España se lo juega todo a la confianza en tiempos de pandemia
El país, debido al coronavirus, ha perdido estatus frente a los inversores. Esto es lo que necesita para recuperarlo.
Confianza, confianza y confianza. Esta es la palabra que repiten constantemente los inversores a la hora de decidir dónde quieren meter su dinero. La rentabilidad, los beneficios, los dividendos... todo eso es secundario. Si no existe algo tan básico como la confianza, nadie en su sano juicio se atreverá a arriesgarse y apostar por una empresa o un país del que no se fía.
Si se consulta el diccionario, la RAE define confianza como la “esperanza firme que se tiene de alguien o algo”. Se trata de algo intangible, que no se puede medir, y que, incluso, no significa lo mismo para todo el mundo. La pandemia del coronavirus, que ha provocado un agujero económico sin precedentes, ha reforzado todavía más su valor.
España se juega mucho en este terreno. El país, coronavirus mediante, ha pasado de ocupar puestos privilegiados en las listas de sistemas confiables a estar en el punto de mira por el impacto de la pandemia. Las nuevas restricciones puestas en marcha en otoño por los países de la Unión Europea para detener los contagios han minado esa confianza en la eurozona, que se desplomó en noviembre.
“La confianza es un elemento de referencia a la hora de seleccionar en qué empresas o sectores se quiere invertir. Una inversión es colocar dinero con el objetivo de tener una ganancia en el futuro, esperando que el riesgo de no recuperarlo sea el mínimo posible”, explica Gumersindo Alberola, profesor del máster en dirección y gestión financiera de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
La confianza no sería necesaria para invertir en un mundo idílico, pero la realidad difiere mucho de ser ideal. “Las decisiones económicas que tomamos deberían ser ajenas a la confianza, debería bastar la información. Sin embargo, no es inusual que carezcamos de información completa, perfecta e interpretable, lo que obliga a utilizar la confianza que tenemos en la fuente o en el proveedor como un elemento relevante para tomar decisiones”, explica Raúl Martínez Solares, profesor de mercadotecnia en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en El Economista de México.
¿A qué se refieren los inversores con confianza?
En realidad, no existe un consenso sobre cómo se mide exactamente esa confianza. “Todos los inversores se nutren continuamente de información para conocer las condiciones y el riesgo al que se enfrentan. Ese bajo nivel de riesgo se analiza a través de muchos factores o métricas. Cada analista considera unos más relevantes que otros, pero siempre hay unas referencias comunes”, señala Alberola.
Si hay una gran idea en común es que lo opuesto a la confianza es la incertidumbre, un auténtico ogro como el de los cuentos infantiles al que teme todo aquel que quiera invertir. “El principal elemento que toman como referencia todos los inversores es la incertidumbre”, apunta Alberola.
Por eso, los países tienen que intentar reducir esa incertidumbre al máximo si quieren atraer inversiones a su territorio. “Lo primero es garantizar unos marcos regulatorios y jurídicos estables”, señala.
Otros elementos importantes que ayudan a aumentar la confianza sobre una economía son disponer de un sistema económico fuerte, un sistema financiero sólido, un mercado atractivo y un buen desarrollo de infraestructuras.
“La transparencia es un valor fundamental para poder hacer negocios. Cuando ves sistemas burocráticos ineficientes, regulaciones opacas o procedimientos complejos suele ser bastante difícil que las inversiones recaigan en esas economías”, apunta el profesor de la UNIR.
España, de buena alumna a estar en el punto de mira
La pandemia ha puesto a España en el punto de mira. Se ha convertido en uno de los países más golpeados desde el punto de vista sanitario, con más de 900.000 casos confirmados y más de 30.000 fallecidos, pero también económico, con una caída prevista del producto interior bruto del 11,2% para este año.
″Las circunstancias actuales pueden cambiar mucho la situación si no hacemos las cosas bien en el proceso de salida. Es necesario que existan medidas muy coordinadas dentro de la Unión Europea. De esa coordinación va a depender mucho cómo salgamos de reforzados”, apunta.
A pesar de estos malos augurios, la situación de la economía española no tiene nada que ver ahora con lo vivido en la crisis financiera de 2008 y en la posterior crisis de deuda de 2012. La prima de riesgo —la diferencia entre el bono español a 10 años y su homólogo alemán— cotiza actualmente en torno a los 70 puntos básicos. Este indicador suele reflejar el miedo existente en los mercados sobre un país.
Los analistas suelen consultar un índice de confianza creado por la consultora AT Kearney para determinar la fiabilidad de los países para los inversores extranjeros. El primero de la lista es Estados Unidos, mientras que España ocupa el puesto número 11.
“En España no estábamos haciendo las cosas mal. Estábamos siendo de los países de referencia en cuanto a inversión, con crecimientos anuales por encima de la media de la UE y con aumento del empleo. Eso era una base que favorecía la atracción de los inversores”, apunta Alberola.
Sin embargo, el elevado número de contagios durante la segunda oleada perjudicó mucho a la campaña turística. Muchos países impusieron cuarentenas a los viajeros procedentes de España. Esto supuso un duro golpe, ya que el país ha recibido 40 millones menos de turistas entre enero y agosto que el año pasado. Las alarmas se han disparado.
Ahora, el Gobierno tiene que trabajar en diferentes escenarios a corto, medio y largo plazo para intentar recuperar esa confianza. Esto permitirá atraer inversiones que crearán empleo y, por tanto, salir antes de la crisis.
Obviamente, las primeras medidas están relacionadas con el ámbito sanitario para hacer frente a la pandemia. “El punto de inicio es reforzar el sistema de salud pública ante posibles rebrotes. Si esto se hace, puede situar al país en unas circunstancias mucho mejores para tomar otras medidas en el futuro”, apunta Alberola.
En este ámbito, los profesionales sanitarios demandan medidas como la mejora de las condiciones laborales para evitar la fuga de cerebros, la contratación de rastreadores y el refuerzo de la atención primaria, entre otras.
También a corto plazo, los expertos recomiendan seguir sosteniendo el tejido productivo, especialmente de las pequeñas empresas que tienen más difícil acceder a financiación por su cuenta. Es decir, ampliar las líneas de avales del Instituto de Crédito Oficial (ICO) y extender los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE). “Mientras dure esta situación se deben mantener las medidas de urgencia dedicadas a apoyar la liquidez de estas compañías y a mantener el empleo”, defiende Alberola.
A medio plazo, hay que pensar en la formación de los profesionales que demandan las empresas. “España tiene una posición destacada. Tenemos un porcentaje de graduados universitarios en disciplinas relacionadas con las tecnologías bastante elevado, por encima de la media de la OCDE. Eso nos pone en una situación atractiva para determinadas empresas”, afirma
Asimismo, hay que ofrecer alternativas para el millón de trabajadores que se han ido al paro y a parte de los 700.000 que siguen en ERTE, algunos de los cuales no podrán reincorporarse al mercado laboral. “Hay que llevar a cabo procesos de formación con las personas que sean expulsadas del mercado laboral, porque sus empresas no han aguantado, para reorientarlas”, explica.
A más largo plazo, el Gobierno tiene que marcar una hoja de ruta que marque el rumbo hacia dónde se quiere dirigir el país en los próximos años. “Se han producido cambios muy importantes, a nivel social, a nivel tecnológico, a nivel medioambiental… a un ritmo inesperado. Hay que anticiparse a estos cambios, crear los incentivos y fomentar la formación en esas áreas”, señala Alberola.
Precisamente, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, presentó en octubre el plan de recuperación que pretende crear 800.000 puestos de trabajo en tres años. Siete de cada 10 euros del plan —cuyo dinero procede de los fondos de la UE— estarán dedicados a la transición ecológica y la digital.
Este plan parece un buen punto de partida de cara al futuro, pero los expertos recuerdan que no puede quedar en papel mojado. Por eso, reclaman una mayor coordinación entre las administraciones públicas y también en el ámbito político, con el objetivo de que todo el mundo reme en la misma dirección.