El gran plan de Steve Bannon para Europa tiene grandes fallos
"Me recuerda un poco a esos actores estadounidenses que, terminada su carrera en Estados Unidos, vienen a Europa a rodar anuncios".
Aunque Steve Bannon, director de campaña de Donald Trump en 2016, fantasea públicamente con crear un "supergrupo" en la Unión Europea, su idea parece poco factible por el momento. Su intención de actuar como figura clave para el plan de los partidos nacionalistas de ganar las elecciones al Parlamento Europeo en mayo se le puede atragantar.
El mes pasado, Bannon se comprometió a montar una fundación en Bruselas, sede de la UE, para ofrecer a distintos partidos políticos sus recursos para dirigirse a potenciales votantes, elaborar propuestas políticas, realizar encuestas y, en ciertos casos, contribuir directamente a la campaña electoral. Su objetivo es unir a los partidos antes de las elecciones para formar una alianza parlamentaria oficial que gozaría de mayor influencia sobre el poderoso órgano ejecutivo de la UE y que obtendría mayores subvenciones procedentes del dinero de los contribuyentes europeos. Y eso pese a ser euroescéptico.
El problema del exestratega de Trump es que casi todos sus potenciales aliados están convencidos de que su camino a la victoria difiere considerablemente del enfoque de Bannon.
Bannon busca incorporar otro trofeo a su vitrina tras reclamar como propia la victoria de Donald Trump en 2016. Para ello, lanzó su propuesta en una teatral entrevista para el Daily Beast, en medio de un gran revuelo informativo. Aunque la mayoría de los populistas nacionalistas coinciden con él en que hay que oponerse a la inmigración y priorizar el Estado nación por encima de organismos transnacionales como la Unión Europea, también rechazan de forma tajante otra de sus ideas centrales, a la que llama "la deconstrucción del Estado Administrativo".
Se trata de un término complejo para referirse a un concepto muy sencillo: reducir drásticamente la influencia del gobierno en la vida de sus ciudadanos y dejar que el sector privado ―en teoría, los empresarios, pero más probablemente las macroempresas― tenga más poder. La Administración Trump pretende acercarse a ese objetivo debilitando la regulación de sectores como la sanidad y el medio ambiente; las únicas funciones del gobierno que quieren potenciar son las que implican fuerza, como los sectores de defensa, orden público y táctica militar. Trump combina esa ideología con un enfoque de reducir la inmigración mediante su discurso de permitir que el "excepcionalismo estadounidense" prospere y permanezca protegido.
Sin embargo, en Europa, la mayoría de los partidos outsiders que esgrimen la ideología de que los ciudadanos nacionales están siendo traicionados y que deben mantener alejados a los extranjeros están logrando grandes avances prometiendo un gobierno que apoyará primero a la gente de su país, en vez de decir que el gobierno se apartará, lo que haría que sus ciudadanos se sintieran aún más abandonados en plena globalización.
En Italia, el nuevo gobierno de coalición que Bannon considera la justificación definitiva ―dado el tamaño del país y cómo unió a sus populistas de derechas y de izquierdas―, está basado en la promesa de un aumento de la inversión en sus ciudadanos. Los nacionalistas polacos, que ya llevan años en el gobierno, introdujeron un subsidio mensual para las familias en función del número de hijos que tuvieran. En Suecia, Francia y los Países Bajos, los políticos de extrema derecha han pasado gran parte de su tiempo asegurando que pueden garantizar más prestaciones públicas que los respectivos partidos que están en el poder.
El deterioro de la imagen de Bannon en Estados Unidos hace que los políticos europeos se muestren cautelosos a la hora de confiar en sus consejos de realizar un cambio drástico, ya que quieren atraer a los votantes de sus respectivos países. "Bannon me recuerda un poco a esos actores estadounidenses que, terminada su carrera en Estados Unidos, vienen a Europa a rodar anuncios", comenta Duncan McDonnell, profesor de la Universidad Griffith de Australia, en declaraciones a la edición estadounidense del HuffPost.
Entre tanto, el enfoque en el que Bannon quiere que coincidan los populistas ―una estructura parlamentaria dominante― probablemente siga siendo una de las principales discrepancias entre ellos, ya que cada uno adapta su discurso a su contexto nacional.
No hay que olvidar el enfoque de los Demócratas de Suecia, uno de los partidos euroescépticos de mayor calado y uno de los primeros en declararse escépticos ante la propuesta de Bannon. En 2014, tras las últimas elecciones al Parlamento Europeo, los Demócratas de Suecia decidieron no formar coalición con la ultraconservadora Marine Le Pen ―una de las preferidas de Bannon― porque sus colegas daneses objetaron que esa decisión daría demasiada controversia al partido. Este año, en un intento por convencer a los moderados suecos de que no tienen raíces neonazis, se han unido a otro grupo parlamentario que está considerado aún más de centro que su coalición anterior.
"Es cuestión de legitimidad", señala Ann-Cathrine Jungar, profesora en la Universidad Södertörn, en Estocolmo.
Esta preocupación por la opinión pública ha frenado durante años los esfuerzos por crear unidad entre aliados ideológicos en la derecha. La convergencia más exitosa hasta la fecha ha dado lugar a dos grupos distintos en el parlamento actual; el mayor de ellos liderado por Nigel Farage (del Partido de la Independencia del Reino Unido), principal contacto de Bannon en Europa. Y es evidente que el grupo será mucho más débil en las próximas elecciones, dado que su amplia representación británica desaparecerá cuando Gran Bretaña abandone la UE.
"Hemos sido testigos de cómo los grupos conservadores han llegado y han desaparecido. Nunca han durado mucho [...], su único nexo es el odio, y el odio nunca llega muy lejos", escribe al HuffPost Udo Bullman, miembro del Parlamento Europeo por Alemania desde 1999 y presidente del segundo mayor grupo del Parlamento, el Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas.
Entre la división ideológica en cuanto al papel que debe desempeñar el Estado y las estrategias de los partidos populistas a lo largo de la historia, los políticos europeos y los expertos dudan que la influencia de Bannon sea decisiva.
"Son partidos que llevan aquí décadas, están bien asentados. No necesitan que un descarte de Trump sin fondos suficientes les ayude", asevera Duncan McDonnell.
No se sabe si Bannon entiende bien en lo que se ha metido, señala Udo Bullman: "En Estados Unidos, sus colaboradores y él se aprovecharon de unas leyes de privacidad más laxas, con un magnate de la comunicación apoyándoles sin reservas a través deFox News, así como de un sistema político que permite invertir cantidades demenciales de dinero. No va a encontrar ninguna de estas facilidades aquí".
Por no mencionar que la derecha radical no va a ganar más poder en el Parlamento Europeo el año que viene. Son conscientes de que han dejado escapar muchas oportunidades, como la potestad de designar "relatores" con poderes legislativos especiales, y coinciden en bloquear cualquier intento de que la Unión Europea esté más unida, sostiene Ann-Cathrine Jungar.
No obstante, cuesta tragarse la idea de la inevitable toma de control que Bannon, que se regocija de ser tratado públicamente como un genio oscuro imparable, trata de impulsar.
"Estas estructuras se han ido desarrollando durante décadas. Al señor Bannon le quedan nueve meses. Está claro que intentará pagar por salir en los medios, pero el dinero no hace que nuestro continente dé un giro. En cambio, la pasión, las ideas progresistas y la solidaridad, sí", concluye Bullman.
Nick Robins-Early ha colaborado compilando información para el artículo.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.