Yolanda Díaz: “Mi posición es muy clara en el salario mínimo, estoy con los débiles”
Entrevista con la ministra de Trabajo: “Todo el cariño para Illa, lo que me gustaría es que se tomase una decisión con prontitud”.
En la estantería del fondo del despacho se apilan los libros que tiene entre manos. Le gusta su olor. Se mezclan El infinito en un junco, de Irene Vallejo, con Capital e ideología, de Thomas Piketty, Un amor, de Sara Mesa, y Frankissstein, de Jeanette Winterson. Un bodegón en el que no podía faltar el proyecto de presupuestos generales en papel, que se camufla entre Carboneras, de Aitana Castaño y Alfonso Zapico, y El encuentro, de Jesús Ruiz Mantilla.
Hace apenas un año salía adelante la agitada investidura de Pedro Sánchez y nacía el primer Gobierno de coalición. Y Pablo Iglesias tenía claro que una de las ministras de Unidas Podemos sería Yolanda Díaz, la gallega que años antes confió en el desconocido politólogo y lo contrató como asesor. Ahora ella es la ministra de Trabajo y Economía Social durante la peor pandemia del último siglo. Se ha ganado la fama, y con hechos, de lograr pactos que a veces parecían imposibles. No deja de repetir la palabra “gracias” a los agentes sociales.
Dice que tiene alergia a las moquetas (en el sentido físico e institucional) y que no le gusta ir en coche oficial. Detesta la política del odio y machista que, lamenta, todavía practica la oposición. Anda estos días librando una batalla interna por intentar subir el salario mínimo. Asevera que lo tiene claro: “Estoy con los débiles”. Rebaja, no obstante, la tensión dentro del Ejecutivo y comenta que la coalición “está bien”: “Esto no va de Nadia o de Yolanda”. Pero reconoce que no es coherente que se suba el sueldo a los funcionarios y no se haga con los empleados más pobres. Insiste en que no supondría ningún descalabro en las cuentas.
Un Gobierno que anda también muy pendiente de la marcha de Salvador Illa, que deja Sanidad para revolucionar las elecciones catalanas como ‘número uno’ del PSC. No tiene ninguna pista de cómo serán los cambios en el Ejecutivo, sólo los sabe Pedro Sánchez. Le tiene mucho cariño y le desea la mejor suerte, pero admite que sería “conveniente” actuar con rapidez y tiene una petición para el presidente: “una decisión con prontitud”.
Horas antes de que lleguen los Reyes Magos, ella tiene un deseo para sus majestades y pide que los agentes sociales lleguen a un acuerdo sobre la prórroga de los ERTE mucho antes de que acabe el plazo este 31 de enero. Muchos en ella ven ya a la sucesora de Pablo Iglesias al frente de Unidas Podemos. ¿Lo será? Contesta tajante: “No”.
Feliz año. ¿Qué le pide a 2021?
Feliz año. Le pido en primer lugar que seamos capaces de vencer al virus, me gustaría que dejemos de tener personas enfermas y, sobre todo, muertes. Lo que hemos vivido ha sido durísimo y me parece también que desde la política no hemos sido capaces de calibrar lo que ha afectado en el subconsciente colectivo y en la vida de la gente. Y lo segundo, que de una vez por todas podamos ir poco a poco recuperando la economía y el empleo.
Esta semana se cumple un año de aquella trepidante investidura de Pedro Sánchez. ¿Cómo se imaginaba entonces aquel año? ¿Y cómo ha sido estando al frente del Ministerio de Trabajo en la mayor pandemia en un siglo?
Efectivamente fue trepidante. En estas fechas yo estaba fatal, no había asumido que iba a ser ministra. Las decisiones fueron rápidas y no me dio tiempo ni a mentalizarme. Creo que no he disfrutado ni el día de la toma de posesión. Y no he tenido tiempo a hacer las cosas con cierto sosiego. El 4 de marzo publicábamos aquella guía del trabajo para tomar medidas por el virus, que fue tan polémica y lamentablemente el tiempo nos dio razón. A mediados de febrero la pandemia ya había llegado a Italia y este equipo estaba trabajando para tomar medidas. No he tenido tiempo de pensar cómo iba a ser el trabajo. Lo que sí creo, con el balance corto que podemos tener, humildemente es que hemos trabajado por y para la gente, hemos demostrado que hemos gestionado de manera diferente y que el Ministerio de Trabajo y Economía Social se ha colocado en una premisa: defender a quien más lo necesitaba. ¿Por qué digo esto?
¿Por qué?
Por la comparativa que tenemos de gestión de la crisis financiera anterior, se rescató a los causantes de la crisis y se generó un enorme malestar social. Creo que en esta ocasión hemos demostrado que se pueden rescatar a 3.400.000 personas que se han mantenido con el empleo vivo en los ERTE o hemos salvado a más de 550.000 empresas. Por tanto, creo que demostramos que sí se puede gobernar para la gente. Hay mucha incertidumbre. Me preguntaba estos días qué va a pasar después de la covid-19 y pienso realmente en Europa. Creo que otro cambio sustancial ha sido el comportamiento de Bruselas. Y esto es lo que nos ha acercado a ella. Me preguntó qué pasará después, si van a volver la austeridad, los recortes y los sufrimientos. Tengo esta pesadumbre, y es legítima. Me preocupa por los movimientos subterráneos que hay y el malestar que existe en la gente.
Un año de esa investidura, fue de las que más luchó por un Gobierno entre PSOE y UP. ¿Cómo está la coalición ahora mismo?
Creo que la coalición está bien. Peleé mucho, soy una mujer de izquierdas y de los días más hermosos que he vivido fue el que echamos a Mariano Rajoy, no se me va a olvidar jamás. Lo hicimos democráticamente, votando una moción de censura. Además, siempre reclamo las mezclas, esta experiencia maravillosa que es formar parte del primer gobierno de coalición. En aquellas fechas tenía claro que el siguiente Gobierno sería de coalición, lo que no sabía es si de derechas o de izquierdas. España ha cambiado, la gente no quiere que seamos monolíticos ni el bipartidismo. Nos quieren diversos, dialogando, tendiendo la mano. La coalición ha sucumbido a un enorme reto de gestión que ha sido la pandemia. Lo que me gustaría en la coalición es que salgamos de las lógicas del socio mayoritario y del socio minoritario. Que salgamos quizás a veces, que es muy difícil o casi imposible, del ruido mediático o incluso que nos elevemos sobre el ruido de las tertulias. La gran tarea que tenemos es transformar el país, hagamos esto, tengamos altura de miras y seamos generosos en las dos partes. Salgamos de esas lógicas que son muy masculinas.
Tenemos una oportunidad única, un gran examen colectivo, y hemos demostrado hasta en pandemia que el programa de gobierno se ha quedado estrecho. Lo hemos visto, la cantidad ingente de recursos públicos que hemos manejado. Las costuras de ese acuerdo se han ensanchado, hemos de aprender a caminar juntos, no hacer mucho ruido, defender con ahínco nuestras posiciones e ideas. Siempre lo digo, he vivido diferencias que no iban por un partido o por otro, sino sencillamente por ministros y ministras. Noté mucho cariño y proximidad con mis compañeros de UP pero también del PSOE. Caminemos con altura de miras, transformemos el país. La gente entiende las diferencias perfectamente, lo que quiere es que nos entendamos. Pues entendámonos.
Habla de ministros y ministras. ¿Qué hay de verdad o de mito en esa supuesta mala relación por la visión política entre Nadia Calviño y usted?
No trabajo así. Esto no va de Nadia o de Yolanda, y yo además nunca voy a comportarme así con una compañera y mucho menos con una mujer. Lo digo francamente. Lo que creo es quién gana y pierde con las políticas. Es lo único que me preocupa. Por ejemplo, en las diferencias que tenemos respecto al salario mínimo interprofesional, no es si gana Yolanda Díaz o gana Nadia Calviño, sino de quién pierde. Y tengo claro que pierden ese millón y medio de personas precarias que en nuestro país se pueden ver resentidas si no mejoramos el salario mínimo. No estaríamos ya hablando de una revalorización, sino del mantenimiento del poder adquisitivo. Por lo tanto, no me distraigo con los dimes y diretes. Tengo una magnífica relación, incluso cariño, con mis compañeros de UP y ministros y ministras del PSOE. Ahí rompo el mito de si nos llevamos mal o bien, nos llevamos bien. Sinceramente lo digo, y tenemos mucha sintonía.
¿Qué va a pasar con el salario mínimo?
Vamos a discutirlo en la mesa del diálogo social. Mi posición es muy clara, la del Ministerio de Trabajo y Economía Social, la de UP, la de algunos compañeros del Gobierno, es clara, estoy con los débiles. Me parece que esta herramienta ayuda a los más débiles. Creo que mi posición es clara, voy a seguir trabajando en el diálogo social, soy comprensiva, soy una demócrata, que el Gobierno resuelva. Insisto, los convenios colectivos en nuestro país se van a incrementar este año entre un 1,5 y un 1,8. ¿Por qué las personas trabajadoras que tienen capacidad de negociación y mejores condiciones van a ver mejorado su salario y les privamos del mantenimiento del poder adquisitivo a, en definitiva, las mujeres, que son los tiempos parciales, los precarios, que son los jóvenes, y a las personas fuera de convenio? Se decía estos días que los sectores más azuzados, la hostelería y el comercio, se iban a resentir. Es mentira. Creo que falla el argumento. Pero bueno: tranquilidad y que el diálogo social resuelva. Sigo del lado de los débiles. Si tuviera que elegir, creo que primero habría que mejorar a los que están fuera de convenio colectivo.
Dice que su posición es clara, ¿pero cuál es exactamente? ¿Cuánto tendría que subir?
Es cumplir con los acuerdos. Y aquí creo que todo el Gobierno está de acuerdo, lo ha dicho claramente el presidente. Es decir, vamos a cumplir el acuerdo de gobierno que es que vamos a incrementar el salario mínimo a lo largo de la legislatura en el 60% del salario medio. En breve vamos a convocar la comisión independiente que va a fijar el salario mínimo de aquí a lo largo de la legislatura. Quiero ser franca, aquí está la gran mayoría del Gobierno de acuerdo. Hay gente en el Gobierno, igual que fuera, que siempre está en contra de subir el SMI. Casi reproduje este debate recién llegada el año pasado, que tuvimos que hacer lo mismo de prorrogar, pero casi fueron las mismas organizaciones y personas las que discutían la bondad de subirlo. Hay razones ideológicas, eso es legítimo. El propio Banco de España tuvo que rectificar su informe y ahora ya tenemos los datos: subir el salario mínimo ha servido en España para mejorar los deciles salariales más bajos y en los sectores sociales más debilitados, que somos las mujeres y los jóvenes. Frente a aquella hecatombe que nos decían…
Ese mantra…
Este mantra que iba a destruir cientos de miles de puestos de trabajos, no solamente no se destruyeron sino que además es una política económica adecuada porque no olvidemos que la gente que mejora su salario o su pensión también mejora su capacidad de consumo. No olvidemos que en torno al 47% de las rentas son salariales en nuestro país y casi hasta el 90% restante son pensiones. Ya hay informes que indican que esto es positivo. Y digo que no tiene coherencia subir los convenios colectivos y dejar a los pobres fuera.
¿De cuánto dinero estamos hablando?
Siempre digo que me gustaría que lo fijase el diálogo social, pero en todo caso hemos de ser coherentes con lo que se le ha subido a los demás. Es lo mínimo para no perder poder adquisitivo. El salario mínimo se fija en función de cuatro criterios, según lo que dice el artículo 27 del Estatuto. El primero es la previsión de inflación, el cuadro macroeconómico del presupuesto aprobado dice que es del 0,9%. Por eso, se le ha subido esta cuantía a los funcionarios. Dice también que hay que tener en cuenta la productividad y el cuadro prevé un crecimiento entre el 1,5 y el 2,2. También la previsión en términos PIB, que va a oscilar entre el 7 y 7,5%. Y la participación en las rentas salariales en la economía. Esos son los parámetros, con esto es con lo que me gustaría que se trabajara. Mi posición está clara. Es más un discurso ideológico que uno técnico. No estamos hablando de cantidades que puedan suponer un descalabro.
¿Confía en esa capacidad de pacto que se le ha elogiado durante el año pasado? ¿Cómo consiguió esos acuerdos? ¿Cuántos fueron?
Seis. Lo digo siempre: primero con convicción propia. Es un mandato para este Gobierno el diálogo social. Primero porque nos lo exige la Constitución española. Me siento muy orgullosa de decir que después de muchos años el diálogo social ha vuelto. Aprovecho esta entrevista para darle de nuevo las gracias a los agentes sociales. Me consta que no ha sido fácil, todos hemos cedido mucho y han entendido que había que estar a la altura de las circunstancias. El diálogo es un proceso en el que hay que permitir a los dos actores sociales por excelencia que tengan la oportunidad de defender sus posiciones, termine o no con acuerdo. Ha funcionado. Lo que no puede haber son posiciones de parte ni vetos. Nadie puede tener capacidad de veto. El diálogo social es un proceso en el que se forma parte de él.
¿Cómo se hace?
Con una enorme paciencia, con convicción y con una mirada feminista. Esto es clave. Una de las peores experiencias de este año es algo que creí que nunca más volvería a vivir: esta política belicosa, machista, del ruido, de reventar y volar los puentes, la política masculina en el peor sentido. Me siento muy ajena a toda esta manera de hacer las cosas. Creo en la política que tiende la mano, desde las diferencias. Lo he dicho varias veces: detrás de tanta belicosidad y tanto guerrear no hay más que una carencia de ideas y propuestas. Eso no lo he vivido en la mesa de diálogo social. Cada vez que iba al Congreso o el Senado, el bochorno que he pasado... No reconozco a mi país, mi país no es así. La mirada feminista también ayuda y querer hacer así las cosas. Para mí sería mucho más fácil sacar una norma, anteproyecto de ley, llevarla al Congreso, diseñarla como a mí me gustaría, no tener que ceder… pero hemos cedido todos mucho. Y me gusta que sea así. Justo cuando se cede es que se hacen propuestas ponderadas. Es el ejercicio colectivo de ponernos de acuerdo, así se construye un país. También la solvencia y la robustez democrática en plena pandemia en la que los agentes sociales se han dado la mano. Ha sido una lección democrática, da igual el ruido que hagan el PP y Vox. Dejaban a un lado sus diferencias para defender a la gente.
Hablando de diálogo, ¿habrá acuerdo sobre la prórroga de los ERTE antes del 31 de enero que afecta a 750.000 personas?
Espero que sí. El día 8 se reúne la mesa, creo que sí. Nadie lo discute en nuestro país. Al principio se discutía lo que estábamos haciendo, había personas que no sabían cómo emplear el ERTE. Por ahora han de mantenerse, me gustaría que fuéramos a un lapso temporal un poco más extenso para dar tranquilidad y certidumbre a las empresas y trabajadores. El día 8 empezamos y si les pediría, ya no sé si pedirlo porque lo hice en Baleares y no me han hecho demasiado caso…
Pues pídalo otra vez.
Lo voy a pedir para Reyes: que a mediados de mes pudiéramos tener el acuerdo cerrado. No hay tanto ya que discutir, la modalidad que tenemos de ERTE está bien acompasada, habría que definir alguna cosa concreta, pero con la última norma que hemos sacado queda bien diseñado. Pediría que para el 15 de enero pudiéramos sacar un acuerdo. El último lo desatascamos a altas horas de la madrugada con Antonio Garamendi y los agente sociales apenas sin dormir. Todos los acuerdos han costado muchísimo, pero el de la ley reguladora del trabajo a distancia y la última negociación de los ERTE fueron en tiempo de descuento. Agradecérselo, le ha costado a todo el mundo.
No la hemos visto muy de acuerdo con el ministro José Luis Escrivá por esa ampliación de 25 a 35 años de la cotización para calcular la pensión. ¿Por qué no le gusta?
Es un recorte, sencillamente. Esto no es objeto de mi competencia, UP ha manifestado su disconformidad con un planteamiento que va a suponer un recorte duro en materia de pensiones. A mí en términos de diálogo social y de pacto es lo que me inquieta más, porque hace escasamente un mes se ha aprobado en el Pacto de Toledo, con mi querida Magdalena Valerio, un acuerdo y esto no estaba. Me consta que no está en la mesa de diálogo social y no estaba en el pacto de gobierno. Soy una demócrata y creo que hemos venido aquí a hacer lo que dice el acuerdo. Pero me queda esperanza de que se pueda reconducir. Se está dialogando entre el PSOE y UP.
Fue una de las voces más críticas en la oposición respecto a la reforma laboral del PP. ¿Qué va a pasar?
Creo que es claro, teníamos una mesa de diálogo social que estaba muy avanzada en las medidas más urgentes a abordar en el mercado de trabajo español. Tiene dos enormes déficits, que nos vienen suscitando estas recomendaciones la UE, con las que estoy de acuerdo. Tenemos un problema de precariedad brutal en el mercado de trabajo, de dualidad, de segmentación, de rotación, que nos hace esencialmente desiguales, lo llamo la anomalía española. Pues esto se ve agudizado por varias reformas, y una debilidad en la negociación colectiva. La mesa estaba muy avanzada antes de la pandemia, bien que lamento que tuviéramos que atender la pandemia, pero en cuanto las circunstancias lo permitan retomaremos esa mesa para hacer dos cosas: modernizar el mercado de trabajo y excluir las debilidades del marco negocial español. En seguida nos pondremos a ello.
¿Qué le parece la marcha de Salvador Illa a Cataluña?
Todo el cariño para el señor Illa y el respeto. Es una decisión que le compete primero, en cuanto que reforma institucional del Gobierno, al presidente, nada más que respetarla. En cuanto a partido, le corresponde al PSOE. Le deseo la mejor de las suertes. Lo que creo es que sería conveniente actuar con rapidez porque ya estamos en campaña. Hoy ya es campaña electoral en Cataluña, la pandemia requiere de toda la concentración, el ánimo, la inteligencia y la entrega. Yo ya estoy en campaña electoral también, todos estamos en campaña. Lo que me gustaría es que se tomase una decisión con prontitud.
¿Le ha chivado su compañera Carolina Darias si va a ser la ministra de Sanidad?
No (risas).
¿No le ha preguntado ni tan siquiera?
No. Y además trabajo mucho con ella y muy bien. Estuve hace escasos días con ella. Ni idea. Sólo lo sabe el presidente del Gobierno, y bien está que sea así.
Será la primera crisis del Gobierno de coalición, de eso no hay experiencias.
Se han remodelado muchos gobiernos monolíticos.
Digo de un gobierno de coalición. ¿Alguna pista más? ¿Va a ser grande, afectará a más ministerios?
No, no sé nada. Eso afortunadamente le compete al presidente del Gobierno. Seguro que acertará, lo estará pensando, sopesando y meditando. Él sabrá lo que va a hacer.
Recordando una de las imágenes de la pandemia, fue una de las pocas ministras que estuvo en el búnker de Moncloa en una de las reuniones del Consejo de Ministros para paralizar la actividad no esencial. ¿Cómo rememora aquellos momentos?
Con cierta ternura. Fue seguramente uno de los Consejos más difíciles y cierta ternura por la entrega del Gobierno de España con el presidente a la cabeza. Fíjate en aquellos momentos. Soy grupo de riesgo, nadie quería ir a Moncloa o iban un poco asustados por los contagios. Recuerdo que me avisó el médico de Moncloa “cuidado que eres grupo de riesgo” y no dudé ni dos segundos. Fui las veces que tuve que ir, como el presidente y como todo el mundo. Digo con ternura porque la entrega que yo vi ahí me va a acompañar toda mi vida. Son de esas cosas que dices que fue una experiencia horrible porque estábamos sin dormir pero trabajamos muchísimo, con sensatez, serenidad y en equipo. Me acuerdo perfectamente. Esto me lo llevo. A veces es cierto, y con razón, que la gente se aleja de la vida política, pero creo que si vieran cómo lo vivimos, nos aproximaría más a la vida de la gente. Es de los Consejos más relevantes e intensos, con más preocupación y con más cariño.
¿Cuál fue el momento que más le marcó? ¿El más duro?
Pasé muchos, pasé muchos momentos duros. Pero tiendo a mirar hacia delante. Tengo como un mes y medio, desde el decreto de alarma hasta el final del mes de abril, como un barrido o una nebulosa. No sé la cantidad de horas que hemos trabajado día y noche, no sabíamos qué inventarnos para ayudar a la gente, por lo tanto el desasosiego fue brutal. Pero creo que en abril cuando vi en esta sofá que fuimos capaces de reconocer y pagar por primera vez en la historia de España a través del SEPE más de cinco millones de prestaciones públicas (dos de carácter estructural y más de tres de carácter coyuntural) no di crédito y me puse a llorar como una Magdalena. Llamé al presidente y le dije que lo habíamos conseguido, porque realmente pensé que no íbamos a ser capaces. Sometí a un estrés y a un acoso a los trabajadores del SEPE, a la dirección vuelvo a darle las gracias. Impresionante. Fue un día duro, pero en el que el sistema demostró que estaba para la gente. Viví muchos días muy horribles, en la última negociación de los ERTE ni quería salir a la rueda de la prensa. Me sentía triste, no disfruté de ese acuerdo. Fue durísimo, cuarenta y ocho horas horribles.
Ahora se ha vivido un gran momento: el primer pinchazo de la vacuna. ¿Teme las corrientes negacionistas?
Sí, las temo. Me preocupan muchísimo. Hemos de esforzarnos sinceramente mucho, hemos de ser un Gobierno audaz, ágil, empático y cariñoso para acercarnos a la gente. Me preocupa mucho que no estemos a la altura de las circunstancias y que acrecentemos esa fuente que hay de combustión soterrada que existe entre la gente que pueda implementar las políticas populistas. Trump se ha ido, empezamos el año mucho mejor, pero creo que las condiciones materiales que hicieron posible el triunfo de Trump o que haya 52 diputados de Vox en nuestro país y que forman parte del negacionismo nos han de hacer pensar. Por eso, me ocupo más de dos cosas. Una, antes hablaba de Europa, me preocupa mucho la salida con una mirada europeísta, acertar y no volver a la Bruselas de los recortes. Y dos: tenemos que tener un proyecto de país. Cuando se habla de la coalición, me preocupa poco lo que se diga de las disputas, me preocupa mucho que materialicemos el proyecto de país. Es la única manera de generar confianza en la ciudadanía en una España que no quiere mirar atrás. España ha cambiado. Igual que no quiere el bipartidismo, estoy segura de que no quiere ruido ni negacionismo, sino que se modernice el país y sea más igualitario, más feminista. Un país que abrace a sus jóvenes. La pregunta que me hago es si vamos a salir de esta crisis hablando de negacionismo o populismo con una democracia más robusta o menos. ¿Estamos ante una democracia más robusta si acrecentamos la desigualdad y mantenemos al 40% de jóvenes en el desempleo?
¿Qué oposición se ha encontrado?
Una oposición de belicosidad, actitud guerrera, machista. Esto es machismo, en el peor sentido del término. Cuando se vocifera tanto, no hay proyecto detrás. Me fascina la discrepancia política, soy una ministra que dialoga con todos los portavoces del arco parlamentario, excepto con la oposición de derechas que tenemos, y con todos los portavoces de empleo, de derechas y de izquierdas, de derechas nacionalistas como Junts o Cs. Con todos, aquí en este Ministerio todos han trabajado, han sido partícipes, han dicho esto sí o no. De la otra parte, no he recibido nada. Lo que me evidencia es que detrás del griterío no hay nada, carencia de ideas. A veces me pregunto: ¿si gobernase el PP con Vox como lo hace en Madrid qué haría? ¿Cómo sería la gestión de esta crisis? Tengo la experiencia anterior: el 27% y seis millones de personas en paro, el 56% de jóvenes en desempleo, despidos masivos, aquello que decía Fátima Báñez de la movilidad exterior. ¿Qué harían en esta crisis? Hay griterío, pero no hay ideas. No hay un proyecto de país. Y lo detesto, es la política del odio. Soy una mujer de paz, detesto el ruido. Lo único que hay que odiar en el mundo es al odio, odiar al odio. Hay que construir, reclamo el diálogo, la paciencia. Quizá es más lento, pero tender la mano. He dialogado con todos, PNV, Junts, Esquerra, Cs… pero PP y Vox han hecho ruido y griterío. La gente no quiere eso.
Si se escucha a la derecha política y mediática, el Gobierno y su equipo económico, en el que está usted, quiere traer a España la ruina y convertirla en Venezuela. ¿Cuando llega por las mañanas al ministerio es su objetivo?
Me quedo perpleja. He ido a comparecencias en el Senado sobre temas de máxima preocupación como son los autónomos o los parados y lo único que he recibido son insultos.
Venían a insultarme, que es muy legítimo, pero es poco constructivo. Esta política del odio no es nada reconfortante. Por eso hablo del feminismo, la política de tender la mano y abrazarnos desde la diferencia. Lo que he sentido es abrumador, me han llamado terrorista. Lo que me han enseñado en mi casa es lo que estoy practicando aquí: soy un constructo social del pacto y del acuerdo. Me siento muy orgullosa de eso. No he tomado una decisión en términos ideológicos. Esto es muy anómalo, se me puede incluso criticar desde mis posiciones ideológicas. Mi equipo y yo hemos gestionado teniendo como misión intentar ayudar lo máximo posible a mi país, sin etiquetas. Luego me sorprendía, gobiernos de derechas en Europa que están desplegando más o menos estas políticas pues serán también social comunistas, comunistas bolivarianos… no sé. No he pisado Venezuela en mi vida, en fin, a pesar de que soy gallega y hemos emigrado mucho. Me parece un bochorno. Detrás del griterío no hay nada.
Hablaba de la nueva España, pero hay que hablar del pasado. Hemos conocido que el rey emérito ha regularizado con Hacienda más de 600.000 euros. ¿Qué le parece su situación? ¿Cuál es la salud de la casa real actual? ¿Llegará a reinar la princesa Leonor?
Esto último no me atrevo a decirlo. En la historia de España, como siempre, las ventanas y las puertas las abrirán los ciudadanos. España caminará afortunadamente cómo ella decida. En segundo lugar, ¿goza de buena salud? Creo que no. Creo que fue un gran acierto en aquel momento la abdicación, pero desde esa decisión hasta el día de hoy con lo que ha pasado creo que goza de muy mala salud. ¿Por qué? Más allá de que uno sea monárquico o republicana, como es mi caso, lo que hay que ser es demócrata. Legítimamente, más allá de que no podamos decidir sobre el futuro de la casa real, la democracia del siglo XXI se sostiene sobre paredes transparentes y lo que hemos vivido durante estos años es muy bochornoso. Lo creo incluso desde la óptica de una persona que no es monárquica pero que sabe que las instituciones se resienten cuando son golpeadas por máculas de ejercicios no nobles en el poder público. Me preocupan mucho más las cosas del comer, la res publica, la transparencia, la democracia, los derechos… mi país está más en esto. Pero obviamente el siglo XXI no soporta estos niveles de falta de transparencia. Nuestro país se merece una explicación, la que sea, pero que lo expliquen. Sobre todo por el bien de quienes se reclaman monárquicos y por el bien de aquellos y aquellas que quieren que siga existiendo una casa real. Pero me centro más en el ejercicio de la ciudadanía diario y me preocupa muchísimo la pospandemia y cómo vamos a salir de ella. Si salimos más desiguales y con una democracia más debilitada, me sentiría mal y sería en cierta manera un fracaso colectivo.
En esa nueva España y si uno sale del Ministerio, lo que más se encuentra en el centro de Madrid es a riders. ¿Cuándo va a salir esta ley? ¿Hablamos de una precarización del empleo en directo y no hacemos nada?
En las últimas reuniones de los ministros de la UE trabajamos monográficamente sobre el trabajo en el mundo de las plataformas, singularmente los trabajadores de reparto a domicilio. Toda Europa vimos cómo los declaramos esenciales, son autónomos y, por tanto, carecían de protección. Los hemos desprotegido absolutamente, hay muchísima preocupación en la UE. En nuestro país se han dictado diez sentencias de tribunales superiores y una del Supremo, que ha sido contundentísima. Lo ha dicho claro: en nuestro país no hay capacidad de disposición sobre la naturaleza jurídica de las relaciones laborales. Es decir, yo no puedo elegir ni tú si eres un asalariado o un autónomo. No sólo urge, aquí también hay matices dentro del Gobierno, pero en todo caso la mesa de diálogo social se vio interrumpida en diciembre por vacaciones pero va a continuar y espero que culmine sus trabajos por el bien de una parte muy importante de los trabajadores. Y dos: también por las empresas. Hay empresas en el país que cumplen con los convenios colectivos, que pagan cotizaciones y sus impuestos, que acuden también a las plataformas, pero que están insertadas en los cumplimientos de los derechos del trabajo. Lo que se está generando es una auténtica competencia desleal entre empresas, esto no es adecuado. En tercer lugar, la inspección de trabajo lleva trabajando contrarreloj para aflorar todas estas relaciones irregulares. No puedo dar plazos, pero creo que esto urge.
Veo la alfombra y los periodistas siempre usamos la expresión de que cuando se está en el Gobierno se pisa moqueta. ¿Cómo le ha sentado a Podemos? ¿Qué reflexión hace, leyendo el último barómetro del CIS, que tenga hoy más apoyo la ultraderecha en España que UP?
Esto último me sienta fatal. La repetición electoral me causó una enorme tristeza, porque ver a tantos representantes de Vox, que democráticamente los españoles han querido y no pongo en cuestión, me asusta. No me gusta nada que se frivolice con el fenómeno de Vox porque puede cambiar las bases materiales de nuestra sociedad. Me preocupa mucho cómo está influyendo en los jóvenes. Este último dato, mal. Yo no me siento nada de la moqueta, para nada. Más allá del trabajo ingente que estamos haciendo, me parece que hemos hecho lo que teníamos que hacer. En este Ministerio se pisa poca moqueta y se pisa mucho conflicto, mucha calle y mucha sala cuarta con diálogo social. Y, por tanto, en ebullición permanente. Detesto los coches oficiales, las vidas no comunes y las moquetas. Sobre todo porque soy alérgica y asmática y me dan muchísima alergia. Intento hacer la vida más normal posible, que no es fácil, pero intento hacerlo.
En relación a las encuestas, no hay elecciones. Es la foto de un momento. Vamos a trabajar para mejorar nuestras posiciones, no por nosotros, sino por el bien de la gente. Hemos demostrado que se pueden hacer las cosas de otra manera. A veces me pregunto qué hubiera pasado si no hubiéramos estado en el Gobierno. ¿Se hubieran practicado las mismas políticas? ¿Se hubieran hecho muchas de las cosas? Creo que no, humildemente. Es cierto que tenemos 35 diputados, que tenemos una presencia moderada en el Gobierno y equilibrada, pero, desde luego, saldremos a trabajar. ¿Para qué? Volver a ilusionar a ese montón de gentes en nuestro país que se han movilizado contra el bipartidismo y en la conciencia de que necesitamos movilizar nuestro país. En definitiva, el 15-M fue ponerlo todo patas arriba pero desde una impugnación que ha triunfado. Han cambiado muchas cosas, aunque pensemos que no. Hay que salir para recuperar y reilusionar. La gente me para por la calle y sí que piensa que si no hubiéramos estado en el Gobierno la gestión hubiera sido diferente. Nunca lo sabremos. Lo que tengo claro es que los gobiernos monocolores se han acabado y el tiempo actual es el del diálogo, del sentidiño, de pensar diferente pero caminar juntos. Este es el país actual.
Esta es la última pregunta y se contesta con un sí o un no. Ha hablado todo el rato de política feminista y de una visión femenina. ¿Será Yolanda Díaz la futura líder de Unidas Podemos?
No (risas). Esta es fácil, no. Para nada. Pero, vamos, creo que el tiempo de la política pública española en las agendas ha de ser feminista. La mala experiencia es haber transitado la política más belicosa, machista, del ruido, de la guerra. La detesto. El nuevo tiempo de mi país y la España del siglo XXI es feminista, igualitaria, nos quiere diversas, alegres, autónomas, dueñas de nuestros cuerpos. Me gustaría que la política pública gire hacia ahí. Si no, nos vamos a equivocar, las nuevas generaciones de mujeres quieren un país igualitario. No hay nada más revolucionario que la igualdad. Tiene tanta fuerza que por eso nos denigran tanto. Y la igualdad es todo. El único reto que tengo en mi vida privada y pública es caminar hacia la igualdad, que no es pequeña cosa.