El padre de un español residente en Jersón: "Soldados armados iban casa por casa obligando a votar"

El padre de un español residente en Jersón: "Soldados armados iban casa por casa obligando a votar"

El empresario Julio Suárez asegura que su hijo, Vitali, quiere salir ante el peligro de la guerra y la dura represión de los prorrusos. Algunos de sus amigos han "desaparecido".

Recuento de unos de los referendos ilegales en Ucrania bajo la vigilancia de un militar prorruso armadoAnadolu Agency via Getty Images

Soldados entrando en las casas armados para obligar a votar en el falso referéndum, controles en cada esquina, revisión de fotos y vídeos en los móviles de los vecinos... y las bombas que no dejan de caer. Este es el día a día que viven los habitantes de Jersón y el que le cuenta cada tarde, o cuando puede, Vitali a su padre, el empresario Julio Suárez.

Ambos son españoles, aunque en el caso de Vitali solo por residencia, ya que no hay acuerdo para la doble nacionalidad ucraniana-española. Desde ‘este’ lado, Julio atiende a El HuffPost, con miedo pero con orgullo por la labor de su hijo ‘allí’. En Jersón, el joven está ayudando a los más necesitados, repartiendo comida, medicamentos y lo que puede. Cada vez puede menos, lamenta su padre, que advierte que desde hace semanas las comunicaciones están intervenidas por las autoridades independentistas prorrusas.

“La situación es para estar preocupados, él es una persona conocida y está corriendo un gran riesgo”, explica Julio Suárez, cabeza de la empresa Cortuhondo. Por ello, él y sus amigos quieren salir de la ciudad, un enclave fundamental en el devenir de la guerra. Con sus casi 300.000 habitantes antes de la invasión, Jersón se enfrenta a una doble amenaza: la férrea opresión de las autoridades y la contraofensiva ucraniana, ya cerca de recuperar la zona.

Siempre citando su versión, transmite cómo amigos de su hijo han “desaparecido”. Hablan a diario, o casi, principalmente por WhatsApp. Charlan de la guerra, de la vida, pero con la espada de Damocles de la censura tras de ellos. “Las nuestras son conversaciones escuetas, un poco en clave porque hay miedo de que descubran lo que hablamos”. Sabe por qué lo dice.

″Vitali solía enviar videos y fotos de lo que se ve allí, pero cada vez puede mandar menos. De un tiempo a esta parte tiene que soportar controles en plena calle, los soldados le revisan el móvil para ver qué archivos tiene y le han llegado a conectar su teléfono a un ordenador para comprobar qué archivos había borrado. Los controles son constantes, están casi en cada esquina, en cada barrio”, detalla Julio. Respira porque los censores no le han encontrado ‘nada’.

Un referéndum a la fuerza y el día a día bajo el yugo de Moscú

“No ha cambiado nada”, confiesa el empresario, detallando que la dominación sigue siendo “igual” de cruel tras la jugada de Putin. Como el resto de la comunidad internacional, ni Julio ni Vitali aceptan la anexión ilegal de los territorios ucranianos. “El silencio solo lo interrumpen las bombas que caen cerca y las detenciones indiscriminadas de población local”, continúa tras un breve silencio.

Vitali tiene que soportar controles en plena calle, los soldados le revisan el móvil para ver qué archivos tiene y le han llegado a conectar su teléfono a un ordenador para comprobar qué archivos había borrado
Julio Suárez, empresario y padre de Vitali

La mano dura del Kremlin y sus gobiernos satélites se siente a golpe de fusil en las calles de Jersón. “Hay bastante represión, según nos cuenta mi hijo; de hecho, un amigo suyo está desaparecido desde hace tres semanas”. Asegura que no era una figura política, sino “un hombre que tenía un molino y daba pan gratis a la gente, pero no es el único caso”.

Bajo los ecos aún de una votación intervenida y la presión rusa para hacerse con territorio ucraniano, Julio tiene muy presente lo que su hijo y otros conocidos le contaron durante el referéndum. Con unos datos oficiales cercanos al 97% de apoyos a la anexión, nadie excepto Putin y su círculo da por legal la consulta ni en Jersón ni en las otras tres zonas ocupadas.

“Esos días, los rusos fueron casa por casa con dos soldados armados para obligar a todos a votar. Llegaban, preguntaban cuánta gente vivía en el domicilio y según los que hubiese hacían firmar esos mismos documentos. Obviamente, con el voto que ellos querían, a favor de la anexión”. “A otro amigo de Vitali le pararon en mitad de la calle y le hicieron votar a punta de pistola”, confiesa con evidente pesar en sus palabras.

Una situación límite para Vitali y los suyos

“Estos meses él ha estado ayudando a la gente necesitada repartiendo alimentos y medicinas gratuitamente que le enviábamos en furgones desde España. Han sido muchos, pero ahora el acceso de bienes básicos es complicado. Desde hace casi un mes no hemos podido hacerle llegar nada”, prosigue Julio.

Al preguntarle qué ha tenido que hacer (y ver) su retoño en plena guerra, detalla una enumeración de horrores: “Ha cuidado de gente mutilada por una bomba, como un amigo suyo que perdió las piernas, ha ido casa por casa llevando comida en plena ofensiva y hasta ha tenido que enterrar los restos de una familia, que los rusos ni siquiera le dejaron enterrarlos y tuvo que sacarlos en bolsas”.

Las nuestras son conversaciones escuetas, un poco en clave porque hay miedo de que descubran lo que hablamos
Julio Suárez, sobre el día a día de su hijo Vitali en Jersón

Ahora, parece que ha dicho basta, ante un horizonte cada vez menos fiable. “La situación es para estar preocupados, él y sus amigos están buscando el modo de salir de la ciudad, porque cada día es peor. Mi hijo hace vida medio normal, no está escondido y sigue ayudando a muchas familias pero está corriendo riesgo porque es muy conocido”.

“El problema es que no tienen ayuda de ninguna autoridad, ni de la embajada española en Ucrania ni de nadie, todo es por cuenta propia. Y Vitali lo tiene más fácil porque tiene residencia española pero ni así, con lo que imagínate otros nacionales ucranianos”. Protesta por la inacción del Gobierno y el resto de estamentos españoles, no solo con su hijo. Cita el caso de Mario, un recluta español jubilado de 72 años “desaparecido desde hacía meses y del que ahora se ha sabido que lleva medio año encarcelado en Simferópol (Crimea)”. Tampoco su futuro está claro.

La incertidumbre ante la contraofensiva ucraniana

“El deseo nuestro y de muchos es que Ucrania libere la ciudad, pero también hay miedo de que esta campaña cueste vidas, propiedades, campos, instalaciones... Es complicado”, matiza al preguntarle por la batalla que plantean las tropas de Zelenski en su reconquista.

Esa réplica ucraniana, que ya ha dado frutos en localidades cercanas a Jersón y en numerosas plazas en Donetsk y Lugansk, marca el paso de la nueva fase del conflicto. “La ciudad vive bajo un bombardeo constante en los alrededores”, como parte de una estrategia de asedio.  Al hilo de nuestra conversación hay más noticias de bombardeos, que Julio comparte por los whatsapps que le manda Vitali.

“En su avance, Ucrania está atacando puntos clave donde sabe que hay militares y autoridades rusas. También están recuperando los pueblos cercanos para aislar del todo a Jersón y reconquistarla. La gente tiene miedo, hay poca vida en la calle; solo se recupera cuando cesan las bombas”, añade. Una vida de la que meses después intenta salir Vitali.