'El final de todos los agostos'
Entre la variedad de propuestas para regalar en estas fechas el papel sigue siendo una gran alternativa. Aún más cuando cae en tus manos una edición tan cuidada como la que presenta El final de todos los agostos (Lunwerg Editores).
Paso las páginas al son de mi corazón descarrilando entre las viñetas. Cuando el protagonista termina su periplo en la calle Verdi apenas puedo contener ya las lágrimas. ¡Qué joya!, pienso. A esas alturas todavía me queda por descubrir el sutil encadenado final de ilustraciones y su formidable manejo de la elipsis narrativa.
Al terminar estoy tan profundamente emocionado que lo primero que se me ocurre es escribir al autor para darle la enhorabuena. Esta circunstancia no es atípica en mí, lo que sí es menos habitual es que me respondan con la generosidad que mostró Alfonso Casas. Aproveché entonces para hacerle algunas preguntas que me ayudarían luego en la concepción de este artículo.
Alfonso Casas ha trabajado para numerosas marcas nacionales e internacionales y publica habitualmente en diversos medios. Es autor de varios libros como Amores minúsculos y Se(nti)mental.
El final de todos los agostos supone un paso más allá en su carrera al alejarse en concepto y estilo visual de sus anteriores proyectos. Casas deja a un lado la ironía, el sarcasmo y ese puntito canalla que mostraban sus obras precedentes para dar el salto a un universo de nostalgia, ternura y recuerdos.
A nivel de dibujo también pasa de su característico rojo y negro a nuevas tonalidades de color y un nuevo diseño más complejo, exquisito y rebosante de vida.
'Desde que dibujé mi anterior cómic -Amores minúsculos- habían pasado cuatro años, y quería que gráficamente fuera, como mínimo, mejor que el anterior'.
El final de todos los agostos es un viaje de vuelta a esos veranos que no querías que acabasen nunca. El protagonista de la novela gráfica, Dani, está a punto de casarse. Antes de este acontecimiento decide hacer un viaje al pueblo donde solía veranear. Su objetivo es rastrear la pista de un amigo de la infancia, y repetir esas fotos que hizo veinte años atrás.
En la novela esta transición de fotos pasadas y presentes se materializa a través de páginas impresas en papel vegetal. Un recurso tan efectista como maravilloso.
'La historia se mueve a caballo entre el pasado y el presente, por lo que me pareció interesante que la transición entre ambos se hiciera a través de un papel vegetal transparente donde pudiéramos ver, de un solo vistazo, la misma escena en ambos momentos'.
También la portada del libro juega con otro truco ingenioso donde 'se ve un paisaje que permanece, mientras que los protagonistas desaparecen cuando quitas la sobrecubierta. Ellos ya no están allí, pero el mundo sigue'.
En el tiempo detenido del pueblo costero se impone un retrato agudo y también fascinante, que acaba por configurar una iniciación sentimental de los personajes protagonistas. El cómic está relatado con una elegancia, capacidad de observación y naturalidad que lo convierten desde ya en un clásico instantáneo.
Los acontecimientos que suceden se articulan con una cadencia muy cinematográfica. Después de la adaptación al teatro de Amores minúsculos no puedo evitar preguntarle a Alfonso qué director le gustaría que se encargase de esta historia si llegase a la gran pantalla. Él lo tiene claro: 'Dani de la Orden o Carla Simón, dos directores capaces de hacer de historias pequeñitas las películas más grandes'.
Al hilo de la trama principal de El final de todos los agostos me viene a la cabeza una secuencia de Barcelona, noche de invierno, dirigida por Dani de la Orden.En ella el personaje interpretado por Alberto San Juan sentenciaba 'tratar de olvidar a alguien es recordarlo para siempre'.
El mérito de Alfonso Casas en El final de todos los agostos es dar verosimilitud a esos veranos de rasgos autobiográficos en el que un niño comienza a descubrir sentimientos por los que todos hemos transitado. Una novela gráfica libre de artificio, honesta y brillante.
El final de todos los agostos no es solo un cómic que entra en el selecto club de los imprescindibles, sino que se trata de uno de los mejores libros editados en 2017.