En las cloacas del porno
Sextorsión, drogas, violaciones y un nuevo tipo de prostitución.
En el bolsillo todos llevamos el mayor catálogo de pornografía jamás conocido. Un archivo al que se accede en menos de un minuto sin importar la edad del que entra. En él hay vídeos con títulos como estos: “Atando y follando a mi inconsciente hermanastra”, “nenita argentina enfiestada en trio con doble penetración” o ”¡papá estaba tan emocionado que se olvidó ponerse el condón y me dejó embarazada!”.
Halyna (nombre ficticio) podría ser la protagonista de cualquiera de estos vídeos. Es una joven del Este captada para hacer porno en España que relata así una parte de su primer bukkake: “El semen me entró en los ojos y por la nariz. Me atraganté. Estuve a punto de vomitar varias veces, pero Lucí me hacía gestos para que continuase. Yo quería parar. Movía mi mano izquierda para indicarlo, la derecha estaba agarrada fuertemente al miembro del hombre, como si fuese un mástil, para seguir con la masturbación pero, también, para hacer un poco de fuerza y que aquella mamporrera no me introdujera el pene en el fondo de mi garganta. Si eso ocurría, pasaría de las náuseas a perder el conocimiento”. Es una de las protagonistas del libro PornoXplotación, de la activista contra la trata y cineasta Mabel Lozano y del policía experto en trata Pablo J. Conellie, que llevan años investigando las cloacas del porno y recogiendo testimonios reales para hacer una radiografía de este negocio.
“Es uno de los negocios más globalizados, turbios y poderosos que existen en este momento”, advierte la autora. “Muchos de los contenidos pornográficos están hechos de manera ilegal y delictiva, sin estar dados de alta en ningún sitio y sin contratos más allá que la cesión de derechos de imagen”, añade.
El fenómeno de las webcamers
Un negocio que, gracias a las nuevas tecnologías, cada vez llega más lejos. Aún más con el fenómeno de las webcamers: mujeres que hacen lo que se les pida frente a la pantalla. A veces son dos, a veces acompañadas de un hombre… Son exhibidas en salas online llenas de hombres pidiéndoles cosas. Si algún usuario paga un poco más, puede tener un show privado. “La linea entre esto y la prostitución es muy fina”, asegura Lozano.
Un fenómeno del que “se habla poco en España”, según la experta, que califica esta forma de porno como la prostitución 2.0. Asegura que también se ha producido una “migración” de la prostitución y la trata a la frontera digital: “Ahora captan a mujeres y niñas para hacer pono amateur en internet”. “Un hombre puede entrar en una sala de una mujer de Filipinas y pedir que la violen, que se meta de todo… Los hombres entran en linea y les piden que se metan martillos por el ano y la vagina, que se pongan pinzas en el pecho… Y eso no es virtual, es real”.
Diana (nombre ficticio) fue una de estas jóvenes, tras haber sido engañada por su novio (funcionario de la Comunidad de Madrid). Un hombre, la Rata, la encerró en un piso de Gran Vía sin ninguna comunicación y le obligó, entre otras cosas, a ser modelo webcam. “Nos vestía como a niñas pequeñas, incluso los vibradores intentaba que fueran animalitos. Y funcionaba. Esto a los usuarios les daba morbo”, cuenta.
Es fácil entrar, pero no salir
Lozano no descarta que haya una decena de ellas a las que no les vaya mal, pero la mayoría son mujeres que “ven la salida fácil”: ganar mucho dinero sin más herramientas que un dispositivo con cámara, sin carreras, sin tres másteres… De hecho, como señalan en el libro, en España se ha usado el confinamiento para captar a modelos de webcam y el negocio ha aumentado a la vez que avanzaba la pandemia. Las dos páginas de webcamers más visitadas del mundo acumulan en su conjunto más de 7 millones de visitas al mes.
Pero salir no es tan fácil como entrar. “Para monetizar eso necesitas un estudio, o una plataforma. Y ahí entra la sextorsión”, explica. “Muchas mujeres entran porque tienen la necesidad de ganar dinero sin saber que, una vez que se suba un vídeo, es irrecuperable y se puede ver alojado al día siguiente en Pornhub”, añade. Por eso relata decenas de casos en los que se chantajea a la joven tras unas primeras imágenes y con información sobre sus seres queridos. Casos en los que les empiezan prometiendo que sólo se las podrá ver en otros países y se termina exigiéndolas que hagan más cosas si no quieren que las vea hasta su familia.
Menores de edad
Algo así le pasó a la hija de Pablo (nombre ficticio), otro de los testimonios que han recogido los dos expertos. Fue engañada en un pub donde le dijeron que ganaría mucho dinero de modelo. Ella, con 17 años, mandó las fotos en bikini que pedían y un empresario la llamó para hacerle una entrevista. La joven era un buen objetivo: la palabra más buscada en las webs de porno es “adolescente” (teen). Una vez allí la drogaron y grabaron una escena sexual. A partir de ahí comenzó la extorsión: si no volvía, todo el mundo vería esas imágenes. Además, tenían todos los datos de su familia.
Nada más recibir el vídeo por parte de varios conocidos al Whatsapp, Pablo culpó a su hija, pero tras entender que había sido una víctima la acompañó en un proceso judicial que para ellos duró una eternidad y marcaría a toda la familia. Eso sí, su denuncia y la de algunas otras chicas sirvió para que tiempo más tarde se detuviera a este mafioso del porno. Pablo investigó sobre el tema y descubrió que no había sido el único padre en la misma situación. Algunos incluso pagan a los mafiosos para que retiren el vídeo de sus hijas.
La adicción al porno
Y para que exista la oferta, debe haber demanda. Aquí entran los consumidores de porno como Antonio (nombre ficticio), que comenzó siendo un chaval normal que robaba revistas a su padre para verlas con sus compañeros en los baños del colegio y acabó arruinando su matrimonio y sus relaciones sexuales por el consumo frenético de pornografía. “Antonio puede ser cualquiera de nuestros hijos”, explica Lozano sobre este hombre que tuvo que internar en un centro de adicciones, ”¿qué han hecho nuestros hijos durante el confinamiento con su móvil? ¿y con internet? Muchos no lo sabemos y los menores llegan de casualidad a ese contenido porque es muy accesible. Con poner ‘teta’ en google te puede salir porno”.
En este sentido, los expertos recomiendan las herramientas y aplicaciones de control parental “que muchas familias no saben que existen”. “No se trata de moralidad, de sexo ni de amor. Se trata de que un chaval de 9 años no puede construir su sexualidad viendo gang bangs o bukkakes porque luego se ritualiza en la calle y llegan las manadas”, advierte Lozano. No sólo afecta a los hombres: “Las adolescentes también lo ven y piensan que eso es la sexualidad y lo que se tienen que dejar hacer”.
Infecciones, abusos e incluso la muerte
Además, en España no existen garantías de ningún tipo en la mayoría de la industria. Al no estar dados de alta en la Seguridad Social, aquellas personas que contraen alguna infección -cosa que suele ser frecuente ya que muchas escenas son rodadas sin ningún tipo de protección- quedan abandonadas a su suerte.
Los peligros van más allá: consumo de sustancias, desgarros vaginales y anales, el estigma… Algunas de las personas que trabajan en el porno han llegado a morir por infecciones o a suicidarse. Entre finales de 2017 y 2018 tuvieron lugar las muertes de cinco famosas actrices del porno: August Ames y Olivia Lua se suicidaron con 23 años, Shyla Stylez murió con 35 años de repente mientras dormía, Olivia Nova murió por una infección de orina y Yuri Luv falleció a causa de una sobredosis.
Los niños y adolescentes cada vez lo consumen antes
Los vídeos de estas mujeres continúan en internet. Incluso los más pequeños tienen acceso a ellos. La edad del primer contacto con la pornografía ha bajado hasta los 8 años. Por eso, Lozano insiste en que “se tiene que hablar de sexualidad con los hijos”: “Venimos de un país muy prejuicioso y no se habla de sexualidad en las casas. Yo imparto clases y no tienen ni idea, lo aprenden todo a través del ordenador. Por eso hay que hablar con ellos de relaciones igualitarias, de deseo, de empatía… Son cosas que nadie habla con los chavales”. Anima a protegerles del contenido que “les hace daño”: “Los demonios entran a través de las pantallas y hay que conocer las herramientas necesarias”.