Entre los pliegues de la memoria
Entre 1991 y 2019 hay una historia que el PP “olvida”: la de una investidura pactada entre UPN y HB y un Esparza en cuyo despacho de alcalde Aoiz solo se exhibía la ikurriña.
Eran los años de plomo, de bombas lapa, tiros en la nuca, decenas de asesinatos, sangre, dolor e imágenes que nunca se borrarán de la memoria colectiva. Hacía tres años que ETA había perpetrado el mayor crimen de su deleznable historia con el atentado de Hipercor (21 asesinados -entre ellos cuatro niños- y 45 heridos). Después, sería la casa cuartel de Zaragoza y el 29 de mayo de 1991 volvía a asesinar a nueve personas, entre ellas cinco menores, en la casa cuartel de Vic. La explosión provocó además decenas de heridos. De nuevo, ETA convertía a mujeres e hijos de guardia civiles en objetivo y España contemplaba las atroces imágenes de los cadáveres entre los escombros. Era el cuarto atentado de la banda terrorista en número de víctimas mortales.
Pero entre los pliegues de la memoria de la misma derecha española que hoy utiliza a Bildu para atacar al PSOE porque los abertzales se han abstenido en la investidura de María Chivite se esconden detalles que deslegitiman a algunos para dar según qué lecciones de democracia y constitucionalismo. Por ejemplo, que ese mismo año, 1991, unos días después de aquél trágico atentado, hubo un intento de investidura del candidato de PP-UPN, Juan Cruz Alli, en el que Herri Batasuna no quiso votar ‘NO’. Hubo 20 ‘síes’, los de UPN; 24 ‘noes’ (PSN+IU+EA) y 6 votos no emitidos, los de Herri Batasuna. En el segundo intento, el candidato a la investidura sería un socialista, que sumó 22 apoyos (PSN y EA), dos abstenciones (IU) y 26 ‘noes’ de UPN y HB.
La derecha navarra y el brazo político de ETA se aliaron en el ‘NO’ al PSN a sabiendas que, de inmediato de acuerdo a la legislación del aquel momento, presidiría la Comunidad Foral el candidato de la lista mas votada. HB podía haber elegido entre el PSN y UPN y eligió al segundo mientras ETA asesinaba.
Unos días más tarde —ver reproducción adjunta (la hemeroteca no falla)— el presidente del partido “Nacionalistas Navarros” y ex parlamentario de UPN, Luis Medrano, desvelaba que, con anterioridad a su investidura, Cruz Alli había mantenido una larga entrevista con el proetarra Patxi Zabaleta, miembro destacado de una HB reivindicaba el gran Euskadi y consideraba esencial para la independencia la anexión de Navarra.
En el muro de la memoria siempre estarán los 854 asesinados por la banda, los 50 años de terrorismo y la lenta evolución hacia la normalidad política de una izquierda abertzale que con Bildu, le guste o no a la derecha española, no es en su totalidad heredera de Herri Batasuna. El propio Javier Maroto, que hoy tiene como objetivo igual que otros miembros de su partido borrar la verdad y esparcir el odio, ya dijo en su día que en la formación abertzale había mucha gente que pretendía la paz.
Una cosa es la memoria y otra el olvido para enmarañar y confundir a la opinión pública. Y eso es lo que pretende el PP de Pablo Casado, con Cayatena Álvarez de Toledo como máximo exponente de un discurso tóxico en el que todo vale con tal de igualar a Pedro Sánchez con Bildu, con Batasuna y hasta con una ETA que afortunadamente para todos ya no existe.
El PP ha puesto tantos muertos como el PSOE en la lucha contra una banda terrorista que se rindió ante la fuerza del Estado de Derecho, por lo que resulta incluso más mezquino que utilicen el dolor para hablar en nombre de unas víctimas que no quieren ser utilizadas ni servir a intereses partidistas. Ellas también tienen memoria y recuerdan que Aznar habló de generosidad para con los terroristas, que Mayor Oreja negoció con ETA igual que todos los gobiernos y que no hay mayor traición al consenso moral que inventar contextos o modificar el pasado para rellenar espacios programados tan solo para manipular y lanzar dardos de odio que debieran desaparecer de una vez por todas de la escena pública.
ETA ha vuelto a las prioridades en la estrategia de la renovada dirección de un PP que esconde también entre los pliegues de su memoria que hubo un tiempo en el que en su despacho de alcalde de Aoiz, Javier Esparza, tenía expuesta la ikurriña, y no la bandera de Navarra ni la de España. Así fue durante cuatro años, entre 1999 y 2003 hasta que tras un requerimiento del Gobierno navarro de su mismo partido decidió retirar la enseña del Ayuntamiento, ocho meses después de la aprobación de la Ley de Símbolos y una vez superados los comicios municipales que le permitieron renovar por otros cuatro años la alcaldía.
Es lo que tiene que el olvido, como en el mejor Bendetti, esté lleno de memoria o será que la memoria de la derecha está llena de olvidos sobre su propio pasado cuando se trata de hablar de la extinta Batasuna o del uso de los símbolos. ¡Bendita hemeroteca!