España necesita un Gobierno estable
El próximo 10 de noviembre nos jugamos mucho más que premiar o castigar a quién ha hecho más o menos por formar un Ejecutivo.
La ola de ilusión generada por el Gobierno socialista emanado de la moción de censura fue tremenda. Por fin teníamos un Gobierno progresista que descabalgaba de las instituciones la corrupción del Partido Popular, recuperaba la justicia social arrebatada por Mariano Rajoy y devolvía la dignidad a la vida pública de este país. Por ello se entiende perfectamente la decepción ante el bloqueo político el pasado verano de los que apostamos por la continuidad de ese Gobierno progresista, tal y como fue la voluntad mayoritaria de la ciudadanía en las elecciones del 28 de abril. Pero si hemos llegado a esta situación es por el cortoplacismo, los egos, la obtención de réditos partidistas y la hipocresía de PP, Ciudadanos y Podemos. Gracias a ellos nos encontramos de nuevo ante las urnas, en unos comicios en los que los perdedores de abril buscan ganar en los despachos lo que perdieron entonces en la cancha.
Así pues, España se sitúa a las puertas de sus cuartas elecciones generales en cuatro años y ante su segunda repetición electoral. A PP y Ciudadanos les ha movido el mismo objetivo en su afán por bloquear: la batalla por la hegemonía de la derecha y el liderazgo de la oposición. Casado y Rivera, a solo nueve escaños de distancia, han trasladado su guerra personal y electoral al debate nacional, olvidando cualquier atisbo de responsabilidad, e impidiendo la investidura de Pedro Sánchez (la única posibilidad real de Gobierno) por mero interés partidista. Ambos han practicado desde el 28 de abril, y sin ningún tipo de pudor, una política de tierra quemada con el único objetivo de que la gobernabilidad de España dependa del voto independentista. Todo para poder seguir crispando, dividiendo e incendiando.
Estas son las derechas, las mismas que pactan con los ultras que quieren criminalizar a los socialistas y su memoria, los que niegan el cambio climático y, sobre todo, los que afirman que la violencia machista no existe. Estos patriotas de pulserita han demostrado que España solo les importa para usarla como arma arrojadiza con la que desgastar a Pedro Sánchez. Y sin escatimar esfuerzos: han falseado el pacto de gobierno de Navarra presentándolo como una supuesta alianza para hacer de Navarra la cuarta provincia del País Vasco; han seguido ahondando en la división catalana pidiendo un 155 sine die; o incluso han intentado culpabilizar al presidente Sánchez de las acciones de los CDR detenidos por la Audiencia Nacional.
No existe ningún límite para las derechas cuando se trata de luchar por el poder. Son capaces incluso de girar 180 grados en su discurso cuando les entra el pánico al leer las encuestas. Albert Rivera nunca se ha caracterizado por ofrecer un discurso político sólido. Lo suyo es la mercadotecnia pura. Por eso no le tiembla el pulso cuando dice que nos ‘levanta el castigo’ a los socialistas para llegar a acuerdos. Pero en su nerviosismo no tiene en cuenta un detalle importante: los socialistas y la mayoría de españoles y españolas no nos fiamos de los que dicen que vienen a regenerar el país y a la hora de la verdad impiden el cambio hacia el progreso, como en Castilla y León, o se apoyan en la ultraderecha.
Lo que nos jugamos el 10 de noviembre
El próximo 10 de noviembre nos jugamos mucho más que premiar o castigar a quién ha hecho más o menos por formar un Gobierno. La ciudadanía decidirá si España tendrá un Gobierno estable y serio, o si continúa el bloqueo. No es una elección inofensiva, ya que nuestro país necesita estabilidad política ante los retos inmediatos que se avecinan.
Ya están apareciendo los primeros nubarrones sobre la economía global y España necesita estabilidad para sobrellevar los riesgos de crisis. El Gobierno de Pedro Sánchez ha hecho los deberes y nuestras empresas están mucho mejor preparadas que en el pasado, pero no por ello nos podemos arriesgar a no tener un mando sólido que nos guíe en los momentos de incertidumbre que puedan surgir, como por ejemplo si se confirma un Brexit duro en Europa, o la actual guerra comercial con los EEUU.
Y no me olvido de los retos como país, en concreto la cuestión de Cataluña. España en su conjunto no puede permitirse otra cosa que no sea una solución dialogada, pero firme. Los socialistas siempre hemos apostado por el entendimiento, pero dejando claro que ante todo está el respeto a la ley y a la convivencia.
Por lo tanto, es urgente acabar definitivamente con esta etapa de bloqueo y de provisionalidad y abrir una etapa con un Gobierno estable y sólido para afrontar los retos que tenemos por delante como país. Y esa estabilidad, solo la puede ofrecer el PSOE.