El Estado Islámico da muestras de fortalecimiento con un ataque con más de 200 muertos en Siria
Tras la caída del 'califato', sigue vivo, se está reagrupando y golpea cuando puede.
El ataque lanzado la semana pasada por Estado Islámico contra una prisión en el noreste de Siria con miles de presuntos miembros del grupo yihadista, que se ha saldado con más de 200 muertos según se ha sabido ahora, supone una muestra de sus crecientes capacidades tras su derrota militar en 2019 y ha desatado las alarmas a nivel internacional.
El asalto contra la prisión de Ghueiran, situada en la provincia de Hasaka y bajo control de las autoridades kurdas, supone el ataque a mayor escala de los yihadistas desde que las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) tomaran en 2019 Baghuz, su último bastión en el país árabe.
La derrota del ISIS en Baghuz dio carpetazo al califato territorial declarado en 2014 por el entonces líder del grupo, Abú Bakr al Baghdadi, después de que el Ejército de Irak lograra derrotar al grupo en diciembre de 2017 con apoyo de una coalición liderada por Estados Unidos y grupos paramilitares respaldados por Irán.
A pesar de que estos varapalos y los posteriores éxitos de las fuerzas de seguridad y de la coalición -incluida la muerte de Al Baghdadi en octubre de 2019 en una operación en Idlib- llevaron al grupo a reducir sus actividades en estos países, numerosas células se mantuvieron activas.
Los reductos
El grupo ha aprovechado los últimos años para expandir sus redes hacia África, especialmente en el Sahel, la cuenca del lago Chad, el norte de Mozambique y el este de República Democrática del Congo (RDC), si bien ha mantenido esfuerzos para reposicionar sus fuerzas en su cuna, Irak y Siria.
Durante los últimos meses, Estado Islámico ha incrementado sus ataques contra civiles y miembros de las fuerzas de seguridad en ambos países, aprovechando la situación de fragilidad en ambos y el proceso de retirada de fuerzas de la coalición en Irak.
Así, el grupo ha usado las montañas de Hamrin, en Irak, y zonas del desierto central de Siria como sus lugares seguros para reagruparse, entrenar y planificar ataques, según The Soufan Center, el centro de estudios que dirige Ali Soufan, un antiguo agente del FBI y que fue de los primeros en investigar a Al Qaeda y a su histórico líder, Osama bin Laden.
Este refuerzo de las capacidades ha sido especialmente visible recientemente en el repunte de ataques en las provincias iraquíes de Kirkuk, Diyala y Anbar, así como por el aumento de las operaciones en la provincia siria de Deir Ezzor y en el triángulo que componen entre las provincias de Alepo, Hama y Raqqa.
The Soufan Center subraya que “los combatientes de Estado Islámico en Irak (...) han recurrido a los secuestros para pedir rescates con el objetivo de mantener flujos de ingresos”, mientras que el grupo “ha dependido de conexiones en Turquía para facilitar el blanqueo de dinero y mantener compañías pantalla que ayudaron al grupo a seguir siendo viable desde el punto de vista financiero”.
El grupo, que ha aprovechado además las tensiones sectarias para reclutar a miembros de la comunidad suní ―como ya hizo en 2014―, ha mantenido una importante actividad en redes sociales para engrosar sus filas y mantener una imagen de contar con el poderío como para reconstituir el ‘califato’.
De hecho, a raíz del ataque contra la prisión en Hasaka ha reforzado su actividad en canales de propaganda para pedir motines y fugas en otros centros, entre ellos el campamento de refugiados de Al Hol, situado en el noreste de Siria y escenario de una campaña de asesinatos y secuestros desde hace meses.
El ataque contra la cárcel de Ghueiran ha traído además a la memoria la estrategia inicial de Estado Islámico con la operación Rompiendo los Muros entre 2012 y 2013, que permitió liberar a muchos de sus líderes a través de una serie de fugas que reforzaron sus filas y permitieron una ofensiva relámpago en 2014 en Irak que posteriormente se expandió a Siria.
El tamaño de la ofensiva, que contó con la participación de 200 terroristas suicidas, según las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), revela que el grupo se ha preparado durante tiempo para lograr armas, milicianos y capacidades.
The Soufan Center indica que incluso “podría sugerir el inicio de una ofensiva a mayor escala del grupo, destinada no a retomar partes de territorio, sino a ganar impulso y fomentar la inestabilidad en el Levante”. “Los ataques son un claro intento de reclutar a nuevos miembros y reactivar redes casi dormidas en la región”, explica.
Las cárceles, en una situación terrible
Las prisiones gestionadas por las FDS en Siria han sido motivo de preocupación durante los dos últimos años debido al inadecuado estado de las instalaciones y su vulnerabilidad ante posibles ataques y revueltas por parte de los yihadistas.
Así, las FDS, cuyo componente principal es la milicia kurda Unidades de Protección Popular (YPG) y que cuentan con el apoyo de la coalición internacional, han protestado en numerosas ocasiones por la falta de apoyo y han pedido a los países extranjeros que repatrien a sus detenidos.
En este sentido, han criticado además las múltiples ofensivas rebeldes -con apoyo de Turquía- en el norte de Siria y han advertido que esta situación provocaba el desvío de efectivos hacia las líneas de frente y debilitaba la seguridad en estos centros de detención.
Las FDS destacaron recientemente en un comunicado que las autoridades kurdas “asumieron la responsabilidad (de mantener a los presos) de forma competente y eficiente” y denunciaron “conspiraciones” por parte de “países vecinos” que trabajaron para “usar Estado Islámico para difundir nuevamente el caos”.
Los centros y campamentos de desplazados acogen a miles de personas, principalmente evacuadas de Baghuz tras la derrota de Estado Islámico, incluidos familiares de yihadistas o sospechosos de pertenecer al grupo, en unas condiciones que han provocado críticas de organismos y organizaciones humanitarias internacionales.
De hecho, la portavoz del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Ravina Shamdasani, indicó el martes que los reos “están en condiciones de sobrepoblación, no tienen acceso a atención médica adecuada y no pueden ver a sus familias” y destacó la importancia de que “los países de origen repatrien a sus nacionales, especialmente mujeres y niños”.
Los combates siguen activos
Así, tras seis días de combates los enfrentamientos siguen activos en la cárcel y sus alrededores a pesar de las operaciones de las fuerzas kurdas y los bombardeos de la coalición, en una muestra del despliegue de fuerza de los yihadistas.
Ante esta situación, el comandante del la misión Resolución Inherente, John Brennan Jr., publicó el domingo un comunicado para negar que Estado Islámico haya logrado un éxito. “En su desesperado intento de mostrar relevancia, Estado Islámico ha dictado una sentencia de muerte para muchos de los suyos que participaron en este ataque”, dijo, antes de expresar su confianza en que esto no suponga una “amenaza significativa” para Irak o los países de la región.
Sin embargo, Colin Clarke, investigador de The Soufan Center, ya había indicado a principios de enero en declaraciones a Voice of America que el aumento de los ataques podría estar mostrando “un lento crecimiento” del grupo yihadista.
“Es un grupo altamente oportunista. Van a mirar cómo explotar los fallos y errores de otros gobiernos en la región”, dijo, antes de agregar que Estado Islámico “tiene muchos enemigos”. “Todo el mundo está contra Estado Islámico, lo que el grupo usa en su propaganda para reclutar tropas y mantener la moral”, arguyó.
Por su parte, el presidente del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, Rami Abdulrahman, hizo hincapié en que durante el año pasado hubo “un rápido aumento” de los ataques del grupo”. En este sentido, sostuvo que “naturalmente” lo esperable eran “ataques mucho más sofisticados” en 2022.