El Comité de Bioética de España o cómo se filosofa con el cilicio
Hay una cierta tendencia entre las cátedras de Moral de las Universidades a perpetrar una batalla adoctrinadora contra cualquiera que intente salirse de los compartimentos estancos que allí, entre púlpitos y egos, celosamente guardan y, también, celosamente difunden.
Moral y ética, cosas distintas pero indisolubles, debieran ser cosas más serias, a las que se debería prohibir el paso a su estudio a sujetos con tendencia demostrada a la ortodoxia y a las puras esencias que solo ellos y ellas creen tener el don de empaquetar; en definitiva, desde el púlpito de la cátedra, los másteres o los doctorados sobre la Moral, hay un grupo de gente que decide qué es y qué no es moral, transformando así el noble trabajo de la reflexión y de la ética en simple religión de toda la vida bajo una pátina de intelectualismo a veces, y de cilicio y martirio otras tantas.
El Comité de Bioética de España se pronunció, no hace mucho, contra la Gestación Subrogada. Y las guardianas de la moral y los guardianes del orden salieron cargados y cargadas de palmas para aplaudir y jalear a la sentencia sumarísima de ese noble y justo organismo. Desde el intelecto pseudoprogre hasta el cilicio todo era jolgorio.
No va de más recordar unas cuantas cosas. Este mismo Comité de Bioética respaldó en 2014 la reforma del aborto de Gallardón con el voto favorable de 9 de sus 12 miembros y Nicolás Jouve, uno de sus miembros afirmó que se usan fetos para hacer refrescos (sic). Con estos mimbres se ha hecho el cesto del informe sobre Gestación Subrogada. Por eso, los que nos ponemos del lado de la razón y del feminismo, no podemos hacer otra cosa que estar enfrente de gente que pretende crear doctrina desde la cómoda atalaya de la moral, llevándose por delante el sentido común y la libertad de los seres humanos.
No dejará de sorprenderme la capacidad para devorar que tienen las esencias de la moral al respecto de las mujeres libres. El Comité de Bioética se cree con la capacidad para pensar en nombre de las mujeres, para decidir si pueden abortar o no, si pueden gestar para otros altruistamente o no; en definitiva, dan buena muestra de que se vive muy bien sentando doctrina para otros y otras en lugar de ponerse en el lugar de otros y de otras. El Comité de Bioética, al que casi nadie, por suerte, se toma en serio, ha conseguido dejar al digno estudio de la Moral y de la Ética a la altura de un telepredicador cualquiera.
Los ciudadanos libres e informados no nos dejamos engañar con estos intentos adoctrinadores que ponen sobre la mesa a la culpa de un modo constante. El Comité de Bioética y algunos púlpitos de Moral de las universidades pretenden colarnos con su reflexión, una genuflexión; y no, ni nos arrodillamos ni ofrecemos pleitesía a quien pretende ofrecernos píldoras de salvación y ortodoxia poniendo por delante el digno arte del estudio de discernir el bien del mal. Les seguiremos diciendo alto y claro tanto al intelectualismo pseudoprogre como al cilicio y al martirio, que ni tontos ni genuflexos. Libres. Que no es poco.