El inmenso valor del agua
Somos inmensamente afortunados por el hecho de tener toda el agua que queremos con tan solo abrir un grifo.
El español es uno de los idiomas más ricos del mundo, una misma palabra puede tener varios significados diferentes. Una de esas palabras polisémicas es el término valor. Valor es el grado de utilidad, el grado en el que algo que sirve. Es la equivalencia económica, lo que cuesta una cosa. También es la cualidad positiva de algo importante o estimable, aunque no se pueda cuantificar. Y además, es la capacidad resolutiva o la valentía de alguien. Hoy, como cada 22 de marzo, se celebra en todo el planeta el Día Mundial del Agua, y en esta ocasión Naciones Unidas ha elegido como lema El valor del agua. ¿A cuál de sus acepciones se referirá?
Si hablamos de algo que sirve para algo, el agua sirve para mantenernos con vida. Los científicos aseguran que un ser humano tan solo podría resistir sin beber un máximo de cinco días o, a lo sumo, siete días. Pero no solo la necesitamos para beber, sino para asearnos, cocinar, limpiar, cultivar alimentos, criar animales, fabricar bienes… Le damos además otros usos que no son necesidades, sino actividades lúdicas o complementarias, como los deportes de agua, las piscinas, las fuentes… Es decir, el agua es necesaria para muchas cosas.
Se calcula que cada español consume de media 132 litros de agua al día, según la Encuesta sobre el suministro y saneamiento del agua del Instituto Nacional de Estadística (INE). Dedicamos en torno a 1,5 litros para beber, otro tanto cada vez que nos lavamos las manos o los dientes, unos 10 litros cuando usamos la cisterna, entre 35 y 70 litros en una ducha, entre 60 y 100 litros en poner la lavadora, y podemos gastar hasta 500 litros en lavar un coche.
Si entráramos en otros usos de carácter industrial o agrícola, las cifras serían mucho mayores. El Banco Mundial estima que, en Europa, el 63% del agua se destina a la agricultura, el 26% a la industria y solo un 11% al uso doméstico.
Si atendemos a la acepción de equivalencia económica, la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento asegura que su consumo en el hogar representa de media menos del 1% del presupuesto familiar, muy por debajo del 3% que la ONU fija como límite asequible del Derecho Humano al Agua. En este caso, entonces, tendríamos que afirmar que el agua en España tiene muy poco valor.
Tal vez por esto, porque en realidad pagamos muy poco por el agua que consumimos (aunque nos pueda parecer mucho), es por lo que, si entramos en la tercera acepción mencionada —la cualidad positiva de algo estimable—, no le damos al agua la importancia que realmente tiene. Tendemos a pensar que las cosas más valiosas son las que cuestan más dinero, pero cuando suceden cosas como esta pandemia en la que nos hemos visto inmersos, nos damos cuenta de que lo realmente importante, normalmente no puede pagarse con dinero.
Somos inmensamente afortunados por el hecho de tener toda el agua que queremos con tan solo abrir un grifo o pulsar un botón, y encima nos supone un gasto mínimo, pero no somos conscientes de este privilegio porque para nosotros siempre ha sido así: ha pasado mucho tiempo ya desde que nuestras bisabuelas tenían que ir al río a lavar la ropa. No se nos pasa por la cabeza que esto pueda cambiar el día de mañana. Y eso que cada vez se habla más de calentamiento global, de emergencia climática, de desarrollo sostenible.
El agua no es un recurso infinito y eso lo saben muy bien los millones de personas que no disponen de ella. Si hace apenas cinco años la Organización Mundial de la Salud (OMS) hablaba de que en el mundo había más de 700 millones de personas que carecen de acceso a agua potable, las últimas cifras de la FAO arrojan la escalofriante cifra de casi 1.200 millones de personas que sufren escasez de agua extrema. Los expertos apuntan a que en 2025 cerca de 2.000 millones de personas padecerán esta escasez y contarán con menos de 500 metros cúbicos anuales por persona, que es la cantidad media de agua que necesita un ser humano para tener una vida sana y en adecuadas condiciones de higiene.
Poner solución a este problema nos lleva a la cuarta acepción del término valor: hace falta valentía y determinación para tomar medidas que consigan mejorar la situación del agua en el mundo. Medidas que vayan desde lo individual, desde la concienciación en nuestro día a día de la importancia de no malgastarla, hasta lo público, con políticas que favorezcan la reutilización de aguas no potables para regar jardines, la investigación en tecnologías y sistemas capaces de optimizar el agua de uso industrial o la eficiencia de su distribución. Desde lo local, con acciones que afecten a nuestro propio municipio, a nuestro país, hasta el reto global que recogen los Objetivos de Desarrollo Sostenible de que todas las personas del mundo tengan acceso a agua potable y saneamiento de calidad en 2030.
En el Día Mundial del Agua, valorémosla como se merece. En Auara solemos decir que la falta de agua es la mayor de las pobrezas. Por eso, es necesario que la cuidemos, pues será la mejor manera de cuidarnos a nosotros mismos. Porque el futuro sin agua no existe, y en nuestra mano está entenderlo cuanto antes para asegurar la supervivencia de la vida y del planeta.