El Sinn Fein gana las elecciones: así ha sido la transformación del brazo político del IRA
Por primera vez en cien años, el partido nacionalista de izquierdas se sitúa como primera fuerza en Irlanda del Norte, haciendo de lo social su bandera.
El Sinn Féin ha logrado un giro histórico: el partido nacionalista de izquierdas se ha convertido en la primera fuerza de Irlanda del Norte, consechando el 29% de los votos en las elecciones autonómicas del pasado jueves. A falta de conocerse la composición exacta de los 90 escaños que componen la Asamblea de Belfast, el triunfo es claro porque el Partido Democrático Unionista (DUP) recibió el 21,3 % de sufragios, mientras que el Partido Alianza, de centro liberal no sectario, obtuvo el 13,5 %. Nadie puede superarle en el margen que queda por afinar.
Hablamos del mismo Sinn Féin al que los medios siempre citamos con la misma coletilla, la de “brazo político del IRA”, el grupo terrorista que causó unos 3.600 muertos en sus 40 años de oposición al Reino Unido, a la “dominación británica”, como la llamaban. En 24 años, el tiempo transcurrido desde que se firmaron los Acuerdos de Paz del Viernes Santo entre los Gobiernos de Londres y Dublín y los unionistas, el partido ha afrontado una transformación integral que le ha llevado al rechazo total de la violencia y a centrar su programa en apuestas sociales que, hoy, han sido claves para su ascenso. “La vía política es la única vía”, como dijo el líder histórico que pilotó esa transición, Gerry Adams.
La clave de ese éxito no hay que buscarla tanto en el objetivo “irrenunciable” del SF de reunificar la isla de Irlanda -por más que siga siendo su objetivo existencial-, sino en algo más tangible y más urgente: la formación se ha hecho eco de un descontento social y de unas desigualdades económicas crecientes, apoyadas en el auge general de los nacionalismos europeos (de todo signo), el fin del bipartidismo clásico, el desgaste del sistema de partidos tradicional y, además, el factor desestabilizador del Brexit, contra el que los norirlandeses votaron mayoritariamente (56% optó por el stay).
Un nuevo mensaje de una nueva generación, no vinculada a la “lucha armada”, hoy encarnada en Michelle O’Neill, su cabeza de lista en estos comicios regionales. Ella condensa en sí misma el tiempo nuevo y, también, los coletazos del pasado que siguen vivos: es miembro de la familia Doris, una histórica del IRA, hija de un padre que estuvo en la cárcel por pertenencia al grupo terrorista y sobrina del jefe de la recaudación para sus células en Estados Unidos. Su participación hace años en homenajes a “caídos” del IRA levantó ampollas. Hoy trata de relegar el pasado al último de los cajones y de enfocar otras metas, las de los problemas cotidianos, que han calado en un electorado muy cansado.
Un poder complejo
La formación ya fue capaz, en febrero de 2020, de tumbar la alternancia que mantenían las dos principales fuerzas de Irlanda, Fianna Fáil (FF) y Fine Gael (FG), centristas, que se habían ido repartiendo el poder en los últimos 80 años. Ahora ha hecho lo propio en el norte, acabando con la primacía del DUP de más de 20 años.
En virtud de los Acuerdos de Viernes Santo que han permitido estabilizar la zona, el poder en la región lo lleva un ejecutivo autónomo con mando compartido, en el que hay un ministro principal y un adjunto, ambos al mismo peso, aunque el primero está cargado con un importante simbolismo. Por ley, uno no puede gobernar sin el otro. O’Neill se presentará ahora al puesto de ministra principal, un cargo nunca ocupado por un político nacionalista en los cien años de historia de la provincia británica.
En febrero, Jeffrey Donaldson, el líder del DUP, renunció al cargo y obligó a la convocatoria de elecciones anticipadas, a vivir unos meses de interinidad. Se marchó porque se opone ferozmente al protocolo de comercio post-Brexit, pide su abolición y que desaparezca la frontera en el mar de Irlanda como requisito para retornar al Ejecutivo de Stormont. Su partido hizo campaña en favor del divorcio con Europa, al contrario que el Sinn Féin.
Donaldson dice ahora que no entrará en un Ejecutivo con los republicanos si las conversaciones que mantienen Londres y Bruselas no desembocan en la eliminación del protocolo, que obliga a revisar las mercancías que llegan desde Gran Bretaña para la entrada incontrolada de productos al mercado comunitario europeo, al tiempo que impide una frontera dura entre las dos Irlandas, clave para el proceso de paz. Esta solución, que parecía aceptada por Londres y Bruselas, “ha elevado las tensiones políticas en Irlanda del Norte, sobre todo en la comunidad unionista-protestante, que ve peligrar su posición dentro del Reino Unido cuando los nacionalistas más agitan la bandera de la unificación”, indica EFE. Si no presentan a nadie como ministro principal adjunto del SF, el bloque institucional será total y la victoria histórica, menos operativa de lo esperado.
El Gobierno de Boris Johnson, en Londres, es incapaz hoy de dar con una solución satisfactoria a este entuerto y vuelve a contemplar la posibilidad de realizar cambios unilaterales en el acuerdo, lo que encendería la mecha de una guerra comercial con la Unión Europea, con efectos catastróficos para la ya maltrecha economía británica. Las negociaciones con Bruselas siguen con un tira y afloja constante y sin resultados a la vista.
Mientras se aclaran los escaños, mientras se decide si hay o no crisis institucional, es momento de analizar las razones del ascenso del Sinn Féin. La clave es puramente social. “Han puesto por delante en la campaña tres cuestiones esenciales: el futuro de los jóvenes, los problemas de vivienda y la falta de inversiones y, por tanto, de servicios públicos de calidad, como la sanidad y la educación. Les va bien a los de arriba y también a clases intermedias, pero los de abajo ven que todo sube”, indica.
Va más allá de la inflación actual o de la crisis del coronavirus, llegan muchos trabajadores extranjeros cualificados y los ciudadanos no tienen acceso a esos grandes puestos de ingenieros o programadores, porque su país no es socialmente justo. La prosperidad no ha llegado a todos. Las promesas de vivienda sociales, más inyecciones de dinero público, mejoras de los transportes o impuestos más altos para los ricos han sido escuchadas”, indica Richard Ekins, sociólogo de la Universidad del Ulster.
Recuerda que esa bandera social ha acarreado a la formación calificativos de todo tipo, de “bolivariana” o “radical”, pasando por “populista”, pero tiene “un fondo importante de verdad” que ha conectado con la sociedad. Por eso, incluso, casi ha pasado de puntillas en campaña por la reunificación de Irlanda y la independencia de toda la isla. Está de fondo, pero sólo ocupa una página en su programa electoral de este año, de hecho. “Hasta hace diez años, era imposible tratar con el SF dentro del sistema político, por su relación con el IRA. Ahora, se puede hablar de todo, porque todo se defiende desde la política”, sostiene.
Hay un plan, explica el experto, para convocar un refrendo sobre ello en un plazo máximo cinco años y ya han avanzado que se lo van a pedir al primer ministro de Reino Unido, Johnson, como han hecho los escoceses, aún sin éxito. Pero ahora era “prioritaria” esta otra agenda, “sumada a su nuevo contexto de republicanismo pacífico, a veces cercano al laborismo, y con conexiones y respaldo internacional creciente, lejos del cordón sanitario de los tiempos del terror”.
Califica de ”éxito” la apuesta de la nueva líder nacional de la formación, Mary Lou McDonald, por hablar de la necesidad de un “cambio social” como imán electoral. Ya lo fue en las últimas nacionales. “Los jóvenes han agradecido especialmente este interés”, dice, recordando que entre los electores de 18 a 24 años las previsiones de voto -aún por concretar pueden ser entre cinco y siete puntos superiores a la media de apoyos del Sinn Féin.
McDonald, dublinesa veranea en Almería, donde fue profesora de inglés, es también ejemplo del cambio de tendencia de la formación, que antes sólo tenía el respaldo de la antigua clase trabajadora y ahora cosecha y bien entre votantes de 30 a 45 años en zonas densamente pobladas, donde los distintos escalones sociales saltan a la vista.
El sprint ha sido realmente rápido, en dos elecciones: en las europeas de 2019, el Sinn Féin sólo logró el 11% de los votos, y en 2020 subió en las nacionales al 24,5% del total de sufragios. El paquete social ya copaba los programas en ambas citas, pero la evolución del Brexit ha sido determinante para el giro. “Más del 80% de la población de Irlanda quiere quedarse en la Unión, dicen las encuestas. La presión desde Londres y el temor a perder lo conquistado también ha ayudado”, indica el profesor. “Un shock político y cultural” en el país, que incluso ha reactivado algunas tensiones internas, por ejemplo, entre católicos independentistas y protestantes pro británicos, que se habían suavizado estos años.
El partido fue fundado por el escritor, periodista y político Arthur Griffith en 1905. Inicialmente, era una plataforma que reunía a varios grupos nacionalistas irlandeses. Sinn Féin, que significa “Nosotros mismos”, era un eslogan utilizado por esas tendencias desde el siglo XIX, mientras luchaban por independizarse del dominio británico. La separación de la mayor parte de la isla de Irlanda del Reino Unido se produjo en 1922, pero seis condados del norte aún siguieron formando parte de ese país. El principal objetivo político del partido era y es que el estatus cambie, llevárselos a una Irlanda reunificada.
La popularidad del partido creció durante la Primera Guerra Mundial, cuando luchó contra los intentos británicos de introducir el reclutamiento obligatorio en Irlanda, pero surgieron divisiones a raíz del tratado Anglo Irlandés de 1921, el cual fue firmado por el gobierno británico y la república irlandesa. El texto establecía la creación del Estado Libre de Irlanda, pero también dictaba que si Irlanda del Norte deseaba retirarse de la unión, podía hacerlo. Los republicanos separatistas del Sinn Féin, liderados entonces por el medio español Eamon de Valera, se opusieron a los términos del tratado, lo que llevó a una breve pero intensa guerra civil.
Los vínculos con Ejército Republicano Irlandés (IRA), un grupo paramilitar surgido en 1919 que quería acabar con el control de Londres sobre el norte y la unión de la isla completa, se consolidaron durante este período. Nacieron, pues, separados, y luego unieron sus caminos. El grupo armado tomó un mayor control del partido después de que éste se debilitase gravemente tras la victoria del bando favorable al tratado en la guerra civil.
La formación siguió respaldando al IRA cuando emprendió la lucha armada contra las tropas británicas destacadas en la provincia británica de Irlanda del Norte, durante la década de 1970. El 30 de enero 1972, tras el llamado, Domingo Sangriento, comenzó plenamente su actividad terrorista. Aquel día mataron a 14 personas.
El IRA fue responsable de asesinatos, atentados y otros actos de violencia durante cuatro décadas. Más de 3.600 personas murieron y otras 37.000 resultaron heridas en el conflicto, por su estrategia de atacar, en la pelea de quienes querían que Irlanda del Norte siguiera formando parte de Reino Unido y quienes no. Entre sus víctimas, dos españoles: un niño y una monitora asesinados junto a 27 personas más en Omagh, en la explosión de un coche-bomba (1998). Fue el ataque más duro, uno de los últimos coletazos, obra del IRA Auténtico, una escisión que se negaba a pactar nada.
Debido a su apoyo al IRA, los dirigentes del Sinn Féin se vieron proscritos, aislados, tanto en las instituciones como en los medios. En España, siempre lo vimos como el equivalente a Herri Batasuna -y sus diferentes transformaciones, hasta llegar a Bildu-, junto a la banda terrorista ETA. Los paralelismos entre la lucha vasca y la irlandesa han sido, no pocas veces, hechos con trazo demasiado grueso, como las comparaciones entre sus líderes, Gerry Adams y Arnaldo Otegi.
Desde luego, distan mucho en su final: mientras que el Sinn Féin fue crucial para alcanzar los acuerdos de paz que hoy siguen vigentes, para poner fin a años de dolor por la vía política, en España ETA acabó por la presión policial, judicial y social, con su “brazo político” justificando lo matado, secuestrado y extorsionado hasta hoy, con contadas excepciones.
El Sinn Féin fue autorizado a participar en las conversaciones de paz después de que el IRA anunciara un alto el fuego en 1994, y adquirió un perfil cada vez más importante durante las intensas negociaciones que finalmente condujeron al acuerdo de 1998.
Los partidarios y los cuadros del partido insisten ahora que han pasado mucho desde aquello, que su compromiso está claro y no va a mirar atrás. Incluso, forma parte del Gobierno de Irlanda del Norte dentro de un acuerdo para compartir el poder diseñado durante el proceso de paz.
El Sinn Féin ha atravesado “una suerte de conversión”, indica AFP, en su plataforma política desde que su histórico líder, Adams, quien estaba al frente de la agrupación desde los 80, diera un paso al lado en 2018. El partido se mantiene “absolutamente comprometido” con la idea de una Irlanda unida, dice su actual presidenta, McDonald, pero “nunca más” será esa una conquista que se intente con las armas.
De momento, lo social y lo económico les sirven para avanzar en ese camino, por derecho, en las instituciones correspondientes.