El horizonte del colapso
Nadie puede pensar que bastará encontrar una vacuna para que todo vuelva a su ser.
No se daría cuenta quien se acercara a un agujero negro y se adentrase en el horizonte de sucesos. De pronto, sólo podría escapar de allí (de la atracción destructiva del campo gravitatorio extremadamente intenso) alcanzando velocidades superiores a la de la luz, pero eso parece imposible, al menos por el momento.
Hasta que te internas en el horizonte de sucesos no puedes observar nada de su interior, una vez dentro nada puedes transmitir hacia el exterior. Tampoco nada sabemos sobre el estado de la materia desde que se adentra en el horizonte de sucesos hasta que se produce su colapso en el centro del agujero negro.
El colapso, de eso se trata. Tampoco nosotros nos hemos percatado de que nos acercábamos a un horizonte de sucesos del que sólo aquellos a los que considerábamos más catastrofistas nos habían avisado, todo ha sido demasiado rápido. Habíamos vivido guerras mundiales infernales, amenazas nucleares imprevisibles sólo contenidas por el miedo a la desaparición de la especie humana.
En algunos momentos, con o sin humanos de por medio, el planeta ya había colapsado. Aunque no lo parezca, uno de esos primeros grandes colapsos fue provocado por el oxígeno en la atmósfera hace 2.400 millones de años, la Crisis del Oxígeno, el Holocausto del Oxígeno, que acabó con todo el planeta bajo los hielos y un cambio sustancial a favor de los organismos capaces de procesar oxígeno y generar mayor diversidad biológica. La Revolución del Oxígeno, la Gran Oxidación, la Catástrofe del Oxígeno, cambió la Tierra, pero no había seres humanos ni aún imaginados en el horizonte.
La desaparición de los dinosaurios es lo más conocido de otro colapso que cambió la vida en el planeta. Aún pervive el debate sobre si todo aquello fue efecto de masivas erupciones volcánicas por la caída repentina de un asteroide de gran tamaño, o por la combinación encadenada en un corto periodo de tiempo de ambos sucesos.
Pero han existido colapsos más cercanos, cuando los homo sapiens, nuestra especie, ya andaba vagando y abriendo rutas de expansión por la Tierra. Una sucesión de cambios climáticos en unos pocos miles de años, dieron al traste con los clanes neandertales (más parecidos a nosotros de lo que pudiéramos creer) que no alcanzaron a soportar las alternativas adaptaciones al frío glaciar y al calor desértico.
Demasiados colapsos sucesivos y la aparición de los sapiens por su entorno vital fueron aislando a aquellos clanes dominantes y bien estructurados, hasta acabar en unos pocos miles de años con la especie. Las transformaciones y revoluciones como la agricultura, el fuego, la rueda, con o sin extinción de por medio, suelen producirse a lo largo de miles, o decenas de miles de años. Al menos hasta el momento presente en el que los colapsos y hasta los riesgos de extinción de producen en décadas, o como mucho en poco más de un siglo.
Sin embargo no todo colapso conduce a la destrucción de una especie. Un colapso acabó con civilizaciones y sociedades a lo largo de la historia, desde los mayas a los habitantes de la isla de Pascua, desde los vikingos de Groenlandia y Terranova hasta el Imperio Romano.
Tampoco las sociedades modernas han podido resistir a los colapsos de todo tipo, ya sea por sobreexplotación de las riquezas naturales, agotamiento de la tierra en la que viven, pandemias importadas, o traídas por invasores, crecimientos excesivos de la población, cambios sociales que rompen la estructura social de poder y gobierno que las sustenta.
Factores tradicionales a los que ha venido a sumarse el cambio climático, o los cambios climáticos acelerados, la destrucción de los bosques, selvas y espacios naturales, la contaminación medioambiental, el incremento brutal del consumo energético, la crisis del sistema que algunos creen percibir en los frecuentes estallidos sociales que surgen en un lugar y se expanden como reguero de pólvora por todo el planeta.
Cualquiera puede darse cuenta de que estamos entrando en un horizonte de sucesos que nos conduce hacia esa superficie del espacio tiempo tras la que ya será muy difícil volver atrás y recuperar lo perdido. Cuando alguien pregunta a los partidarios de la teoría del colapso cuándo se producirá no dudarán en contestarte que el colapso ya está aquí.
Basta prestar atención a la crisis económica global iniciada en 2008, a la revolución tecnológica de la Inteligencia Artificial, al destrozo climático y medioambiental que amenaza al planeta, a la sucesión de pandemias que nos asaltan en tiempos cada vez más cortos en forma de sida, cólera, ébola, sars, gripe aviar, h1n1, mers, zika, covid-19.
Nadie puede pensar que bastará recomponer la figura, encontrar una vacuna, para que todo vuelva a su ser, con algunos cambios y pequeños retoques, pero sin tocar nada esencial del sistema. Y, sin embargo, eso parece ser a lo que todos aspiramos, lograr que esto haya sido tan sólo un paréntesis, un mal sueño, tras el que volveremos a ser tal como fuimos.
Sin embargo, con o sin vacuna, la sucesión de colapsos seguirá sorprendiéndonos mientras seamos incapaces de vivir desde la conciencia de que somos parte de la especie humana, una más entre un ingente número de especies embarcadas en un arca de Noé a la que llamamos Tierra.
Es incomprensible que invirtamos ingentes cantidades de dinero para vivir como marcianos en el planeta Marte, o como cosas dentro de la Matrix y no seamos capaces de poner los medios y recursos necesarios para salvar el planeta, sus especies y nuestra propia existencia en el mismo. Sería más barato, más realista y hasta más útil. Me parece.