El hambre, una lacra que tú puedes convertir en historia

El hambre, una lacra que tú puedes convertir en historia

821 millones de personas en todo el mundo que sufren sus consecuencias, pero hay dinero y capacidad tecnológica suficientes para acabar con ella.

Un bebé malnutrido recibe tratamiento en el Sabeen Maternal Hospital de Sanaa, Yemen, el pasado 20 de noviembre.Anadolu Agency via Getty Images

La Navidad es tiempo de compromiso y solidaridad y las buenas intenciones calan hasta en los regalos. Cada vez son más las personas que compran christmas de felicitación de ONG, productos de comercio justo, bolsos y camisetas o tarjetas con dinero para vacunas o pozos de agua, un gesto, aunque sea uno al año, que ayuda.

Si hay una emergencia para la que Naciones Unidas pide asistencia, hoy, es la del hambre y la inseguridad alimentaria. Creció en 2017, de nuevo, con lo que hoy hay 821 millones de personas en todo el mundo que sufren sus consecuencias. La cifra supone un regreso a niveles de 2010. Es el tercer año consecutivo en que esta brutal estadística crece, rompiendo una tendencia a la baja que, sin ser brillante, hacía algo más viable el principal "objetivo del milenio" de Naciones Unidas: erradicar la pobreza extrema y el hambre en todo el mundo para 2030. Ahora, ese plazo parece una quimera.

Y, pese a todo, seguimos siendo la generación que puede convertir el hambre en historia. Es sólo cuestión de planteárselo muy en serio. Tú también. Todo eslabón cuenta en esta cadena. ¿Quieres hacerlo? ¿Te animas, que es Navidad?

Para empezar, destierra el mito de "no hay para todos". "En el mundo hay suficientes alimentos y recursos para satisfacer las necesidades de toda su población". Lo afirma la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Es incierto que el planeta, pese a lo esquilmado de sus recursos, no dé lo suficiente para que coman dignamente sus actuales 7.350 millones de habitantes.

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¿Por qué, entonces, la cifra no para de crecer?

Los especialistas de Naciones Unidas destacan sobre todo el enorme impacto que tienen los fenómenos climáticos extremos, que son "más complejos, frecuentes e intensos". Esos factores, además de los conflictos armados y la violencia y de la incompetencia o corrupción de los Gobiernos de los países más pobres, están mermando los avances que se habían dado en el camino hacia la eliminación del hambre y la malnutrición, según el informe presentado por la FAO y otras agencias de la ONU el pasado 11 de septiembre (y que puedes leer completo al final de esta noticia).

Básicamente, el mundo está cambiando, no está preparado para ello, y menos aún las zonas más castigadas, en las que llueve sobre mojado. Y nos seguimos matando mucho, también. Actualmente, según la ONU, hay una treintena de conflictos armados vivos en el mundo. Citemos sólo los diez más graves de este año, a juicio del International Crisis Group: Yemen, Siria, Afganistán, Corea del Norte, la crisis de los roghinyas, el Sahel, la República Democrática del Congo, Ucrania, Venezuela y la pelea EEUU-Irán-Arabia Saudí.

Además esas razones esenciales hay al menos otras seis causas, prácticamente estructurales, que hacen que aún no se haya erradicado este mal. La primera es la imposibilidad de acceder a alimentos por parte de determinados pueblos, que carecen de medios para cultivarlos (agricultura), producirlos (ganadería) u obtenerlos (caza, pesca y recolección), que no tienen dinero para hacerse con ellos en los mercados.

La segunda viene de la mano del cambio climático y es la degradación medioambiental. Hay hambre, sequía o enfermedades porque el planeta se degrada, los ecosistemas se resienten y, al final, no se puede usar el suelo para que dé fruto, el mar pierde sus condiciones tradicionales para la pesca, el agua es menos abundante y se saliniza a un ritmo endiablado por la subida del nivel de los mares.

La tercera es el acaparamiento de tierras. Intermón Oxfam lo explica muy claramente: "Es la compra de grandes extensiones de tierra para monocultivos para la exportación o para la producción de biocombustibles". Tener un terreno con el que ser autosuficiente y dar de comer al menos a tu familia es cada vez menos posible, porque el suelo cae en manos de empresas y gobiernos, a un precio irrisorio en muchos casos, acabando con su medio de subsistencia y con sus raíces en un territorio.

La cuarta es otra derivada de la anterior: la ocupación de hectáreas y hectáreas de tierra que tradicionalmente se han dedicado al cultivo agrícola, que ahora quedan en manos de grandes corporaciones para ser destinadas a la generación de biocombustibles. La búsqueda de alternativas al petróleo se ha disparado y no se miden sus consecuencias.

La quinta es que esto no hay quien lo pague. Los alimentos esenciales crecen entre un 5 y un 15% al año, que llegan a un 25% en sectores clave como el cereal, según la ONU. Pero es que además venimos de picos históricos, con el inicio de la crisis mundial, cuando se alcanzaron los máximos valores en 30 años. A eso no ayuda, incluso, que haya alimentos como la quinoa que se ponen de moda en Occidente y dejan de estar al alcance de las poblaciones locales.

Y la sexta es la aterradora costumbre de usar el hambre como arma de guerra en los conflictos armados. Si ya de por sí la violencia y el hambre van de la mano (se genera inseguridad alimentaria, falta de recursos), hay quien aplica el hambre directamente como un arma de destrucción de comunidades concretas. Y funciona. El ejemplo más reciente son las ciudades asediadas de Siria o Yemen.

Todo esto conforma el llamado círculo de la pobreza, la suma de factores que hace que, sin ayuda exterior, no sea posible salir del agujero. Sin recursos, no puedes acceder a la educación, las herramientas o los créditos que te permitan mejorar en el futuro. De ello no depende sólo la estabilidad o viabilidad de una familia, sino de todo un país o una comunidad.

Pero hay esperanza: podemos frenarla

El hambre no es una fatalidad, no es una maldición, no es insoslayable. Se puede acabar con ella, con compromiso y responsabilidad, y se puede hacer en esta misma generación. Eso sí, igual que las causas que la producen son diversas, variadas deben ser las soluciones.

En la FAO destacan cuatro grandes vías de trabajo: la visibilización del problema (el hambre tiene que estar en la agenda política diaria), la coordinación de iniciativas de todo tipo para ser más eficaces, la incorporación de actores no necesariamente gubernamentales (como el sector privado, como los ciudadanos), y establecer mecanismos de vigilancia y respuesta que permitan ayudar.

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Manuel Sánchez-Montero, director de Incidencia y Relaciones Institucionales en la Fundación Acción contra el Hambre, ha publicado un informe en el Real Instituto Elcano en el que hace repaso de los avances logrados en los últimos tiempos en esta batalla. "Algunos estados, como Brasil, han situado el hambre en el centro de la agenda de las políticas públicas a través de un programa estatal, Fome Zero ("Hambre Cero"), que logró reducir entre 2003 y 2016 un 33% la pobreza extrema y asegurar la seguridad alimentaria de los 44 millones de brasileños", ejemplifica, un caso que ha inspirado a otros Ejecutivos en América Latina y África.

Si existe una apuesta global, firme, se puede trabajar de forma "multisectorial", "conectando varias políticas clave, como las de protección social, educación y salud pública y laboral". La mejora es integral, a la larga.

Sobre la suma de actores, Sánchez-Montero destaca como esenciales la administración pública, "por su competencia en materia normativa e impulsora de políticas, programas e inversión de recursos públicos", también las corporaciones privadas, "relevantes en materia de ajuste de sus modelos de negocio (en sectores como el agropecuario) a entornos frágiles, donde sistemas de monocultivo para la exportación o su posición dominante en políticas de precios tienen efectos desastrosos". Los empresarios también "está desarrollando un potencial enorme en materia de investigación y desarrollo de productos y sistemas de previsión de riesgos, estrategias operativas de transferencias monetarias y modelos de gestión de cosechas, siendo un actor clave para la generación de negocio y empleo".

Y llegamos a la sociedad civil, "clave" para alcanzar los rincones donde no lo hace nadie más, fuerza para levantar a la ciudadanía y movilizar, hilo conductor de lo que realmente pasa y herramienta esencial para conocer el desarrollo de los programas. Más claro: "El mejor antídoto al hambre es una ciudadanía activa y efectiva que se apropie de la agenda de lucha contra el hambre y sea protagonista de su lucha por su resiliencia", escribe el especialista.

Si a todo ello se suma una apuesta decidida por la resolución de conflictos (de los 821 millones de personas que padecen subalimentación hoy, el 60%, 492 millones, sufren situaciones de violencia), se puede "poner en el centro de atención tanto la prevención del hambre como la respuesta cuando esta se produzca en situaciones extremas".

Sin guerra abierta, ya se pueden establecer respuestas integrales ("en términos institucionales, operativos y financieros") para lanzar medidas "que prevengan el deterioro de la situación y, en su caso, ofrecer una respuesta en términos de protección y ayuda humanitaria".

Como resume su artículo, "el mundo dispone de los medios económicos, la capacidad tecnológica y el acceso a información" suficientes para ganar la pelea al hambre, por lo que falta es el "impulso político para poner en marcha medidas al alcance de la mano de una generación que puede, y tiene, la obligación moral de ser la que convierta al hambre en historia".

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¿Y yo qué hago?

Pues ser parte de esa sociedad civil movilizada, que se acuerda de que el hambre existe, que no sólo detiene su mirada en la foto de un niño famélico, sino que tiene siempre presente la pelea. Porque sabes que está en tu mano ganarla.

Así que...

- Lee, estudia, aprende: Si te informas, si ya no puedes decir que no sabías, te vas a movilizar (porque hay que ser de piedra para no sentir empatía con quienes sufren esta tragedia). Y si te movilizas, te organizas, haces voluntariado o, sencillamente, presionas a tu gobierno (con firmas, con tu voto) para que trabajen para garantizar el derecho humano fundamental que es "satisfacer las necesidades alimentarias básicas (en cantidad y calidad) requeridas para hacer una vida activa", como dice la definición de "hambre" de Acción contra el Hambre.

- Consume con cabeza: descarta productos de empresas que sepas que están apropiándose de suelos de forma extensa, reclama como consumidor que las firmas que compras sean responsables con los cultivos y el procesamiento de sus productos.

- Aprovecha: Producimos el doble de lo que necesitamos, según la FAO y, a este ritmo, incluso será necesario aumentar la producción debido al incremento de la población. Por eso, debes aprovechar los alimentos lo mejor que puedas y, de paso, ahorrar agua. Todo lo que suponga ahondar en el cambio climático perjudica a esta causa.

- Apuesta: Dinamiza los mercados de zonas que necesitan salir del agujero: no tienes que ir a Sudán a comprar, tienes tiendas de comercio justo al alcance de la mano. Y hasta online.

- Y colabora económicamente con las ONG para el desarrollo y los organismos internacionales que trabajan para que las poblaciones de los países en desarrollo puedan cultivar sus propios alimentos.

El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (2018) by Anonymous VEU9TMsZzD on Scribd