Esperando al mesías prometido
Los electores de la Comunidad de Madrid no están teniendo la oportunidad de enterarse de por qué van a votar, a qué van a votar y cómo les afectará,
La historia nos dice que los madrileños han debido ser presa de un encantamiento malvado cuando, tras alguna excepción que ahora mismo no se me viene a la cabeza, depositaron su confianza en los desenfadados candidatos populares que han llevado a la autonomía al borde mismo del risco. Suponiendo que no esté cayendo ya mismo en el abismo. Siguen esperando al mesías.
Me recuerda a la fábula del flautista Hamelín. Políticos sin muchos escrúpulos tocan una flauta mágica y consiguen que los votos afluyan por lo general más por impulso que por reflexión. ¡Ah, el poder de la propaganda! Sin la publicidad machacona llena de medias verdades o mentiras a lo Barón de Munchaussen no se puede concebir ni la fama de Esperanza Gracia en los espacios nocturnos de la tele en la franja low cost, ni los éxitos continuados de unos populares que en situaciones normales de presión social, temperatura moral y raciocinio colectivo serían apartados del poder por su poca vergüenza y enorme incompetencia.
Sí. Puede que los madrileños no se equivocaran al votar a la chulapa aristócrata Esperanza Aguirre una y otra vez, a pesar de los muchos pesares que fueron apareciendo desde el primer mandato, cuando ya sus “ranas” empezaban a croar en el estanque.
La que se equivocó sería ella, doña Esperanza, con sus privatizaciones a mansalva, su desenfado altanero, su campechanía impostada y un concepto del estado de bienestar que, decididamente, como el de la Thatcher, aumentó el bienestar de las cuentas de las empresas sanguijuelas del dinero público. De ese neoliberalismo castizo vinieron los lodos que ahora nos inundan.
Y puede que los madrileños tampoco se equivocaran al votar a Ignacio González, al que la cazatalentos empujó como sucesor en Sol. Se equivocó él solito tejiendo una enorme trama de corrupción que lo llevó a la cárcel. También, claro, gozó hasta embriagarse de una presunción de inocencia que solo se cuarteó cuando se destaparon sus chanchullos en Colombia.
Formando parte del clan estaba Francisco Granados, consejero de Presidencia, Justicia (ahí queda eso) e Interior (seguimos para bingo) de la Comunidad de Madrid. Otra buena pieza que comenzó sus trapicheos siendo alcalde de Valdemoro. Involucrado en muchos casos, como el Púnica, en 2014 se conoció que tenía una cuenta en Suiza con millón y medio de euros.
Bien, y luego llegó Cristina Cifuentes…
Mientras volaban las existencias de papel celofán y fuegos artificiales Luis Bárcenas, el tesorero del PP, gastaba bolígrafos apuntando el dinero que entraba en la caja B de Génova 13. Madrid era el eje de la gran trama de corrupción montada durante décadas.
El aguirrismo (de Aguirre aunque algunos malévolos digan que puede ser sinónimo de agarrar, visto lo visto) es culpable de la venta a fondos buitre de viviendas sociales, y aunque los tribunales la hayan declarado nula, la delfina Isabel Díaz Ayuso se niega a recuperarlas. Y es culpable de una despendolada privatización de la sanidad pública. Como el negocio más suculento es la hospitalaria, se ha abandonado la atención primaria, o sea, la medicina preventiva, o sea, los centros de salud, y la salud pública. La salud preferente ha sido otra… más cuentacorrentista
Estas elecciones anticipadas a medio mandato —en política, no lo olviden sus autores, lo importante es sentar un precedente, y eso siempre tiene efecto boomerang— han sido tinta de calamar gigante huyendo del descrédito. Por eso, se ha elegido una causa tan confusa, profusa y difusa, que diría Romanones, como “comunismo o libertad” para tapar sus vergüenzas desvergonzadas.
Aunque la oposición quiera centrar el debate autonómico en la política autonómica doña Isabel es como el robot Perseverance en Marte y su dron helicóptero Ingenuity, nombre muy apropiado para este experimento social ayusista madrileño con flecos de la FET y las JONS. Todo está siendo muy marciano en la campaña del 4 de Mayo en la que está quedando claro que Vox no es la única ultraderecha ni Rocío Monasterio la única caradura maleducada.
En plena pandemia del coronavirus, un episodio que pasará a los anales de la historia mundial, apenas se ha hablado de este asunto. La presidenta que quiere ser presidenta ha logrado lo imposible en un país serio: desviar la atención hacia los dimes y diretes. Un síntoma del éxito de la frivolización inducida de las masas es el gancho del docudrama televisivo de diseño de Rocío Carrasco en Telecinco cuyo único fin es alcanzar un récord de audiencia, con la ambición de aumentar la afluencia publicitaria. Los líos matrimoniales de esta señora llorosa, de su ex Antonio David, de su hija que le dice mamá, mamá, por qué no me coges el teléfono…
Tremendo espectáculo que tiene entre asombrados, cabreados y divertidos —no son estados de ánimo incompatibles— a los jueces, fiscales y policías y al público que mantiene en orden sus neuronas y su capacidad cognitiva.
Mientras una España llora de pena y otra llora de risa, pasan cosas. Todos los españoles nos hemos quedado sin saber —por ahora— cuál es la verdad en las políticas de educación; por ejemplo, cuántos nuevos colegios e institutos están programados para afrontar las necesidades pospandémicas. Cuántos nuevos profesores se contratarán. Y, esto es muy importante: si se aumentará o no la financiación para investigación (y posterior transferencia) en las universidades públicas de la región.
¿Y en materia de sanidad? ¿Cuáles son las lecciones aprendidas o se pasa de curso con clamorosos ceros patateros, que diría Aznar, en materia de prevención y salud pública? ¿Se seguirá con la privatización y sus puertas giratorias? ¿Y la calamidad de las residencias de mayores?
Madrid es la comunidad autónoma con más porcentaje de externalización de hospitales y servicios especializados de España: un 69,4%, según datos oficiales citados por El País (25 de abril de 2021). No es por nada, pero eso no la hace ser la mejor. En gasto sanitario público comparte puestos de cola con Andalucía. No es empero una circunstancia generalizada en los Gobiernos del PP: Castilla y León, Murcia, Galicia… mantienen un mayor respaldo a lo público, que se integra mejor en la llamada constante al interés general que se hace en la Constitución. En sanidad y salud, como dicen que decía Eugenio D’Ors, los inventos mejor con gaseosa.
Es difícil encontrar una disculpa plausible ante el desastre madrileño y a la demagogia que campa alocada a sus anchas. La “libertad” que ha encandilado a los hoteleros y restauradores es como las luces largas de un coche que deslumbran a un gato… y le pasa por encima. Miles de conocidos y parientes de estas empresas, pequeñas, medianas o grandes, muy grandes, engrosan la estadística de muertos o de contagiados con graves secuelas. Si uno mira a su alrededor, y deja de mirarse el ombligo, porque todos los ombligos son redondos, como el título de la novela de Álvaro de la Iglesia, habrá que convenir que siendo muchos, o sea, todos los demás lo que van en otra dirección, a lo peor quien va en dirección contraria es la alegre y dicharachera ayusería.
Como decía Albert Einstein: “La teoría es asesinada tarde o temprano por la experiencia”. Los electores de la Comunidad de Madrid, pues, no están teniendo la oportunidad jeffersoniana de enterarse a fondo de por qué van a votar, a qué van a votar y cómo les afectará personalmente. Y eso es grave. Lo más seguro y como está suficientemente acreditado, es que si haces lo mismo conseguirás lo mismo.
Pero no es solamente el PP madrileño, y el nacional por el momento, o por el momentito, casadista, quien tiene que reflexionar seriamente y con sinceridad y crudeza.
“La culpa de todo la tiene, ¿sabe usted?, Albert Rivera. El tipo se vino tan arriba que quiso ser Gil Robles y liderar una nueva CEDA, que Dios nos libre y guarde…”, me comentaba un anciano en la cola por la Pfizer. ¿Se imaginan ustedes que hubiera un Gobierno que estuvo a punto de caramelo pero al que le faltaron un par de hervores entre el PSOE y Ciudadanos?
También Pablo Iglesias (bis) ha de hacer examen de conciencia mientras cumple la penitencia. Más Madrid demuestra que la moderación es clave hasta en el radicalismo. Podemos necesita una refundación ideológica adaptada a Europa. Y Pedro Sánchez habrá comprendido que Alicia en el País de las Maravillas no es compatible con Piratas del Caribe. Vox ha tenido muchos padres desde que aguardaba su oportunidad en los recovecos de las derechas juntadas por Fraga.
En fin… veremos.