turquía, Filipinas y Rusia.
"La visión más bien positiva sobre Rusia y la postura negativa con respecto a la OTAN han sido constantes", recuerda Kofman.
Las alabanzas repetidas de Trump y la aparente luz vez a una reciente campaña de Arabia Saudí para aislar a Catar, una pequeña nación árabe que alberga la mayor base militar en Oriente Medio, preocupa a numerosos políticos y expertos en Oriente Medio.
Además, la simultánea enemistad con los amigos tradicionales significa que, si Estados Unidos se mete en apuros, no se sabe cuál de estos aliados querrá ponerse de parte de América.
Durante su primer viaje al extranjero, Trump dañó las relaciones con países de Europa Occidental al no ser capaz de manifestar su compromiso con la cláusula de defensa mutua de la OTAN y al anunciar su intención de salir del Acuerdo internacional de París para luchar contra el cambio climático.
Los miembros de la OTAN llevaban un tiempo esperando a que Trump ratificara el Artículo 5 de la Carta de la Alianza, que afirma que un ataque a una nación del grupo se considera un ataque sobre todas. Supuestamente, esa parte fue eliminada a última hora del discurso que Trump dio el mes pasado. (En cambio, Trump manifestó su compromiso con el Artículo 5 a principios de mes, durante una visita del presidente de Rumanía a la Casa Blanca).
Unos días después, en Sicilia, Trump se negó a permanecer en el Acuerdo de París —por el que la mayoría de países del mundo se comprometió a empezar a reducir las emisiones de dióxido de carbono— pese a las peticiones de los líderes de los otros seis miembros del G-7 de las democracias industrializadas. A su vuelta a Estados Unidos, Trump anunció que saldría del Acuerdo.
Tanto el presidente francés, Emmanuel Macron, como la canciller alemana, Angela Merkel, han afirmado públicamente que Europa Occidental no puede depender de Estados Unidos y que tiene que estar preparada para liderar cuestiones globales, como la postura frente al líder ruso Vladimir Putin.
"De algún modo, la época en que se podía confiar totalmente en los demás ha terminado", dijo Merkel al volver a Alemania desde Sicilia. "Esto es lo que he experimentado en los últimos días".
Mientras parece que Trump se está desvinculando de Europa, ha reforzado la presencia de las tropas estadounidenses y su implicación en Afganistán, Siria, Yemen y Somalia, aparentemente sin una política clara, lo cual significa que los intereses de Estados Unidos están sujetos a las decisiones de otros gobiernos.
La consecuencia más visible se ha dado hace poco en Siria, donde las fuerzas pro-Assad han retado en repetidas ocasiones a Estados Unidos y a grupos rebeldes asociados en las últimas semanas.
En lo que el Pentágono describió como una autodefensa necesaria, Estados Unidos atacó a un dron vinculado al régimen sirio el martes. Dos días antes, un piloto de la Marina estadounidense derribó a un jet sirio. Era la primera que un avión de combate estadounidense derribaba a un avión pilotado en casi dos décadas.
La implicación cada vez mayor de Irán en la región también está bajo el radar de algún modo.
Tras los ataques de ISIS en Teherán a principios de este mes, Irán respondió lanzando misiles balísticos en un bastión del ISIS en Siria este fin de semana. Trump no ha respondido públicamente a este ataque, pero los observadores temen que la confrontación sea inevitable, dados los objetivos estratégicos de Irán en la región.
"No estoy seguro de que el presidente Trump tenga una estrategia con respecto a Irán, pero puede que Estados Unidos se vea pronto en un serio conflicto con la República Islámica", apunta Ali Alfoneh, un experto en Irán del think tank Atlantic Council. "Teherán está continuamente testando la disposición de Washington a meterse en otra guerra en Oriente Medio".
Rusia, el otro respaldo clave de Assad, ya hizo su propio movimiento, amenazando a los aviones estadounidenses que sobrevolaban el río Éufrates, en el oeste de Siria.
El Departamento Estadounidense de Defensa dice que se guarda el derecho a volar por donde quiera para derrotar al ISIS y para defender a sus aliados en esta lucha. No obstante, la aparente falta de un plan más amplio sigue siendo una señal importante para amigos y enemigos. Australia, por ejemplo, que también estaba llevando a cabo misiones aéreas anti-ISIS, anunció este lunes que las suspendía.