El canto de cisne de las monarquías europeas
El selecto club de las monarquías europeas, además de ser exiguo, disfruta de una mala salud de hierro.
Los reyes se sienten depositarios de siglos de historia. Hace algo más de una centuria las repúblicas europeas –con Francia, Suiza y San Marino a la cabeza– eran una excepción; sin embargo, hoy son la norma, mientras que las realezas son una singularidad otoñal.
En el Viejo Continente tan sólo hay ocho monarquías parlamentarias: Reino Unido, España, Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Noruega y Luxemburgo. En todas ellas la jefatura de estado recae en el rey –que es un cargo hereditario– y que está separada de la jefatura política y de gobierno.
Las guerras mundiales, las revoluciones, el comunismo y el referéndum han acabado con decenas de familias reales en el exilio. En las siguientes líneas repasaremos sucintamente su canto de cisne.
La primera finada fue la lusa. El 5 de octubre de 1910 se produjo una revolución en la vecina Portugal que derrocó al rey Manuel II, terminando con una monarquía que se había iniciado en 1640.
El Imperio Ruso –constituido en 1721– finalizó tras la ejecución del zar Nicolás II a manos de los revolucionarios bolcheviques en 1917. Con este fallecimiento Finlandia obtuvo su independencia y en 1918 el Parlamento designó como rey a Federico Carlos de Hesse, un príncipe alemán. La verdad es que nunca fue coronado, ni siquiera llegó a pisar suelo finlandés y su reinado se prolongó durante apenas dos meses. Desde entonces el país disfruta de un gobierno republicano.
Con el fin de la Primera Guerra Mundial desapareció el imperio austro-húngaro y, con él, la monarquía de los Habsburgo. Su último soberano fue el rey Carlos I de Austria y IV de Hungría. Con su abdicación los territorios de las actuales Chequia y Eslovaquia fueron unificados en un solo estado republicano.
El fin de la Gran Guerra también puso fin al imperio alemán, Guillermo II se convirtió en el último káiser y también en el último rey de Prusia.
En 1922 el estado irlandés consiguió la independencia del Reino Unido. En 1937 adoptó una nueva constitución y el nombre con el que se conoce actualmente –hasta ese año se denominaba Estado Libre Irlandés–. En 1949 los irlandeses prescindieron de los deberes del rey de Irlanda –Jorge VI– y el país fue declarado una república.
Albania fue una monarquía constitucional desde la finalización de la I República (1928) hasta la ocupación italiana en 1939. El último rey fue Zog I, que abandonó el país cuando entraron los fascistas de Mussolini y el país se convirtió en una colonia italiana.
Cinco años después –el 20 de mayo de 1944– los islandeses votaron un referéndum según el cual ponían fin a su unión política con Dinamarca y el país se constituía como una república independiente.
La monarquía del reino de Yugoslavia se liquidó en 1945 cuando la asamblea comunista depuso al rey Pedro II. A uña de caballo el monarca se trasladó a Estados Unidos y años después se convirtió en el primer soberano europeo en fallecer en suelo estadounidense.
En 1946 un referéndum desalojó del trono al rey Simeón de Bulgaria –tan sólo un siete por ciento de los búlgaros estaban a favor de la continuidad de la monarquía– por lo que la familia real no tuvo más remedio que exiliarse, primero en Egipto y luego en España.
También fue un referéndum el que puso fin a la monarquía italiana en 1947, la voz del pueblo otorgó a Humberto II –hijo de Víctor Manuel III– el título de último rey de Italia.
Ese mismo año los comunistas obligaron, a punta de pistola, a abdicar al rey Miguel de Rumanía, además de despojarle de su ciudadanía. El monarca se tuvo que exiliar primero en Inglaterra y, posteriormente, en Suiza.
La familia real griega partió hacia el exilio en 1967 tras la conocida como la dictadura de los coroneles. El rey Constantino y su familia se instalaron en Roma primero y en Londres después, donde residen en el barrio residencia del Hampstead.
Con todos estos avatares el selecto club de las monarquías europeas, además de ser exiguo, disfruta de una mala salud de hierro.