El autobús que no sabe de ciencia
Estos días hay un autobús merodeando por las calles con mensajes sobre los genitales. Y eso, ¿por qué? Pues no me preguntes, ¡no tengo ni idea! Pero diría que es porque no sabe nada de ciencia. Porque si supiera lo más mínimo sabría que, para hablar de identidad de género, hay que hablar del cerebro, no de los genitales. Vaya por delante que yo no soy neurocientífica. Eso sí, trabajé algún tiempo en un departamento de Neuroingeniería, durante el cual tuve ocasión de leer sobre lo increíble que es el cerebro humano. Grosso modo, nuestro cerebro tiene unos 86 mil millones de neuronas. Pueden parecer muchas, pero no es nada comparado con el número de conexiones entre ellas. ¡Cada neurona puede conectarse con otras 10,000 neuronas! Nuestra identidad de género y orientación sexual, entre otras cosas, vienen determinadas por la configuración de nuestro cerebro, es decir, por cómo están conectadas unas neuronas con otras, no por las neuronas en sí mismas. Las conexiones neuronales son múltiples y variadas, y, con tanta conexión, no es sorprendente que haya configuraciones diversas.
Cómo percibimos el mundo a través de nuestros sentidos también depende de las particularidades de los circuitos de nuestro cerebro. Las personas sinestésicas, entre otras particularidades, oyen colores y ven sonidos. Esto se debe a que hay una activación cruzada de áreas adyacentes del cerebro que procesan diferentes informaciones sensoriales. Esta conexión atípica del cerebro sucede mientras el cerebro se desarrolla dentro del útero.
Desde la década de los 80, se conoce que la tendencia a utilizar una u otra mano se desarrolla, también en el útero, a partir de la octava semana de embarazo. Algo que no viene definido por el ADN sino por el desarrollo neuronal a nivel espinal. Neuronas, al fin y al cabo. El oído absoluto y otras características nos hablan de la importancia de estas conexiones, de su desarrollo y su interacción con el medio. Vemos, pues, que hay conexiones que se establecen dentro del útero y que no son ni estándar ni mecánicas. Son esas diferentes conexiones las que dan la riqueza a la raza humana, riqueza en pensamientos, ideología, filosofía, aptitudes y actitudes... Las conexiones neuronales, en el cerebro y en la médula espinal, nos hacen ser diferentes y únicos. La variabilidad natural es la que hace que haya cerebros dotados para la pintura, mentes maravillosas que entienden y ven la música o que son capaces de realizar abstracciones matemáticas profundas.
En el caso de la transexualidad, la identidad de género que el cerebro le transmite a la persona no coincide con el sexo y los genitales con los que esa persona ha nacido. Vemos así que las conexiones entre las neuronas y las distintas regiones de nuestro cerebro también afectan directamente a cómo nos percibimos a nosotros mismos. Pobrecito autobús, no te han dado la suficiente educación ni te han dejado actualizar conocimientos. Tranquilo, no tienes más que prestarle atención a las investigaciones llevadas a cabo por Antonio Guillamón, de la UNED, y Carme Junqué Plaja, de la Universidad de Barcelona, y en un plis plas te enteras de qué va el tema.
Allá por los tiempos antes de los primeros trasplantes de órganos, se debatía si al trasplantar un corazón el receptor recibiría también la personalidad y/o el alma del donante. Ahora este tipo de ideas nos pueden hacer gracia por lo evidente de su falsedad. El avance de la medicina nos ha descubierto, más allá de toda duda, que los órganos son simplemente partes del cuerpo que realizan una función y que todo lo que tenga que ver con personalidad, comportamiento, conducta social, intelecto... se encuentra en el cerebro.
Con lo que sabemos hoy en día, si alguien pusiera un cartel en la calle que dijera "Si te haces un trasplante de corazón, te arriesgas a recibir el alma del diablo. Que no te engañen" nadie se molestaría en escribir en los periódicos para rebatirlo, por lo absurdo de la afirmación. Desgraciadamente, la transexualidad es algo todavía suficientemente desconocido por la sociedad como para que haya gente que se pueda creer estos eslóganes e insultar, vejar, maltratar y discriminar a las personas transexuales. No se puede permitir. Y hay que decirlo alto y claro.
Cuando la sociedad acepte la transexualidad, que lo hará porque no queda otra, es como decir que la Tierra da vueltas y la noche deja paso al día... no es ni bueno ni malo, simplemente es y es de justicia aceptarlo, estas personas querrán hacer su vida. Llegará el momento en el que querrán casarse y formar una familia. No quiero ni imaginar la pataleta que va a montar el autobús cuando se entere de que muchas de las personas transexuales necesitan recurrir a la gestación subrogada como camino para reproducirse.
A ver quién consigue que este autobús entienda que la ciencia ha avanzado tanto que ahora es posible extraer los óvulos y esperma de unas personas, fecundar esos mismos óvulos con ese esperma en el laboratorio y transferirle el embrión a una mujer, que no tiene relación genética con el embrión, para que lo geste a término con el objetivo de que otra familia, que puede haber sido la que ha aportado los gametos o no, tenga un hijo.
Y todo este proceso es posible porque el cerebro humano es tan maravilloso que, cuando la mujer gestante participa de forma libre e informada con el objetivo de ayudar a formar una familia a una persona o pareja que no puede gestar, su cerebro entiende la diferencia entre gestar un hijo propio y gestar un hijo ajeno y no le resulta problemático. Sé que esto a ti, querido autobús, te va a causar más de un cortocircuito. Te recomiendo estudiar más ciencia y menos creacionismo.