Edurne Portela: “Muchas mujeres me dicen que he escrito su historia”
La violencia machista se puede camuflar bajo distintas máscaras: la psicológica, la física, la económica o la sexual. Una violencia que, según la escritora Edurne Portela (Santurce, 1974), está más presente en las parejas de hoy de lo que alcanzamos a pensar. En alguna de ellas, la mujer todavía tiene un papel de sumisión, de estar al servicio de la pareja, la familia o los hijos, “algo que hay que vencer porque es una forma de vejación”, de desprecio por parte de la pareja, “del hombre hacia la mujer, son formas de control, a veces muy sutiles, que van minando poco a poco a la persona”. De esto (y de la soledad y del aislamiento) es de lo que trata su última novela, Formas de estar lejos (Galaxia Gutenberg), que acaba de ver la luz, después de su exitosa Mejor la ausencia y del espléndido ensayo El eco de los disparos. Charlamos con ella sobre su libro y sobre cómo es el proceso de su escritura.
¿Cómo has abordado esta novela?
Partí de una idea básica, que tenía que ver con el desmoronamiento de la pareja, y de esos procesos por los que se va perdiendo la relación y uno (en este caso, Alicia, la protagonista) se va haciendo cada vez más pequeño. Escribí la primera escena de la novela -Alicia aterrada en su cuarto- en primera persona, lo que me condicionaba la escritura y me ponía en un punto de vista narrativo parecido al de Mejor la ausencia. Pero quería hacer algo distinto, explorar nuevos puntos de vistas y nuevos espacios, y dejarme llevar por una libertad absoluta.
En este sentido, deduzco por lo que dices que no tenías una planificación previa de la novela, ¿no?
Sí, así es. De hecho, no sabía si lo que estaba escribiendo era una novela. Mi editor me preguntaba cómo iba, y yo le decía: “no lo sé, estoy escribiendo mucho pero no sé si voy a tener una novela”. Y fue cuando tenía el texto muy avanzando cuando vi que todo estaba conectado y que tenía una historia que iba creciendo sola.
Tienes un estilo literario pulcro, conciso y muy cuidado. ¿Cómo trabajas los textos?
Tiendo a escribir despacio y a pensar mucho mientras escribo. Me gusta el estilo escueto, preciso. Si doy con una imagen poética, la trabajo mucho para evitar caer en la inconsecuencia o en el puro juego literario. Corrijo mucho y podo el texto de adjetivos que puedan ser redundantes. Y eso asienta el tono de la escritura y el estilo.
Desde enero de 2016 te dedicas en exclusiva a la literatura. Cuéntame, ¿cómo se da este paso?
Liándote la manta a la cabeza y teniendo mucha suerte. Vengo de un montón de años en Estados Unidos haciendo carrera académica en la Universidad, y allí conseguí ahorrar, así que cuando llegué a España, me di dos años y decidí probar. Estaba dispuesta a trabajar de camarera si después de ese tiempo no había logrado nada. Y me lancé al vacío. Pero tuve la suerte de que al poco publiqué El eco de los disparos gracias a un amigo que remitió el ensayo a Joan Tarrida (el editor de Galaxia Gutenberg) y fue muy bien, lo que me situó en un espacio no sólo como escritora sino también como articulista, y me posibilitó dar charlas y hacer colaboraciones. Pero tengo que decirte que con la escritura en sí misma no te ganas la vida. Pero mientras pueda seguir escribiendo y sobreviviendo, lo haré.
Creo que el gran acierto de tu novela es que, a pesar de ser una historia de violencia machista, los personajes no aparecen como buenos o malos, sino que están matizados con grises, y es precisamente lo que les hace creíbles.
El narrador va cambiando de un punto de vista a otro, de Alicia a Matty, el novio, y cuando hice el ejercicio de ponerme en la piel de Matty intenté entender su lógica y su manera de amar, que no es el amor verdadero (ese que te hace crecer), pero es un tipo de querencia y una forma de estar dentro de la pareja que en el fondo te hace débil y vulnerable. Ese ejercicio me costó mucho, la verdad, pero buscaba hacer un personaje complejo y profundo.
Tú has escrito y reflexionado mucho sobre otros tipos de violencia. ¿Te has sentido obligada de alguna manera a escribir de esta violencia, la de género, o ha sido algo espontáneo, surgido de una necesidad?
Para mí el feminismo es una forma de mirar, y en este sentido esta novela es una novela feminista, y tiene una forma de entender y de ver específica. Cuando empecé a escribirla quería comprender ese tipo de relación de pareja, pero no para hablar de violencia de género, sino que fue la propia historia la que me llevó a ello, quizá porque es mi forma de observar la realidad.
¿Crees que esta violencia soterrada que aparece en la novela, que merma psicológicamente a la protagonista, se da hoy día con frecuencia en las parejas?
Creo que sigue estando muy vigente. Te puedo decir que en los pocos días que lleva la novela en las librerías, estoy recibiendo muchos comentarios de mujeres tremendos, que me dicen que he escrito su novela, que he escrito su historia. Además, en el caso de Alicia, es curioso porque ella es una profesora universitaria que va escalando en su profesión y en su trabajo, que se mueve bien en el mundo intelectual, y sin embargo no es capaz de ver que está sufriendo maltrato. Es su amiga quien se lo tiene que decir. Y esto es más común de lo que pensamos. Esas formas de desprecio en la pareja, del hombre hacia la mujer, son formas de control, a veces muy sutiles, que van minando poco a poco a la persona: un día me lee el diario que escribo, otro día me reprocha que salgo con mis amigas, otro día que no quiero tener hijos, y así una infinidad de cosas. En el caso de la novela, además, tiene que ver con la soledad y el aislamiento, dos temas que también quería explorar.
Bueno, en el caso de la novela, incluso acaba en una violación.
Es curioso. Eso es algo que no todo el mundo ve. Pero en efecto hay una violación en toda regla, una violación dentro del matrimonio, y no todo el mundo entiende que esto pueda ocurrir.
Otro tema importante es la culpa.
Sí, ella se siente culpable por todo. Incluso cuando su novio le lee el diario se siente culpable, en vez de decir “y tú de qué vas leyendo mis cosas”. Por lo general, las mujeres entramos en la relaciones con una carga de culpa, de sentirnos responsables por la felicidad de los demás, que es algo que está en nuestro ADN. Y si no llegas a ese estándar de mujer sacrificada por su marido, por sus hijos, por la familia, entonces ya no eres el ideal femenino. Ya eres otra cosa. Con la maternidad estamos con los mismos prejuicios que hace cuarenta años. Cuando llegas a una edad y no has tenido hijos, o sienten pena por ti (“pobre, no ha tenido hijos, se le ha pasado el arroz”) o se sospecha de ti (“qué raro que no hayas tenido el instinto y querido tener hijos, ¿no?”). Es utilizar la biología para asentar un discurso cultural y social sobre lo que debe y no debe ser una mujer.
¿Crees que las parejas no pueden llegar a un punto de equilibrio?
Yo creo que eso se da cuando hay amor verdadero. En este caso, en la novela, no es amor, es una especie de enamoramiento, la típica historia que empieza por una atracción y se dejan llevar por la inercia, pero no hay ese amor verdadero, que es aquel en el que no hay esos juegos de poder. El amor te hace crecer y en el amor no puede haber nunca violencia, ni psicológica ni física. Puede haber momentos de crispación o de desencuentro, pero nunca violencia. El amor se basa en un respeto profundo al otro.