El Patton del 'procés'
La divertida tarea de encontrar influencers como si fueran Pokémons nos lleva hoy a abandonar el madrileño distrito de Salamanca por el no menos exclusivo barrio barcelonés de la Bonanova. Es en este elegante entorno de mansiones modernistas y fachadas neogóticas, a pocos kilómetros de sus oficinas en el Passeig de Gràcia, donde David Madí, de 50 años, lleva tres décadas urdiendo conspiraciones por la independencia de Cataluña, haciendo negocios a muchas bandas y cobrando el diezmo (o triezmo) patriótico. Lo suyo es quedarse siempre un paso atrás para salir siempre indemne. Como en el juego del gallina de Rebelde sin causa, David Madí, un grandullón de dos metros y gafas de pasta, es siempre el primero en saltar del coche. Y el que queda vivo para pasar la gorra por el espectáculo.
Pero, pese a que las evidencias de este comportamiento taimado y cobardón son abrumadoras, nuestro influencer tiene otra imagen cinematográfica de sí mismo. En 2007, publicó un revelador libro, Democràcia a sang freda (Democracia a sangre fría), cuya portada ilustró con una adaptación del cartel de la película Patton en el que aparecía él mismo caracterizado de general estadounidense. Es una imagen más épica que la del gallina, pero no menos atinada en algunos detalles: además de inestable emocionalmente y rico de familia, Patton alimentaba la leyenda de que era el general Sangre y Agallas, pero sus soldados se quejaron siempre de que eran ellos los que ponían la sangre para engrandecer sus agallas. Igualito que David Madí. Como Jordi Pujol, Artur Mas y Carles Puigdemont, él es un valiente, pero otros han acabado en chirona en su lugar.
Fue esa inestabilidad emocional, esa eterna lucha entre el doctor Jeckyll de los negocios y el señor Hyde del independentismo, lo que impidió a David Madí acabar la carrera de Administración de Empresas en la Universidad Autónoma de Barcelona en los cinco años reglamentarios. Según su propio currículum, después de cursar el bachillerato en el prestigioso Liceo Francés de Barcelona, se pasó siete años en la Facultad de Economía. Y, de acuerdo con algunas fuentes, nunca acabó realmente los estudios. A menudo se compara a este influencer con Iván Redondo, pero en este punto su perfil flaquea porque el activismo político empezó a mermar su rendimiento académico. Se afilió a la Federació Nacional d’ Estudiants de Catalunya, donde conoció al que será consejero de Presidencia durante el procés, Francesc Homs. David Madí tenía prisa por hacer política y “liberar a Cataluña”, así que, después de convertirse en líder de la Crida de la Solidaritat durante los Juegos Olímpicos de Barcelona, dejó de hincar los codos y se afilió en 1993 a Convergència Democràtica de Catalunya.
A partir de ese momento su carrera fue, como rezaba un anuncio de la loción Floïd en los años veinte, “el fulgor de un descubrimiento”. Como toda la Bonanova sabe, el abuelo de nuestro influencer, Joan Baptista Cendrós i Carbonell, alias Mr. Floïd, fundó un imperio a base de vender aftershaves y crecepelos a los españoles. Con los pingües dividendos del negoci, el avi fundó, en pleno franquismo, Òmnium Cultural y financió diversas actividades culturales catalanistas como la editorial Aymà, el Institut d’Estudis Catalans, la Enciclopédia Catalana y apoyó a literatos en catalán y autores de la Nova Cançó. También fue cofundador de Banca Catalana junto a Jordi Pujol. Con ese pedigrí y la habilidad para saltar del tren antes del choque, su nieto David pasó por diferentes puestos hasta convertirse en 1996 en jefe de Gabinete del entonces consejero de Economía, Artur Mas. Son muchas las voces, dentro y fuera del nacionalismo catalán, que señalan a nuestro influencer como el auténtico artífice del giro independentista de Mas. Y el joven Arturo se transformó, bajo la influencia de nuestro influencer de hoy, en el flamante rey Artur que glosó épicamente la ínclita Pilar Rahola.
De la mano del rey Artur, nuestro influencer-Lanzarote descubre el poder de la comunicación. Pronto se convierte en director de la Oficina del Portavoz de la Generalitat y, posteriormente, secretario de Comunicación y Estrategia del mismo organismo. Fue tal la afición que experimentó por la Comunicación y la demoscopia que se inventó sus propias encuestas. ¿Qué tiene de malo? Cierto que todas ellas favorecían a Mas, pero una sociedad que reconozca e incentive el emprendimiento -como sin duda sería la nueva República Catalana soñada por Madí- no debiera penalizar jamás la creatividad, ni siquiera en el ámbito de la demoscopia. En todo caso, aquí se produce el primer escándalo de nuestro influencer de hoy. En 2003, se le acusa de manipular encuestas oficiales y se ve obligado a dimitir. Su padrino Mas le rescata compasivo para el partido y Madí se convierte en secretario de Comunicación y Estrategia de CiU. Desde el núcleo duro de los convergentes, el llamado pinyol (hueso de la fruta), David Madí va a dirigir tres campañas electorales de Artur Mas; la última, en 2010, lleva a la presidencia a su gran mentor. El resultado no está siempre a la altura de su talento porque en las dos primeras se imponen gobiernos tripartitos de izquierdas. A la tercera Mas acaba por imponerse y Madí tiene ocasión de acuñar los nuevos conceptos que polarizarán por una década la política catalana; “derecho a decidir” y “casa común del catalanismo”, son sus más destacadas creaciones. Por fin, nuestro influencer decide alejarse de la política institucional y pasarse a los negocios en 2012, cuando ya percibe riesgos de choque de trenes entre la Generalitat y el Estado.
Se aparta de la política institucional, pero no de la política, que sigue cultivando a la par que los negocios. Y ese campo, David Madí sube en los negocios como la espuma Floïd. En poco tiempo, además de dirigir sus propias empresas de yo-te-lo-arreglo, como Nubul Consulting, se convierte en asesor y ejecutivo de Deloitte, Applus y, lo que tiene más mérito, de Endesa y Telefónica, presididas por los muy patrióticos Borja Prado y Colón de Carvajal y César Alierta. El negoci es el negoci. Y como el abuelo Cendrós, Madí acumula también cargos en las instituciones culturales más prestigiosas: el Liceu, el Palau de la Música, la Fundació Orfeo Catalá y el Museu Picasso de Barcelona. Y todo ello, mientras sus antiguos conmilitones de los jóvenes talibanes de CDC y del pinyol se comían la condena a pulso por un procés que él se había encargado de impulsar desde las sombras.
Es verdad que desde hace algún tiempo esas sombras empiezan a disiparse. En cuanto el ‘procés’ se desbocó, las grandes empresas le rescindieron el contrato. Su esposa, Sandra Buenavarón, fue investigada por su presunta implicación en el fraude de las ITV de uno de los retoños de Pujol. Y David Madí fue detenido hace un año, dentro de la macrocausa Voloh, por su presunta implicación en la creación de Tsunami Democàtic, para cuya fundación y sostenimiento se habrían cometido los presuntos delitos de malversación de caudales públicos, blanqueo de capitales, prevaricación, tráfico de influencias, cohecho y desórdenes públicos. Junto a él están siendo investigados una veintena de políticos y empresarios ligados al ‘procés’.
Pero, como buen influencer, David Madí siempre cae de pie. Desde diciembre de 2018, preside Aigües de Catalunya, una entidad con numerosos contratos e intereses en municipios gobernados por los independentistas. Además, continúa presidiendo la Fundació Casa Cresques (que se autodefine como “israeli-catalan hub”), es patrono del Teatre Nacional de Catalunya y forma parte del consejo asesor de Foment del Treball Nacional. Y, según fuentes bien informadas, sigue soñando con agitar las cenizas del extinguido procés. Dicen que sigue haciendo de correo con Puigdemont y manejando los hilos de Junts. Al igual que otros destacados influencers como nuestro idolatrado Luis Abril, clásico entre los clásicos, sufre del síndrome de Rasputín. Pero él sigue prefiriendo verse como Patton. Claro, que viniendo de familia de drogueros y teniendo en cuenta los frutos de su gestión, lo suyo sería más bien Patton WC.