El mayor falsificador de todos los tiempos (o más), 5ª parte
(Por Pablo Burgués)
Como te iba contando la semana pasada, los días de toma Ketama y dale a tu cuerpo alegría Macarena de nuestro amigo Elmyr de Hory llegaron a su fin en 1976. La razón del principio del fin de su díscola existencia no fue otra que la llegada de una carta en la que el gobierno francés le comunicaba la puesta en marcha de una orden de extradición sobre su persona.
Durante años Elmyr había estado colándole sus falsificaciones a gente muy importante y poderosa de los cinco continentes y era consciente de que, si finalmente lo extraditaban y lo juzgaban en un país serio, lo tendría chungo cubata para salir airoso. Ante la más que probable posibilidad de entrar en la cárcel a sus 70 primaveras y pasar sus últimos años de vida en un sitio con tan poco glamour, nuestro amigo decidió que para lo que le quedaba en el convento, pues que se cagaba dentro.
El 11 de diciembre de 1976 periódicos de medio mundo daban la noticia del suicidio del mayor falsificador de arte de todos los tiempos. El artista había ingerido una mezcla letal de barbitúricos y Mark Forgy, su jovenzuelo amante, lo había encontrado muerto en una de las habitaciones de la casa que ambos compartían en Sant Josep de Sa Talaia.
Pero al igual que su vida, su muerte estuvo llena de polémica. Varios amigos del artista no tardaron en señalar como culpable de aquel suceso a Forgy, quién mira tú por donde había sido nombrado unas semanas antes como único heredero del pintor. Según esta versión Forgy habría encontrado a Elmyr inconsciente en el suelo, aún con vida, pero no pidió ayuda a nadie hasta estar seguro de que el artista estaba cacahuete el todo. Nada de esto se pudo demostrar.
La última vez que se vio al artista vivito y coleando fue unas horas antes de su muerte, en la terraza del Hotel Montesol, punto de encuentro de la gente chachi piruli de la época. Elmyr, ataviado con su habitual monóculo y su inseparable capazo ibicenco colgado del brazo, se despidió de sus amigotes con la frase: "Adiós. Me voy a suicidar". Aquellas palabras fueron interpretadas por todos como una broma, sin percatarse de que Elmyr tenía la misma vena de humorista que Elton John de jefe de obra.
Pero, ¿murió realmente Elmyr aquel día o todo aquello no fue más que otro de sus trucos? Según Clifford Irving, su biógrafo, muchas personas aseguraron haber visto al artista, fresco como una lechuga, años después de su suicidio: paseando por las calles de París, tumbado en una playa de Sydney, paseando por Honolulú...
Y hasta aquí todo lo que sé sobre la vida y milagros de Elmyr de Hory, también conocido como Von Houry, Dory-Boutin, Herzog, Cassou, Hoffman, Raynal y un largo etcétera de nombres tan geniales y falsos como sus obras de arte.
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———— Esta historia se publicó originalmente en mi blog Typic d'aquí