El tijeretazo a la UNRWA, la enésima reverencia de Trump ante Israel
El gesto es mucho más que dinero: EEUU quiere acabar con el derecho al retorno de 5,5 millones de palestinos.
Donald Trump va a cargarse la ayuda que EEUU entregaba cada año a la UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos. La partida era de 350 millones de dólares, lo que suponía un cuarto del presupuesto total (entre 1.200 y 1.300 millones) de un organismo que se nutre de partidas voluntarias de los países que conforman la ONU. Una catástrofe mayúscula para las 5,5 millones de personas que tienen el estatus de refugiado palestino hoy en el mundo y que, en algunos sitios como Gaza, no tienen asegurada su subsistencia sin esta ayuda.
Más allá de la noticia puntual, este tijeretazo es un paso más del presidente de EEUU para estrangular la causa palestina, en una dinámica marcadamente sesgada, pro-Israel, que viene de lejos, desde la campaña electoral como aspirante republicano a la Casa Blanca. Todos los mandatarios estadounidentes se han sentido siempre muy cómodos en el papel de "amigo americano" de Tel Aviv pero, en los 27 años de proceso (infructuoso) de paz que llevamos pasados, no se había visto uno con tal desfachatez a la hora de posicionarse en favor de uno de los adversarios. Y lo más grave: tras el dinero que vuela hay una estrategia de mayor calado, la de impedir el retorno de los refugiados a un estado palestino de pleno derecho, reconocido por las sucesivas resoluciones de Naciones Unidas.
"Corrupta e ineficiente"
EEUU ha puesto este año sólo 60 millones de dólares para la UNRWA, poco más del 17% de lo que se esperaba que abonase el, hasta ahora, primer donante de la casa. El año que viene no quiere pagar nada. También va a cancelar los 200 millones que entrega a ONG para proyectos en Palestina, un dinero que se reparte a través de USAID, la oficina de cooperación norteamericana. Ese fondo irá "proyectos de alta prioridad en otros lugares".
La Administración Trump sostiene que la agencia "perpetúa el statu quo, está corrupta, es ineficiente y no contribuye a la paz". Son palabras de Jared Kushner, uno de los asesores de cabecera del presidente y esposo de su hija Ivanka. Judío ortodoxo, además, con numerosos intereses familiares en los asentamientos ilegales que Israel mantiene en Cisjordania y el este de Jerusalén, en los que viven casi 600.000 colonos, según datos de la ONU.
Kushner mandó esta reflexión por correo electrónico a Jason Greenblatt, enviado especial de EEUU para negociaciones de paz en la zona, en enero. Foreign Policy desveló esos mensajes el pasado agosto y así se conoció lo que se estaba cocinando. La estrategia, que habrían negociado este verano con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en la visita que puedes ver en el siguiente vídeo, se completa con una ofensiva contra la ONU de la embajadora de EEUU en este organismo, Nikki Haley, que ya ha vetado varias resoluciones contra Israel, incluyendo las de los últimos ataques en la franja de Gaza.
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La misión de acoso y derribo de EEUU contra UNRWA usa palabras calcadas de las administraciones israelíes. "Creemos que tiene que desaparecer del mundo porque que es una organización que aboga políticamente contra Israel y perpetúa el problema de los refugiados palestinos", afirma Elad Strohmayer, portavoz de la embajada de Israel en Washington.
Numerosos son los miembros del gabinete Netanyahu que insisten en que este organismo emplea a palestinos que apoyan el terrorismo -cuando las normas de entrada como empleados son especialmente estrictas e impiden cualquier manifestación, por ejemplo-, que sus instalaciones se usan por milicias tipo Hamás y que adoctrinan en sus escuelas "fortaleciendo una narrativa que cuestiona la legitimidad del estado de Israel", como dijo el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman. "Es una organización extranjera innecesaria, que ha fracasado miserablemente (...) Tengo intención de expulsarla de Jerusalén (...), eso servirá para reducir la incitación al la violencia y el terrorismo", añade Nir Barkat, el alcalde jerosolimitano.
Aunque no hay portavoces que estén saliendo a explicar qué va a hacer EEUU con este organismo, la prensa del país enmarca también el recorte dentro de la política de austeridad del Gobierno, que defiende la necesidad de rebajar fondos que no sirvan demasiado para su "America, first" o "América, primero". No obstante, las partidas de negocios y asistencia a Israel no se han tocado ni hay previsión de hacerlo. Sólo en ayuda militar, le dan 3.800 millones de dólares al año, por un acuerdo vigente hasta 2028 y que firmó el demócrata Barack Obama.
Recaudación extraordinaria
La supresión de la financiación estadounidense lleva meses suscitando temores de una crisis humanitaria, al dejar en suspenso el futuro de personas que realmente dependen de UNRWA para lo más esencial. Actualmente, el organismo atiende a 5,3 millones de personas. Tiene abiertas 700 escuelas con más de medio millón de niños y 145 clínicas de salud. Los proyectos básicos, sostiene, se están manteniendo por ahora, gracias a la llegada de algunas aportaciones, pero ya se están recortando en convenios con otras entidades o servicios secundarios y en personal.
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UNRWA ha intensificado sus peticiones de fondos a otros estados, esenciales para poder seguir con sus labores de atención sanitaria, educativa y de servicios sociales en los campos de refugiados de Jerusalén Este, Gaza, Cisjordania, Jordania, Líbano y Siria, pero lo que ha llegado es un goteo que no tapa el agujero. La Liga Árabe va a tener este mes una reunión de urgencia para alentar esta contribución excepcional y se quiere impulsar otra similar en la ONU. 42,5 millones de euros ha añadido ya la Unión Europea y Alemania ha anunciado 100 millones de euros más, por ejemplo.
España, ante la confirmación del órdago, va a duplicar este viernes en el Consejo de Ministros su ayuda directa a este organismo, pasando de uno a dos millones de euros, según ha confirmado el ministro de Exteriores, Josep Borrell, quien además se ha entrevistado con el ministro palestino del ramo, Riad Malki, para analizar la situación. Ese dinero se aportará a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), que también participará en la conferencia de donantes convocada por Jordania durante la próxima Asamblea General de la ONU, que comienza a finales de septiembre, añade la agencia EFE.
El Gobierno ha emitido un comunicado en el que lamenta la "grave decisión" adoptada por EEUU y advierte de que la "crítica situación" en que quedará la entidad amenaza "programas esenciales" y desestabilizará la zona. Frente a las críticas, subraya que en sus casi 70 años de existencia y en "condiciones de dificultad extrema", la UNRWA ha cumplido "con fidelidad" su tarea de dar apoyo de emergencia y asistencia a la población palestina refugiada.
En todo 2017, la ayuda global de España para Palestina fue de 12 millones de euros y a la UNRWA se han destinado 127 desde 2000.
¿Quién es y quién no es refugiado?
EEUU quiere ir más allá y abrir el debate de quién es y quién no es refugiado palestino, una línea de trabajo en la que Netanyahu lleva años insistiendo. Hay un consenso internacional muy claro al respecto: lo son todos los palestinos que dejaron su tierra en la guerra árabe-israelí de 1948 y sus descendientes, que llegan a los cinco millones y medio de personas hoy y de los que casi un tercio –más de 1,4 millones— viven en 58 campamentos de refugiados. Naciones Unidas tiene reconocido el derecho al retorno de todos o, en su defecto, una compensación.
Según datos del Gobierno palestino avalados por la ONU, 726.000 personas tuvieron que dejar sus hogares hace 70 años, buscando un lugar más seguro, expulsados por tropas israelíes o directamente muertos por la contienda o la represión. Casi 500 aldeas y ciudades quedaron arrasadas, con la consiguiente confiscación de tierras, que pasaron a manos de Israel (logró anexionarse un 26% más de la tierra que le habían otorgado en el Consejo de Seguridad cuando decretó la partición de la zona en dos estados, en 1947; esto es, un 80% del total). 190.000 palestinos más se refugiaron en Gaza, bajo el control egipcio, y 280.000 se mantuvieron en Cisjordania, con el amparo de las autoridades jordanas. Todos, lejos de sus hogares originales. Dos generaciones después, esos refugiados y sus hijos y nietos están concentrados sobre todo en Jordania, Siria, Líbano y Palestina.
Otros 100.000 palestinos, hoy el 19% de la población de Israel, se quedaron dentro de las fronteras del nuevo estado y tardaron años en lograr la nacionalidad. Aún ahora hay 200.000 árabes residentes en Jerusalén Este que carecen de pasaporte, sólo tienen permiso de residencia, una ciudadanía rebajada que les obliga a permanecer siempre en la ciudad, sin moverse. De lo contrario, pierden su estatus.
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En el mejor de los casos, Israel ha dicho en alguna ocasión que aceptará el retorno de 50.000 palestinos el día que llegue -si llega- un acuerdo de paz. De nuevo, Trump le compra el discurso a los ultranacionalistas de Netanyahu y tiene planteado entregar este mes de septiembre un informe en el que va a reconocer sólo a medio millón de personas como refugiados legítimos y niega el derecho al retorno de toda la comunidad en el exilio.
Sostienen EEUU e Israel que otros refugiados, de otras catástrofes, no mantienen el estatus generación tras generación. "Quizá es que proceden de conflictos que se acaban cerrando, quizá es que la diáspora palestina es la mayor y más antigua del mundo, quizá es que sigue estando viva la posibilidad de una solución de dos estados y estas personas podrían regresar a un país alguna vez, aunque no sea a la misma ciudad de la que se fueron porque quede en el lado israelí", resume irónica una trabajadora de la oficina de UNRWA en Jerusalén. Y niega la mayor: ha habido segundas y terceras generaciones de afganos, tibetanos o birmanos a los que se les ha considerado refugiados como los primeros de su familia que debieron escapar.
La agencia palestina Ma´an ha desvelado que un congresista republicano por Colorado llamado Doug Lamborn está impulsando ya una propuesta en la que sólo reconocerían el derecho a volver a su tierra a 40.000 palestinos refugiados. Parecido a lo que pedía Israel, que insiste en que la vuelta de estos palestinos sería una "bomba demográfica", que supondría "el fin de Israel como estado judío mayoritario".
En junio, Kushner fue a Jordania y ya le pidió a las autoridades que retiren el estatus de refugiado a los 2.090.762 refugiados palestinos que allí viven. Hasta la propia reina Rania nació en Kuwait, hija de exiliados de Tulkarem (Cisjordania). Su plan es que los países actuales de acogida nacionalicen a todas estas personas y, si necesitan ayuda, se las den sus gobiernos, en vez de la UNRWA. "Su objetivo es liquidar el problema de los refugiados", rechaza Saeb Erekat, el histórico negociador palestino.
Un "chantaje"
Toda esta presión sobre los palestinos y su gobierno lleva su rumbo: Trump anunció en mayo del pasado año que iniciaba contactos con palestinos, israelíes y varios líderes árabes para impulsar "un gran acuerdo de paz". Ese acuerdo, cuyas riendas lleva Kushner, se plantea, según sus asesores, como un texto "definitivo" para resolver el conflicto. Arrinconando a las autoridades palestina pretende "chantajearlas" y que acepten un tratado de paz "que los críticos señalan que favorecerá a Israel", avanza The Guardian.
La Autoridad Nacional Palestina ha tenido contactos con los enviados de EEUU en la fase inicial de tanteo, pero desde que Washington decidió trasladar su embajada ante Israel desde Tel Aviv a Jerusalén -un bofetón diplomático de dimensiones mayúsculas- no hay nada. Temen que el puño apretado sea un intento de ponerlos ante la disyuntiva total, lo tomas o lo dejas, para que traguen con un acuerdo de mínimos edulcorado, descafeinado, injusto para los palestinos.
Aaron David Miller, ahora al frente de los especialistas de Oriente Medio del Wilson Center y exasesor de seis secretarios de Estado norteamericanos, ha contado en Axios que es eso lo que le llega. Estamos ante "la primera Administración de la historia en dar apoyo incondicional al Gobierno de Israel al tiempo que libra una guerra política y económica contra los palestinos", denuncia.
Suma y sigue
La inclinación de Trump hacia Israel, cuando debería ser el mediador neutral -en ausencia de otra potencia igual o mayor, en ausencia de una UE que en este conflicto ni está ni se la espera- es notable. La sintonía entre Washington y Tel Aviv es intensa y se ha dejado ver en pasos importantes dados por la Casa Blanca, donde el equipo del presidente está lleno de judíos ortodoxos -Kushner el primero- y de personal cercano al AIPAC, el principal lobby proisraelí de EEUU. El asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, y el secretario de Estado, Mike Pompeo, no sólo son parte de la línea ultradura que suele denostar "a los árabes", sino que son claramente proisraelíes, por ejemplo.
Predispuesto a llevarse bien con Israel por intereses comerciales comunes de su época de magnate, rodeado de halcones amigos de Tel Aviv y condicionado, por ejemplo, por el Grupo Evangélico Cristianos Unidos por Israel -con 3,8 millones de miembros en EEUU, donantes generosos del partido republicano y que apoyan a Tel Aviv en lo que defienda-, Trump ha ido firmando decisiones muy polémicas, unilaterales, que contradicen el derecho internacional.
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A saber: ha reconocido que Jerusalén es la capital de Israel, cuando Naciones Unidas considera que más de la mitad de la ciudad santa está ocupada a los palestinos desde 1967; Israel, en los años 80, dispuso en una ley que es su capital única e indivisible, pero internacionalmente se reconoce que es Tel Aviv; ha legitimado ese estatus trasladando su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, con lo que prácticamente da por seguro que la ciudad, cuyo reparto siempre se ha dejado para el final en las negociaciones de paz por su simbolismo, será para sus aliados; ha aplaudido el reconocimiento de Israel como un estado judío, que según Palestina "legaliza el apartheid" y según la UE, "complica" la solución de los dos estados; y se ha salido del acuerdo sobre el programa nuclear de Irán, rubricado en 2015, para preservar la hegemonía militar de Israel en la región, amenazada por los avances armamentísticos -convencionales y atómicos- de Teherán.
"Estamos junto a nuestros amigos y aliados. Y por encima de todo, hacemos lo correcto", como dice Kushner.