El Orgullo y el privilegio: El empoderamiento de la ignorancia
¿Qué privilegio pueden sentir personas que no conocen en absoluto la realidad de la que están hablando para poder opinar tan alegremente sobre ello?
Estamos sentados en una reunión. No conozco a la mayoría. Un hombre conocido que salió del armario con una edad considerable dice: “¿Por qué tener un día del Orgullo? ¿Orgullo de qué? ¿Cómo puedes sentir orgullo de algo que no has elegido? Te toca y ya está”. Probablemente tendría que haber dicho algo pero me callé pensando que iba a ser muy difícil hacer cambiar su visión sobre este tema. Entonces fue cuando dos chicos de más de 40 años le dieron la razón. Yo pensé: “vaya, estos chicos que también son gays piensan igual y no se dan cuenta de lo importante que es el Orgullo para mucha gente que no ha tenido la oportunidad de tener referentes dentro de su entorno familiar o social”. Entonces otro chico entró en el debate y explicó muchas de las ideas que me pasaban por la cabeza. Me alegré, pero la inmutabilidad de las opiniones me hizo reflexionar: ¿por qué hay tanta gente que no entiende la importancia que tiene el transformar el odio recibido (desde fuera y desde dentro de uno mismo) en orgullo? Todos esos que nos hemos sentido los raros y fuimos discriminados desde nuestro entorno, seamos del colectivo que seamos, recibimos la palabra orgullo como una forma de autodeterminación, de paz.
Seguí dándole vueltas a esa conversación cuando días después, hablando con otra persona que había estado presente, descubro que los dos primeros chicos que dieron la razón al conocido no eran gays, eran padres de familia blancos heterosexuales y de clase media-alta.
Ahí fue cuando enfurecí. ¿Cómo pueden atreverse a opinar con tanta rotundidad sobre un tema tan desconocido para ellos? ¿Qué privilegio pueden sentir personas que no conocen en absoluto la realidad de la que están hablando para poder opinar tan alegremente sobre ello? Y este es un ejemplo muy habitual y además es aplicable a cualquier grupo que opina sobre otro grupo sin entender sus realidades. Podemos ver a hombres opinando sobre cómo se deben sentir las mujeres, a gays opinando sobre las lesbianas, a feministas que opinan sobre las realidades trans o a blancos opinando sobre las personas racializadas. En los últimos años parece que en lugar de superarlo vamos al revés. El empoderamiento de la ignorancia hace mella.
Es el privilegio hecho opinión. Y lo digo por experiencia: yo, en muchas ocasiones, he tenido que cambiar mi opinión al investigar ciertas realidades de la mano de alguien directamente involucrada en ellas. ¿Por qué estamos programados para tener siempre una opinión? ¿Es la posesión del privilegio con respecto a otros grupos lo que nos empodera para opinar sin saber? Yo siempre velo por la libertad de expresión pero intento ser autoconsciente de la importancia de lo que expreso.
Para recordar cómo un grupo que ha sido oprimido puede convertirse en opresor una vez alcanzado cierto privilegio siempre es bueno recordar cómo fue tratada Sylvia Rivera por las personas que ella misma liberó con su lucha. Esa que empezó junto a Marsha P. Johnson para dar lugar al Orgullo Gay, ahora Orgullo LGBTIQ+. Pasen, vean (y recuerden):
Los privilegios que tienes se pueden ver atacados cuando otras personas luchan por sus derechos, como es el caso de las feministas de segunda ola y los derechos trans. Aún así, preservar esos privilegios deja de convertirse en un objetivo cuando pasas a ser consciente de otras realidades, pasas a entender tu privilegio con respecto a otras comunidades.
¿Quiere decir que la solución es tan fácil como saber que tienes un privilegio? No. Yo diariamente hago uso de muchos privilegios de los que no soy consciente e incluso cuando soy consciente no es tan sencillo dejar de hacer uso de ellos. Ahora, cuanto más me analizo y más me intento deconstruir, más abierto estoy a escuchar y no opinar sobre temas que me son desconocidos. Lo que sí hago e invito a hacer a todas las personas es a expresar cómo se sienten y dejar que los demás expresen lo suyo.
¿Por qué no evolucionar la frase: “conócete a ti mismo” a “conoce tu privilegio”?