El desprestigio de las cifras, otro alto riesgo de la pandemia
La llegada de Vox y la radicalización del PP han implantado la mentira, invención o manipulación de las estadísticas en el Parlamento.
El desprestigio de las cifras es un daño colateral de la pandemia, resultado de la política sucia que practican los dirigentes. La consecuencia es que el escepticismo, cuando no la irritación, invade a buena parte de la ciudadanía cuando se habla de los datos de la Covid-19. A partir de hoy entramos en el aluvión de los números económicos de cada otoño, y más: techo de gasto, cuadro macroeconómico, plan de recuperación para Bruselas, Presupuestos del Estado... Sería un riesgo grave para la democracia y los políticos de este país enfangar también las cifras económicas, como han hecho con los tristes números del coronavirus, empezando por los muertos. ¿Lo harán?
Lo más importante es que “la gente entienda las medidas que se van a tomar derivadas de esos planes basados en cifras, de lo contrario podemos acabar como en EEUU, con un presidente negacionista. Si no entienden lo que se les va a aplicar, como nadie confía en la objetividad de las cifras, la ciudadanía creerá en lo que le dice cada líder de su partido”, explica el politólogo y analista Pablo Simón, que acaba de publicar Corona. Política en tiempos de pandemia, donde se aproxima a los numerosos aspectos de nuestra realidad que han sido impactados por la pandemia.
Que hay escepticismo en torno a los datos que ofrece el recuento de las víctimas de la COVID-19 es un hecho porque “no ha habido método estándar a seguir, ni coordinación entre las comunidades autónomas. Se han abierto las puertas a los comportamientos oportunistas, se han lanzado las cifras como hacen cada mes con los datos del paro. Por eso es tan importante que la ciudadanía comprenda las próximas medidas, o el nivel de hartazgo crecerá tanto que estas pueden agotar las últimas fuerzas de la gente”, insiste Simón. A juicio de este experto, otra consecuencia de esta situación es que la bola que es el deterioro paulatino de las democracias engorda sin parar: “Los sistemas democráticos tienen dos grandes adversarios en estos momentos, los populismos (Trump y compañía) y los que defienden que gobiernen los expertos, en este caso científicos y epidemiólogos. Los dos cuentan la misma falacia: no hay una sola solución para ninguno de los problemas”.
Si la narrativa que sigue a cada estadística no se hace comprensible, “todos van a pensar que hay una forma de dar la vuelta a cada dato”, vaticina el politólogo. “Si la percepción ciudadana es que esto va mal, la percepción económica va mal también”, añade. Si todo es negro, me encierro en mi casa y ahorro, si ahorro no consumo. “Los climas de opinión se extienden muy rápido. Y los números de la pandemia contagian los de la economía. Una parte importante del empleo está sostenido por el Estado con los ERTE, y eso afecta a las cifras de paro. Creo que ni las mismas cifras saben como están”, reflexiona Simón. Todo ello condicionado por el juego que alimenta la clase política, porque “la gente no se para a pensar en si un número lanzado por un experto es verdadero o falso; lo que se les queda luego es la interpretación que de ese número hace el político de turno que más afín le sea”.
Pese a que ni las mismas cifras tengan clara cuál es su temperatura en el termómetro de la fiebre y dependan del oportunismo político si no se explican bien, para los economistas un dato será siempre un dato. Y los hay incuestionables. Además, la gente no es, ni mucho menos, tan despistada o boba como a veces periodistas o sociólogos presuponemos.
“No sé si nadie se cree nada ya de los datos en general o por sectores, sobre todo los que están en relación con la pandemia. Dudamos de los datos de la Covid de China por manipulación; de los de Gran Bretaña porque su sistema estadístico es un caos; de los de España por las diferencias entre Gobierno y autonomías en los recuentos. Pero no creo que se extienda a los datos del Instituto Nacional de Estadistica (INE)”, señala Emilio Ontiveros, presidente de AFI, catedrático de Economía de la Empresa. Defiende que con la pandemia no había números anteriores con los que comparar. La Organización Mundial de la Salud (OMS) no tenía códigos contables, homologables en unos y otros países. “Todo es nuevo, y aunque en algunos sitios haya gobiernos que mezclan con malas intenciones, hay otros que se equivocan porque, sencillamente, no hay registros”, señala el profesor.
Aún a riesgo de pecar de ingenuo, opina que “ni siquiera en el franquismo López Rodó se atrevía a falsear datos estadísticos. ¿Quién va a dudar del número de muertos del INE, del de mujeres sin empleo, de nacimientos? No existe ningún gobierno que en democracia se atreva a manipular el IPC, diciendo que lo multipliquen por 3, por ejemplo. El INE y el Banco de España son indiscutibles. Quizá por oportunidad política, se pueden haber retrasado unos días unos datos, ¿pero cambiarlos? No”, concluye el catedrático, que duda de que nuestra clase política se vaya a atrever a aprovechar el contagio de los números de la pandemia a las cifras económicas.
La estadística del INE puede que no se cuestione, pero la utilización de parte es una constante en la vida económica que se ha acentuado con la pandemia, por ejemplo, entre los agentes sociales. Los empresarios y sus patronales no dudan en lanzar la cifra que más les conviene en cuanto a la pérdidas que les suponen el cierre de la actividad económica de uno u otro sector; los sindicatos tampoco se esconden a la hora de utilizar los peores datos que dan las cifras de parados, trabajadores en ERTE o sobre aumento de la pobreza y la desigualdad. Y menos aún lo hace la clase política desde la tribuna del Congreso.
La llegada de Vox y la radicalización del PP han implantado la mentira, invención o manipulación de las estadísticas en el Parlamento. Cada día somos testigos de cómo desde la tribuna se lanzan números falsos, lanzados como verdades rotundas sin ningún respaldo económico ni dato que los sustente que se acuñan y propagan por los medios afines. Aunque intentan ser contrarrestados por analistas, economistas y periodistas, raramente logran desmontar los bulos instalados y propagados con rapidez por las redes. Es un fenómeno ya conocido y en estudio. Es, cómo dice Simón, la influencia de las políticas trumpistas y de los dirigentes populistas que aún se sustentan en democracias que ellos se encargan de desmontar o debilitar: Hungría, Brasil, el mismo imperio estadounidense.
Para no acabar en negro, unas notas de optimismo. Tanto el catedrático emérito Emilio Ontiveros prefiere pecar de ingenuo a conciencia para no perder la esperanza, como el politólogo Pablo Simón apuesta -y en su reciente libro lo demuestra- por convertir la pandemia en una ventana de nuevas oportunidades para el futuro.